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J. Ignacio Mancilla
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“De todo cuanto ha sido escrito yo
solo amo aquello que se escribe
con la propia sangre. Escribe con sangre:
y sabrás que la sangre es espíritu”.
Friedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra (Del leer y escribir).
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Lo primero que habría que consignar es el título y subtítulo del libro del que nos ocupamos, Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie. Un libro singular en muchos sentidos, expresión de la madurez de un pensamiento y una filosofía (¿es mejor decir anti-filosofía?) que todavía hoy nos sorprende.
Mucho se ha escrito de este peculiar texto y no quiero dejar de decir mis palabras al respecto. De modo que va, pues, mi lectura del libro y por ahora me detengo en el Prólogo.
Una forma de leer tan sugerente libro, que nos reta ya desde su título y todavía más si consideramos su subtítulo, es hacerlo desde la perspectiva del nombre propio. Sí, Zaratustra, mejor conocido como Zoroastro, fue un sujeto particular creador de un sistema religioso y moral que pone como centro las ideas de bien (la luz) y mal (la oscuridad); es, desde la óptica de Nietzsche, el primer moralista de la historia.
De ahí que su nombre, convertido en el libro en un tipo filosófico (en realidad antifilosófico) y también en un símbolo en y de la obra de que nos ocupamos, tenga el sentido de ser la antípoda de lo que significó, históricamente hablando, dicho sujeto, para mutarse en su contrario: el primer inmoralista de la historia.

Cosa que se hace desde la escritura de un sujeto singular, Friedrich Nietzsche (como firma, Derrida), que se ha construido -con su vida y su obra- su nombre y desde ahí es que nos implica no en tanto somos todos y mucho menos en cuanto somos nadie, sino, precisamente, si pretendemos ser unos auténticos lectores de tan peculiar obra, lo tenemos que hacer en cuanto nos incumbe en la medida en que nos sostenemos -en nuestra vida y obra- en las peripecias de nuestro nombre propio particular en tanto lectores.
Dicho de otra manera, la mejor forma de ser receptores activos y creativos de Nietzsche es desde nuestra propia historia y subjetividad; es decir, desde nuestro propio nombre. Por ello lo primero que tenemos que poner en juego es qué nos implica esta particular obra del pensamiento filosófico.
De mi parte lo haré destacando lo más significativo en mi lectura en cuanto conmovió ese que fui yo y que se mutó una vez que recibía y daba sentido al mensaje nietzscheano desde mi subjetividad, transformada por su lectura.
Intentaré dar cuenta de ello con mi lectura del Prólogo, del que destacaré lo más importante desde mi punto de vista.
Lo primero que habría que resaltar es el paralelismo, para significar otra cosa, entre la vida de Jesús de Nazareth y el personaje de Zaratustra (el simbólico y literario) en cuanto a la edad y la predicación de algo radicalmente nuevo.
De este modo el Prólogo tiene claramente dos partes.
En la primera se anuncia el descenso y ocaso de Zaratustra; además de la enunciación, tan importante en todo el planteamiento nietzscheano, de que “Dios ha muerto” como caracterización central de la modernidad y como definición de Zaratustra, el ateo.

Se da cuenta, también, de la “transformación” de Zaratustra mismo en un niño, con todo lo que conlleva para la creación como paso posterior a la destrucción de los valores establecidos; amén de otras cuestiones que el libro como un todo desplegará, poco a poco, en una trabazón orgánica literaria y filosófica.
Es desde ese lugar de niño, es decir, de hombre transformado, que Zaratustra será el portavoz (profeta) del Ultrahombre (Übermensch) y el señalador del “último hombre” (el hombre moderno).
En la segunda parte del Prólogo Nietzsche consigna sobre todo su fracaso en su tentativa de anunciar al Ultrahombre y la experiencia de confrontarse ante “oídos” todavía no preparados para escuchar la buena nueva.
Y así hacer un retiro táctico y estratégico, para ir más allá de ser un mero “enterrador” de cadáveres, pues su propuesta es para los vivos; en pocas palabras, para los creadores de nuevas cosa y nuevos valores.
Haré una síntesis, muy apretada, de esas ideas; sin citar los muchos textos maravillosos en que se despliega este libro, de modo que las y los invito a que lean en voz alta, para que así les “resuene” mejor la potencia de su discurso y la belleza del profetismo nietzscheano.
Ideas y textos que iré abordando poco a poco, hasta desplegar sino todo el sentido de este maravilloso Prólogo, por lo menos sus caminos primordiales siempre desde la mirada que mi caminar me he impuesto desde la singularidad de mi subjetividad e historia.
Lo que Zaratustra nos trasmite, como el portavoz más radical de la filosofía nietzscheana, es la pretensión de superar el nihilismo como el callejón sin salida de la modernidad; y, en esa misma tesitura, lo que pregona es la superación del hombre en cuanto animal enfermo, despreciador de la tierra, de la vida, del cuerpo y de la sexualidad.

