La vida después de la pandemia

Inés M. Michel

No pocas veces me he sorprendido preguntándome por el futuro a corto-mediano plazo, después de que nuestro encierro termine. ¿Habremos aprendido algo sobre la imposibilidad de seguir nuestras vidas como antes?

Pensadores/as alrededor del mundo se han aventurado a hacer algunas predicciones sobre el comportamiento de la humanidad los próximos años, una vez cruzada la frontera que el virus trajo consigo y que resultó inesperada en muchos sentidos. Mientras para algunos/as se trata de un giro que cambiará la manera en que concebimos el mundo, hay otros/as que se muestran poco optimistas respecto a un posible cambio de mentalidad que nos conduzca a salir de los hábitos de consumo tan dañinos en que nos hemos inmiscuido.

El sociólogo francés Gilles Lipovetzky es uno de los escépticos sobre las posibilidades del cambio radical fomentado por las consecuencias del Coronavirus. Hace unos meses en entrevista con EFE, aseguró que aunque sí piensa en algunos cambios que se avecinan, estos no serán tan drásticos como suele creerse. Ante la pregunta expresa de si cree que el distanciamiento social y la nostalgia por el contacto físico podría poner fin a la era del hiperconsumismo, contesta: «Después de la crisis la gente necesitará airearse, sentirse ligera, y ya sabemos que ser ligeros hoy significa irse de vacaciones, comprar, ir a la peluquería, ver una serie. No es que sea muy elevado, pero es lo que hay.»

Desafortunadamente, creo que Lipovetzky tiene razón, pues creo que el consuelo del consumo y los objetos seguirá presentándose como un oasis ante muchas personas, y basta ver cómo las restricciones impuestas por el confinamiento, han llevado a la gente a buscar otras formas de poder continuar comprando, a través de las plataformas en línea y diversificando sus sitios de búsqueda, para adquirir productos que provienen de distintas partes del mundo y que no parecen ser indispensables, pero sí brindan una sensación de confort, por lo menos por algunas semanas. Estos objetos que perseguimos en tiendas virtuales, suelen traer consigo problemas emparejados a su producción, que rara vez es sustentable, además de que en el caso concreto de las prendas de ropa de bajo costo, fabricadas al otro lado del mundo, tienen un tiempo de vida muy limitado, pensado para ser usadas y desechadas una vez que llegue la nueva temporada.

Imagen: Mexmads.

Este apenas es uno de los tantos aspectos que podemos revisar acerca del mundo contemporáneo, actualmente asolado por la crisis que trajo consigo el Covid-19. Yo me he preguntado también sobre las relaciones personales y nuestra forma de acercarnos a las otras y a los otros.

Una de mis preocupaciones es que todas las medidas de distanciamiento social contribuyan en acrecentar la desconfianza, ya extendida previamente, entre personas y entre grupos sociales. A mi parecer, lo único que nos puede llevar a otra manera de entender el mundo es hacer comunidad en todo el sentido del término. Pienso de nuevo en lo que nos comparte Rita Segato, acerca de los dos proyectos históricos contrapuestos ante los que estamos: el proyecto de las cosas y el proyecto de los vínculos, caminos que persiguen metas muy distintas cada uno, el primero, enfocado en hacer de los bienes materiales el máximo valor y el motivo de la felicidad, el segundo, apostando por rescatar las relaciones y vínculos entre personas, con miras a hacer comunidad, con la persona y la vida por encima de los intereses monetarios. En ese sentido, un mundo donde vemos en el otro/la otra una potencial amenaza a nuestra salud o integridad está transitando lejos del proyecto de los vínculos.

Me pregunto y dejo la pregunta para ustedes, cómo poder vincularnos efectivamente en un contexto como el actual, cómo podemos rescatar el valor de la compañía y de la mirada humana que nos otorgan las personas que nos rodean y cómo haremos para reencontrarnos en la realidad postpandemia, que se pinta complicada y con el doble de retos de los que ya teníamos enfrente antes de este desastre mundial.

¿Hay tiempo de que, en la ruta que está transitando la humanidad, hagamos una pausa para replantearnos lo que significa ser seres humanos? ¿Hay tiempo de volvernos a ver a los ojos, antes de retomar el ajetreo cotidiano al que parecíamos eternamente condenados/as en esta maquinaria capitalista y global?

Ilustración: Kontrainfo.

Valdría la pena parar y no solo esperar a que el mundo retome su ritmo, uno que en tantos sentidos es contrario a los intereses de los individuos que conformamos la sociedad. El retorno a lo que éramos antes (y todavía somos) es una meta errónea, si de retomar el gusto por la vida se trata y el valor que todos los seres vivientes deben tener, solo por el hecho de estar vivos.

Hoy más que nunca estamos ante la disyuntiva de seguir en la voracidad que el capital y el consumismo imponen o si nos rescatamos de ese abismo y hacemos comunidad, reencontrándonos más allá de las diferencias y de las fronteras impuestas. Nos hermana el compartir un planeta, y eso debería ser suficiente para vernos uno a la otra con respeto y empatía.


Imagen de portada: Ilustración de Giovanni Q./ IPE.

Inés M. Michel.

T: @inesmmichel / I: @inmichel
T: @CuerdasIgneas / FB: Cuerdas Ígneas

cuerdasigneas@gmail.com

Foto: David A. Becerra.

3 comentarios sobre “La vida después de la pandemia

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