Columna invitada
Recordar es, sobre todo un acto creativo.
Al redactar la gente crea, redacta su vida.
Svetlana Alexiévich
Cada año imparto la materia de Historia Universal del Siglo XX para 9° grado[i] (3° de secundaria en el sistema educativo tradicional). Es muy común que los retos y el sentir de los alumnxs sean diferentes en cada curso y el año escolar 2023-2024 no fue la excepción. Este año me enfrenté con un grupo compuesto de puras chicas, obligándome a cambiar el enfoque y mis planeaciones de la materia de una forma más interesante. La dirección de la asignatura fue ponderar el papel de la mujer durante los acontecimientos y coyunturas que han dejado huella. De esta manera las alumnas sentirían mucho más cercana la clase. Además, la intención era que pudieran conocer que durante los conflictos bélicos del siglo XX también hubo mujeres luchando: francotiradoras, conductoras de tanques, partisanas y soldados de primer frente.
Al abordar el periodo de entre guerras y la Segunda Guerra Mundial, recurrí al libro canon de Svetlana Alexiévich: La guerra no tiene rostro de mujer (1985). Dicha obra está realizada a manera de ensayo, recopilando experiencias y entrevistas de las mujeres soldados que participaron en la Segunda Guerra Mundial. Alexievich, de origen bielorrusa, se enfrentó al golpe de censura de la desaparecida Unión Soviética cuando se publicó el libro en la década de los 80, acusándola de manchar el heroico papel de la URSS durante este conflicto bélico.
La autora nos hace una gran diferencia al separar la Historia con la que se ocultan los hombres: esos relatos de los grandes acontecimientos, esos enfrentamientos de los ideales e intereses que hacen que se originen los hechos. Mientras que la historia de las mujeres (con h minúscula) es esa que toma los sentimientos, que incluye a la naturaleza, a esos animalitos que también formaron parte de los sucesos canónicos. Tal cual, en la obra podemos encontrar una riqueza poética que nos narran las protagonistas.

Nosotras queríamos estar guapas…
El destino de muchas mujeres se decidió cuando Alemania invadió la URSS en el año de 1941. Casi un millón de mujeres se enlistaron a las filas del ejército rojo para combatir el dominio nazi. Algunas de ellas recuerdan que no había uniformes, obligándolas a usar ropa de hombre que les quedaba muy grande; no había botitas a su medida, aun así, estaban decididas a pelear y defender su país. Sufrieron el maltrato de sus compañeros de muchas maneras, por lo que tenían que demostrar de lo que eran capaces. Todos los relatos de la obra son de gran importancia, tanto por la valentía como por la diferencia en las maneras en que soportaban la guerra. Una de las supervivientes narra que una vez fue reprendida al atar una ramita de violetas en su bayoneta, hecho casi incomprensible para su comandante. Otra platica que lo único que llevó entre sus cosas fue una maleta llena de bombones, pues eran las golosinas que le hacían recordar a su madre. Al cabo de una semana ya no tenía nada que comer. Otra más, menciona que, durante los cuatro años que duró en el frente, el momento que más adoraba era el de montar guardia durante las noches, pues en los primeros minutos del alba podía escuchar volar y cantar a los pajaritos, hecho que le recordaba a su vida antes de la guerra, ya que durante el día era imposible ver o escuchar algún animal.
La voluntad de pelear no era ajena a la belleza de todas ellas. Muchas de las mujeres combatientes mencionan que al llegar a los pueblos abandonados lo primero que hacían a la orden de descanso de tropas era recordar su feminidad. Buscaban algún atuendo que las hiciera recordar lo que para ellas era ser mujer. Una de ellas recuerda que al entrar a Alemania en el año de 1944 se alojaron en un castillo donde los armarios estaban repletos de ropa bonita. Se pusieron vestidos, sombreros, zapatos y, al llegar la noche, durmieron con la ropa puesta y sentadas para no arrugar el atuendo. Al día siguiente se miraron por última vez al espejo y dejaron todo como lo habían encontrado. Otra de ellas apunta que al terminar la guerra lo primero que hizo al regresar a su ciudad natal en la URSS fue irse a comprar unas zapatillas, pues era lo más importante que la hacía sentir una mujer.

El curso que imparto actualmente ha sido una experiencia de gran aprendizaje. Este tipo de narraciones, llegando al sentimiento y al corazón, han ayudado a ilustrar un poco los terribles sucesos de la Segunda Guerra Mundial, pues los alumnxs adolescentes lo que necesitan son relatos que los lleven a imaginar y no las series de datos que en la mayoría de los casos nos obligan a aprender.
Víctor Hugo M.
[i] El plan de estudios de la pedagogía Waldorf el 9° grado es 1° año de bachillerato.
Imagen de portada: Panza arriba con La guerra no tiene rostro de mujer (2024). Foto: Víctor Hugo M.
Las opiniones vertidas en las columnas invitadas y en las publicaciones especiales reflejan el punto de vista de su autor o autora y no necesariamente el de Cuerdas Ígneas como proyecto de escritura. Para comentarios, observaciones y sugerencias escríbenos a: cuerdasigneas@gmail.com





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