La exposición mediática se ha convertido en un arma de doble filo que sorteamos con mayor o menor éxito todas las personas que tenemos presencia en las redes sociales, presencia que puede ser tanto voluntaria como involuntaria, y que nos puede llevar a que nuestra vida personal o íntima sea vulnerada, o a que nuestra personalidad sea llevada al escrutinio social debido a una publicación o un video e incluso a ser fuente o material para memes.

¿Estamos al tanto de todo ello? ¿Actuamos de manera íntegra y consciente cuando consumimos o difundimos contenido en nuestras redes sociales personales?

En la vida de cualquier persona hay momentos difíciles, momentos alegres, episodios de distinta índole que nos muestran facetas vulnerables, iracundas, sensibles, entre otras. Vivir en esta época ha transformado esos estadios por los que transitamos los seres humanos en material público al volvernos susceptibles de ser grabados/as o exhibidos/as durante un mal momento, siendo parte en ocasiones de fenómenos virales que valdría la pena analizar desde un enfoque ético y humanizante.

Y es que un mal día o un mal momento para alguien que se ha vuelto viral tiene implicaciones para la persona que exceden el fenómeno mediático que puede esfumarse en días o meses, generando angustia, inseguridad o consecuencias negativas tanto laborales como personales para las personas protagonistas de esos momentos, las cuales no están encaminadas en hacer reflexionar sino en evidenciar, castigar e incluso anular a la persona, sin que brindemos una escucha efectiva y empática a quien está atravesando por esto, es decir, sin que realmente nos preocupemos o nos ocupemos como sociedad de cómo resarcir los daños que desde varios frentes se generan.

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Imagen: ShutterStock.

¿Nos debe perseguir siempre algo que hicimos o dijimos con enojo, con angustia o en un momento de vulnerabilidad? ¿No tenemos derecho a equivocarnos y disculparnos? ¿No merecemos pasar por los momentos más penosos o sensibles de nuestra vida sin el escrutinio y juicio de la hoguera pública que tan pronto señala como condena sin intentar comprender lo que juzga y observa muchas veces con morbo?

Las redes sociales son un escaparate para mostrar aspectos no siempre realistas sobre lo que somos. Y esto funciona para ambos lados, tanto lo positivo como lo negativo. Así como podemos construir una vida idílica recortando todos aquellos aspectos que no queremos hacer públicos, también podemos revelar más de lo deseado involuntariamente al ser captados por una cámara en un mal momento y, con ello, generar una idea parcial sobre nuestra personalidad, actitudes o cualidades, todo lo cual es mucho más de lo que se refleja en un minuto de video o en una publicación.

¿Qué pasa con las personas que padecen una crisis nerviosa o que tienen un síntoma revelado ante los ojos del mundo a través de una grabación?

¿Merecen ser juzgadas sin que sepamos realmente el contexto de lo que está ocurriendo?

Burlarse con saña y sin contexto de una persona que manifiesta un síntoma evidenciado en redes sociales nunca es aceptable, pues deshumaniza a la persona, la encasilla en un mal momento que quedó grabado y le resta validez al resto de sus características y cualidades.

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Imagen de portada: conmishijos.com

Hoy en día vivimos en un mundo interconectado, en el que se ha vuelto muy fácil juzgar a una persona que se ve envuelta en un fenómeno viral. Nos cuesta trabajo entender que esa persona es más que ese instante y que el episodio puede deberse a uno de sus fantasmas que salió en un mal momento.

Las redes sociales tienen aspectos positivos también, así que la propuesta es que podamos reconocerlos, a la par de cuestionar sus connotaciones negativas. Algo relevante es que estas plataformas logran conectar a personas con intereses similares para conseguir un trabajo, generar ingresos o simplemente buscar personas para crear vínculos de amistad, sin embargo, cuando una persona pierde el control de su propia imagen al volverse un fenómeno viral por las razones equivocadas es sumamente difícil volver a reconstruir la imagen que quiere mostrar en el mundo digital.

Mantenemos la esperanza de que hay personas con ojo crítico que podrán ver más allá de los fantasmas reflejados en las redes sociales, pues los individuos son más complejos que el mero reflejo de sus síntomas. Detrás de un video negativo puede haber una gran carrera, una personalidad brillante, una familia que le admira por su tenacidad y muchas personas inspiradas por su trayectoria.