Es aquí donde su sentencia: “El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, – una cuerda sobre un abismo” (p. 74), adquiere pleno sentido.
Zaratustra vive para anunciarnos al superhombre y en ello se va a consumir; y el superhombre va a ser la creatura que será capaz de darle pleno sentido a la tierra y a la vida en tiempos de la ausencia plena de Dioses, pues Dios ha muerto, no se nos olvide y es el superhombre el que está llamado a resignificar la tierra toda y la vida misma.
Esto es lo que significa su más que citada y consabida afirmación de que “Dios ha muerto”, como el indispensable primer tiempo (lógico) que posibilita la aparición no ya de un Dios, sino de un inmoralista capaz de anunciarnos la próxima venida del superhombre.
Ese será su ¿aciago? destino.
Así es como da inicio el descenso de Zaratustra, que contrasta con el ascenso de Jesús de Nazareth en tanto Jesús El Cristo, culminación plenamente platónica que termina por quitarle el sentido humano (demasiado humano) a la tierra y a la vida.
De ahí que el primer discurso de Zaratustra después del Prologo sea, precisamente, aquél en el que el profeta del superhombre nos anuncia las tres transformaciones del espíritu.
Pero esto ya es parte del cuerpo del libro todo y no del Prólogo, que es sobre el que aquí estoy escribiendo.
Una última cuestión, que tiene que ver con los animales de Zaratustra (el bestiario de Nietzsche) que tienen una enorme carga simbólica y que es indispensable deconstruir de la forma más adecuada, pues en el cierre del Prólogo ya nos anuncian el pensamiento nodal de Así habló Zaratustra, y que previo a este libro Nietzsche mismo había anunciado, ya (en La gaya ciencia), como el pensamiento más pesado: el del eterno retorno de lo mismo.

Por supuesto que mi lectura nunca podrá sustituir la lectura que tú, amable lector o lectora, harás con toda la carga subjetiva que te corresponde dada tu historia, de este maravilloso Prólogo (y el libro todo).
Si la haces desde ahí, estoy seguro de que el texto y su luminosidad simbólica adquirirá, radicalmente, otro sentido para ti como lector o lectora y también como existente.
Que te aproveche y salud.
Y… estoy seguro te convencerás de que leer a Nietzsche y escribir sobre él no es nada inocente y tiene enormes consecuencias ahí, en tu ser más profundo. Me atrevería a decir que en límite de tu ser.
De modo que… ¡adelante!, acepta el reto.
(Nota: Este texto continuará. Esta es una incitación para leer Así habló Zaratustra completo. #Nietzsche2020).
P. D. en Modo bibliográfico:
Desde 2016 tenemos ya en español, en una edición crítica, las Obras Completas de Friedrich Nietzsche, año en que se publicó el Volumen IV (y último) de las Obras de Nietzsche por Editorial Tecnos, al cargo de Diego Sánchez Meca. A México llegó con algo de retraso. Si consideramos que los Escritos póstumos (ya completos, en 4 Volúmenes, también bajo la responsabilidad de Diego Sánchez Meca) y la Correspondencia (editada por Editorial Trotta, en 6 Volúmenes, bajo la responsabilidad de Luis Enrique de Santiago Guervós), podemos decir que ya se cuenta, en español, con las tres fuentes principales para estudiar a profundidad el pensamiento nietzscheano. Cierto que de Así habló Zaratustra se contaba desde hace buen tiempo con la edición crítica, ya canónica, de Andrés Sánchez Pascual (para Alianza Editorial) y la edición también crítica de José Rafael Hernández Arias para Editorial Valdemar (2005); además de otras ediciones. Para el caso de este texto que versa sobre el Prólogo de Así habló Zaratustra se consideró la versión de Alejandro Martín Navarro para Tecnos (Volumen IV, página indicada entre paréntesis en el texto) y la de José Rafael Hernández Arias para Valdemar (p. 70).
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J. Ignacio Mancilla.
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