Agustina Bazterrica y el indigno futuro
Columna invitada
El sonido violáceo que emanaba de la piel viva de las indignas era cada vez más frecuente. Los latigazos que la Hermana Superior prolongaba a las que se atrevieran a asomar algún comportamiento erróneo era preferible que sobrevivir afuera de los muros de La Casa de la Hermandad Sagrada. Ellas lo saben, ya que el exterior es un lugar peligroso. Guerras por el agua, catástrofes ambientales, hambruna y enfermedades fueron la causa de que el mundo quedara reducido a las ruinas.
El mundo postapocalíptico que nos narra Agustina Bazterrica (1974) en su nuevo libro Las indignas (2023), es un desliz hacia la oscuridad y egoísmo que nos deja conocer poco a poco la protagonista de la historia. Escrito a manera de diario, la solemnidad de vivir bajo el régimen de un culto religioso queda difuminado con los pensamientos, recuerdos y furiosos arranques que se asoman de su escritura.
Él, ¿quién es él?, poco sabemos de este personaje, pero sabemos que domina desde las sombras, donde solo se le pueden ver sus botines negros cada vez que las indignas se encuentran en La Capilla de la Ascensión. Vitrales que iluminan como joyas translúcidas la piel de las mujeres presentes y órdenes que se convierten en torturas y sacrificios.
Bazterrica ya nos había sorprendido en 2017 con su novela anterior Cadáver exquisito. De igual manera, nos habla de un futuro no tan distante, quizá no tan delicioso para los carnacas (¿o sí?), en el que, a causa de un virus que hace incomible la carne animal, la industria cárnica se tiene que volcar en comerciar otro tipo de alimento: la carne humana. Una grandiosa alegoría poética al capitalismo caníbal en el que estamos inmersos.

El estilo de escritura de Las indignas es diferente al anterior, aunque es verdad que juega con la idea de los futuros distópicos, en su nuevo libro encontramos un horror que se describe con una gran belleza y sutileza. Brillantes recuerdos del pasado de la protagonista, en los que comparte con su madre la felicidad de leer los pocos libros que quedan, así también la compañía de Circe en su vida antes de los muros, son una estación de descanso en el gris y neblinoso futuro que comparte con sus compañeras del culto, en el que hay que tener cuidado con las mariposas porque pueden quemarte la piel con solo tocarte.
El futuro que Bazterrica nos narra va desde el ecocidio hasta las mutaciones de la fauna. Nos habla de los bosques de metal que fueron creados para cumplir la función de los árboles, de los arroyos que son capaces de generar la locura eterna a quien se atreva a beber de su agua y de la aniquilación de toda la flora, que no queda más remedio que preparar harina con cuerpos de grillos para alimentarse.
Afuera: árboles artificiales construidos para suplantar a los verdaderos. Adentro: arroyos de agua que corren en el bosque y que nos puede ocasionar locura al tomar su agua. Afuera: peligrosas personas que harán lo que sea para conseguir alimento. Adentro: pan de grillos; después de poco tiempo te acostumbras a esa textura crocante y peluda. Afuera: Circe, su maga, su cuidadora. Dentro: Lucía, su gran amor.
Como en su Cadáver exquisito, en el que existe una denuncia ética hacia el comportamiento del ser humano en las situaciones actuales, en Las indignas podemos encontrar numerosas lecturas de señalamiento: desde el machismo, la indiferencia hacia el cambio climático provocado por los seres humanos, hasta las falsas narrativas de las religiones.
Víctor Hugo M.
Imagen de portada: Brujas yendo al Sabbath (Luis Ricardo Falero, 1878).
Las opiniones vertidas en las columnas invitadas y en las publicaciones especiales reflejan el punto de vista de su autor o autora y no necesariamente el de Cuerdas Ígneas como proyecto de escritura. Para comentarios, observaciones y sugerencias escríbenos a: cuerdasigneas@gmail.com





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