El ocaso de la vida

¿Hay una vida para mí, posible, coherente, consistente con lo que me han enseñado Eunice e Ignacio? Como la pregunta aparece, susurrándome al oído, sin importarle la hora del día o el sitio donde me encuentro, doy paso a la escritura, lo único que me ha salvado, de mí misma, de los dolores que desgarran las entrañas. Y también me ha salvado de la locura