Aquí en México somos muchos y muchas quienes contamos con un padre que estuvo con la familia, nos cuidó y protegió durante la infancia y lo que después vino en la vida y nunca estuvo ausente de nuestras vidas.

Pero también en nuestro país son muchos y muchas quienes pasaron por la experiencia de que, aun teniendo un padre biológico, no tuvieron en su casa un padre. Quizá de ahí viene esa frase tan triste y a la vez tan significativa, de Alma Delia Murillo, joven escritora mexicana que dio a luz al libro que ahora reseño y que es el título de este artículo.

Alma Delia dice textualmente “me atrevo a decir que en este país todos somos hijos de Pedro Páramo”.

Y pues sí, estructura patriarcal y machista de por medio, y cuando no había exámenes de ADN y ahora que los hay, son quizá demasiados los hombres que se desentienden de sus hijos e hijas, alejándose de la mujer con quien los han procreado.

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Alma Delia Murillo. (Foto: Héctor Guerrero / El País).

Eso convertiría a nuestra nación en una que alberga a demasiados juanes y juanas Preciado, buscando a su padre como en la célebre novela de Juan Rulfo.

En el caso de la narración de Murillo,  lo que hace a la novela creativa y original es la explícita reflexión sobre lo imposible literalmente para algunos hombres de sostenerse como padres; lo cual no es tan sencillo como podría parecer a una primera vista, la “simple” irresponsabilidad, inmadurez o como queramos llamarla.

En el caso particular de su padre, después del periplo familiar para encontrarlo, recorrido hecho por su mamá, tres de sus hermanos y ella misma, quien ha tenido la premonición de que tiene que volver a verlo porque él va a morirse pronto, se va a encontrar con un hombre que no pudo sostener su función paterna después de las desgracias familiares.

No sólo la pobreza, ni tampoco las grandes carencias de la clase popular en la que Murillo nació, sino también las tragedias familiares que quizá nunca entenderemos porqué derrumbaron a ese hombre.

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Imagen tomada de: Círculo Plus.

¿Falta de resiliencia, como dicen los psicólogos y psicólogas?  ¿Imposibilidad, literal, y no sólo metafórica, como Freud señalaba desde el psicoanálisis, de ocupar el lugar paterno?

“Gris es toda teoría; verde es el árbol de la vida”, como decía Goethe.

¿Qué representó, de aquello que constituyó su vida, lo que ante un acontecimiento desgraciado, lo derrumbó como padre?

Alma Delia Murillo nos lleva, a través de todo el texto que presumimos autobiográfico, a plantearnos como problema y no sólo como reclamo o resentimiento, lo ocurrido con ese hombre.

Y desde luego, ello sin dejar de lado el reconocimiento a una madre que se deja la piel, con un cuerpo agobiado por la falta de apoyo, para sacar adelante,  como puede, ella sola, a los ocho hijos e hijas que tuvo con él.

Tampoco es fácil ser madre.

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Ilustración: ANRed.

Desde mi perspectiva, son estos dos temas, la paternidad insostenible, para algunos, quizá demasiados, hombres;  y la maternidad, en condiciones de soledad, para muchas, quizá demasiadas, mujeres, que se sostienen a sí mismas y a sus vástagos en las más difíciles condiciones.

Comprender esta complejidad es lo que llevó seguramente  a la autora de La cabeza de mi padre a que su dedicatoria en otra de sus novelas exprese: A mi madre y a la memoria de mi padre.

Reconocer los orígenes, por complejos que éstos sean, es el primer paso para hacerse de lo que Lacan llama un nombre propio.

Me atrevo a decir que en ese camino está Alma Delia Murillo, a la vez que nos ofrece algo de lo más característico, del nombre propio, si también así puede decirse, de nuestra Patria.


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