¿Qué hacemos cuando hacemos análisis?
Jacques Lacan
En el contexto del X Aniversario (en el mes de noviembre de este año, 2023) de la apertura del Consultorio de Psicoanálisis que coordino, con un equipo de trabajo de 12 psicoanalistas, en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, organizamos como primer evento un Seminario que lleva por título Habitando la clínica y que será impartido por el psicoanalista argentino Bruno Bonoris, quien se encuentra con nosotros hoy para la presentación de su libro llamado Qué hace un psicoanalista, mismo del que comentaré algunos de los temas que llamaron mi atención.
Yo también soy alguien que, como ustedes saben, me dedico al trabajo del psicoanálisis y a quien por supuesto este campo le concierne directamente.
En primer lugar diré que, como dice en el prólogo del libro, Bonoris no se dedicará a señalar líneas generales, sino más bien a plantearse preguntas y cuestionamientos con respecto a nuestra labor que nos llevan a problematizarla.

Tomo por ejemplo, el asunto de quién es el que hace clínica, que en el libro es atribuido al analizante más que al analista como usualmente se piensa. Ésta es una pregunta que nos lleva a reflexionar entre otras cuestiones, sobre el asunto del poder en el trabajo clínico.
¿Quiénes fueron las que hicieron clínica, desde esta perspectiva, desde los tiempos de Freud? ¿El fundador del psicoanálisis o asimismo las histéricas que acudían a su consulta en la ciudad de Viena? ¿Acaso desde Ana O (analizante de Breuer), Emmy Von N, Dora, o la Joven homosexual por citar sólo algunos casos, no constituyen a quienes debemos también este ejercicio al que nos dedicamos?
A veces se ha dicho que es a las histéricas a quienes debemos el psicoanálisis y, desde luego podríamos agregar, a la capacidad de escuchar de Freud. ¿No lo dijo él mismo una vez que en aquel intento primero de buscar el trauma originario fue justamente una de sus pacientes la que le dijo “usted siempre diciendo que de dónde viene esto o aquí o acá; déjeme decirle lo que tenga para decir cada vez”. Y ¿no es esto lo que a Freud le lleva a descubrir la famosa asociación de ideas, que en Lacan ocupará el lugar del desplazamiento y condensación de los significantes, ayudado por la lingüística saussuriana y su propia versión del asunto del significado y el significante?
Después de todo ¿quién habla en un análisis? ¿Y quién se cura también?

Con respecto a lo primero retomaré una frase de Michel Foucault de su conferencia en el Colegio de Francia en el 69, de ¿Qué es un autor? El filósofo francés dice a la letra, citando a Samuel Becket: “ ¿Qué importa quién habla? , alguien ha dicho qué importa quién habla?”.
Y esta indiferencia como le llama Foucault a quién habla está relacionada con el que la escritura como dice también él, es un juego de signos ordenados menos por su contenido significado que por la naturaleza misma del significante.
En ese sentido, es como entiendo también que el análisis es un juego de lectoescritura en el que los “al menos dos” que Bonoris menciona en su texto, están sujetados también a esa estructura del lenguaje.
Y esto está relacionado asimismo, a mi ver, con quién se cura en un análisis, cuestión que Bonoris remite a la frase que un colega suyo también psicoanalista le recuerda cada vez que hablan de ello.

Un psiquiatra me dijo una vez, desde su campo, que “ayudar, ayuda” refiriéndose al efecto que el trabajo con la subjetividad del otro hace sobre uno mismo. Pues bien, en el psicoanálisis yo traduciría esto por esa frase de que es también el psicoanalista el que se cura a través de su trabajo en el consultorio con sus pacientes.
Ello porque esa construcción de lectoescritura no la hace ninguno de los dos solos. El o la analizante con su discurso en el diván y el o la analista con sus intervenciones desde el sillón o en el teléfono o en la línea, en tanto están en un juego que tiene qué ver con la naturaleza del significante y en tanto es éste el que nos constituye por nuestro lugar en una cadena de significantes, nos jugamos en los dos lugares. Diván y sillón constituyen el genial dispositivo artificial inventado por Freud para procurar, que se ponga en juego sobre la mesa lo que podríamos llamar una neurosis a dos. Y que no significa por supuesto que los lugares sean indiferentes. Lo indiferente, como antes dije al mencionar la conferencia de Foucault es quién, como en la escritura, habla allí.
Otro tema que llamó mucho mi atención fue el de la transferencia. Aquí tendría qué hacer dos matices. El primero es que la transferencia que hace posible el análisis viene desde el analizante.

En este punto, me parece que el analista, salvo raras excepciones, no tiene que negar el análisis y no ocupar su lugar (recuerdo la anécdota de Allouch de que Lacan una vez negó la talking cure a un torturador —sin decir la razón, lo comentó en una comida con su familia si mal no recuerdo—). Y antes de esto históricamente, el caso de Abraham Kardiner, quien se había analizado con Freud y ejercía en Estados Unidos y también se negó a recibir la demanda de un sujeto que le pedía que le ayudara a “matar sin remordimiento”.
Quizá en estos casos nos encontramos con lo que Bonoris menciona como canallas, evocando a Lacan.
Personalmente, lo que hago es recibir a quien puede y quiere colocarme en el lugar de analista.
Y aquí recuerdo a uno de mis maestros que nos dijo en una conferencia: “si un analista no puede recibir a alguien eso está relacionado con el análisis del analista y es ahí a donde habría qué llevarlo”. O a la supervisión.
Finalmente otras dos cuestiones: ¿ la transferencia no es sólo amor? ¿uno no se cura sólo por amor?
No sólo por eso; pero también, como dice Bonoris en su libro. Y ahí hay que establecer un análisis muy fino de la relación entre amor, deseo y saber.

La transferencia, para Freud, fue llamada de varias maneras; pero hay una que siempre sostuvo: la transferencia es amor.
Lo que Lacan vinculará después es ese amor con una pregunta que, con el auxilio del Banquete, de Sócrates-Platón podrá contestar : ¿amor a qué? Al saber, ése que le supone al analista.¿ A un saber de qué? De su deseo. Pienso que desde el inicio hasta el término de un análisis están en juego, aunque en formas distintas, estos tres términos.
Desde el analista como sujeto supuesto saber hasta su lugar como semblante de objeto a, causa del deseo.
La otra cuestión es la pregunta con la que termina el libro.” ¿Un psicoanálisis no es una fiesta?” .
Sí; pero también es un duelo, como lo ha dicho una línea antes. Una nunca es la misma después del inicio de un análisis.
Eunice Michel
Guadalajara, Jalisco. Colonia Morelos. 24 de agosto de 2023.
Referencias:
Bonoris, Bruno: ¿Qué hace un psicoanalista? Coloquio de perros editorial. Buenos Aires, 2023.
Foucault, Michel: ¿Qué es un autor? elseminario.com.ar. Argentina.2000-2005.
Imagen de portada:
Instagram de Bruno Bonoris / @psibrunobonoris





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