Recordemos que las plataformas y redes sociales se sostienen gracias al contenido que publicamos, que vemos y con el que interactuamos día con día. En ese sentido es importante no perder de vista que en este mundo digital no pagamos como tal por gran parte del contenido porque son nuestro tiempo, interacciones e información lo que se ha convertido en un producto sumamente rentable para las empresas, es decir, el producto eres tú convertido en un perfil social.

en las redes sociales el producto eres tú
Imagen: Marilink.

Por otra parte, ya ha sido reconocido por especialistas que el contenido que miramos en internet y las interacciones que tenemos en redes sociales pueden generar afectaciones a nuestra salud mental en diversos aspectos, como la opinión que tenemos de nuestra propia persona. En la búsqueda de pertenecer a determinado círculo social o de probar que somos personas valiosas y exitosas, podemos caer en rutinas y comportamientos que nos traen ansiedad y depresión.

Seamos parte de un uso consciente de la redes sociales en el que se privilegie la empatía, la salud mental y en el que no se juzgue a las personas de manera frívola por sus síntomas ni sus problemas psicológicos.

Hace unos días me topé con una canción que me hizo reflexionar un montón acerca de un tema aún tabú pero muy importante. Al escuchar la canción Fantasmas del músico Humbe no pude evitar pensar que tener algunos síntomas relacionados con la salud mental se siente justo como dice la canción, mil fantasmas dentro de uno mismo que tienen que convivir dentro de ti todos los días para no caer en la depresión o en otras problemáticas relacionadas con la salud mental.

Algunos de estos fantasmas te hacen sentir todopoderoso, famoso, te sientes importante, como estrella de cine.

Otros te hacen sentir un enojo descomunal que no sabes a quién dirigir, si contra tus compañeros de trabajo, tu familia o simplemente hacia alguien con quien te topas en la calle.

Otros más te hacen sentir que tienes pasado y presente, pero no futuro. Tienes muchos fantasmas, pero prefieres no hablar de ellos. Todos ellos viven dentro de ti y solo haces lo mejor que puedes.

Las generaciones pasadas pensaban que hablar de salud mental era algo negativo, aunque no debería ser así. Los millennials y generación Z usualmente adoptamos otro enfoque, preferimos ver las cosas cómo son, aunque pueda ser doloroso.

En el ecosistema digital los miles de creadores de contenido que existen son personas que buscan la validación constante de los demás, muchos lo hacen con el fin de satisfacer intereses monetarios y la carga de dopamina que el cerebro recibe al ser admirado en redes sociales, pues resulta sumamente adictiva.

creadores de contenido validación viral
Imagen: AdobeStock.

Sin embargo, para las personas que no están en redes sociales por fama o intereses monetarios, volverse viral no siempre resulta una experiencia positiva y pueden llegar a creer que su imagen será afectada hasta el final de sus días e incluso inconscientemente se puede llegar a sentir que la vida misma está en peligro.

Retomar el control de la imagen que las personas tienen de nosotros tras una viralización negativa es una tarea sumamente difícil, pero no imposible. Con tiempo, paciencia y estrategias de relaciones públicas podemos mejorar nuestra imagen para lograr un enfoque desde otra perspectiva. Resaltando los aspectos positivos de nuestra personalidad y generando empatía con las personas que nos observan es posible retomar de nuevo el control de nuestra imagen.

Como millennials y centennials debemos estar conscientes de que el lujo más grande que existe en este mundo actual, a diferencia de lo que vivieron nuestros padres antes de la década de los años 90, es nuestra privacidad y tranquilidad. Aunque esto puede parecer imposible en este mundo supervigilado. Debemos desconectarnos por unos momentos del mundo digital y reflexionar acerca de lo que es verdaderamente importante para nosotros dentro de nuestro círculo más cercano.

Despertemos de la ilusión de que toda nuestra vida está en línea y busquemos dentro de nosotros mismos lo tangible, retomando la conexión con las personas que amamos porque al final del día es lo que realmente importa y lo que trasciende.

Gracias a mi prima y a mi tía por el apoyo y el espacio libre en Cuerdas Ígneas para hablar de estos relevantes temas actuales que no deben ser ignorados.


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