Carne cruda

Eunice Michel

Esta vez voy a referirme al último libro que publicó Rubem Fonseca (1925-2020), uno de los grandes escritores de novela negra brasileña; de los contemporáneos, quizá el más importante.

Además de novela negra, Fonseca escribió libros de cuentos y el que estoy reseñando ahora es uno de éstos. Retomaré el cuento que da título al libro (Carne cruda, Tusquets Editores, 2019).

Pero antes diré algo que me llamó la atención desde el principio del libro. Fonseca, que ha sido un escritor de novela negra, de suspenso y donde la violencia y la crueldad son manifiestamente el tema, en este libro me sorprendió al principio leer cuentos de amor, entremezclados con otros donde la muerte y la violencia están en el primer plano.

libro de cuentos
Portada de ‘Carne Cruda’.

Después de leer todo el libro ya no me asombré tanto de esa mezcla y pensé psicoanalíticamente (como suelo pensar desde hace mucho tiempo). Me dije: ¿Por qué el asombro, si la pulsión, como dice Freud, tiene dos facetas inseparables, amor y odio o, si preferimos decirlo así, empuje hacia la vida y empuje hacia la muerte?

Después de todo, lo que el escritor está haciendo ahí es narrar, con la precisión, giros inesperados, finales sorpresivos y humor que le caracterizan, sobre la condición humana, su lado oscuro; pero también su lado luminoso y los dos lados, que siempre se mezclan y desmezclan, aún en la relación más tierna.

De los relatos del orden del amor e incluso de la armonía que puede haber hasta en un matrimonio de más de 20 años de estar juntos, es, por ejemplo el primero, que se llama, precisamente, Amor y otros prolegómenos.

escritor brasileño
Rubem Fonseca. (Foto: La Tercera).

¿Por qué elegir Carne cruda?  Porque me parece el más representativo del estilo de un autor que no hace concesiones ni se hace ilusiones con respecto al lado oscuro de lo humano, ése que la civilización, con trabajos, logra domeñar; pero que aparece de pronto como algo muy fuerte que encubre a lo que seríamos sin ésta.

Hay dos tabús fundamentales para considerarse un ser civilizado. Uno de éstos es, como lo trabajó Freud en Tótem y tabú (1913), la prohibición del incesto. El otro, la prohibición de comer carne humana.

En el cuento que da título al libro que comento, Fonseca retoma en la ficción literaria, el segundo de éstos. Como si nada. Podemos decir como si nada ocurriera.  Como si fuera lo más “normal” para el protagonista de la corta historia.

Nos encontramos ante un sujeto que simplemente asume que a él lo que le gusta, desde pequeño, es comer carne cruda y que así lo hizo desde niño, en cuanto se le cayeron los dientes de leche y comenzó a masticar.

ficción literartura cuentos
Rubem Fonseca. (Dibujo: Kathia Recio / La tercera orilla).

Obviamente, primero fue carne de animales; pero en tres páginas el narrador va a describir cómo este hombre,  al hacerse adulto, y comer carne de un perro rottweiler, al que ha matado después de convencer a la vecina de que lo deje pasear, la va a  matar también a ella, cuando se da cuenta de lo que ha hecho. Y se comerá asimismo la carne de la señora, calificando el acto como una delicia, superior a la de comer carne de perro.

La frase final, como es de esperar en un narrador como Fonseca es simple y a la vez espeluznante. Al término de la historia,  declara el protagonista, otra vez con esa frialdad y crudeza que caracteriza el estilo del escritor “La carne de perro es deliciosa, pero la de ser humano, hombre, mujer o niño, lo es aún más. Lo sé porque, últimamente, es la única carne que como. Cruda, por supuesto.”

Pensé en los sobrevivientes del accidente aéreo en los Andes (1972) quienes, para poder vivir, tuvieron que comer partes de los cuerpos  de los pasajeros muertos y las consecuencias terribles que ello tuvo en sus vidas, posteriormente, al haber violado un tabú constitutivo de la civilización humana, aunque hubiese sido para salvarse mientras los rescataban, y me dije: sí, el violar esa prohibición es algo que nos despoja de lo humano.

comieron carne humana
Sobrevivientes del accidente de los Andes. (Foto: El diario montañés).

Pero la pregunta persiste. Como en el caso del incesto y los castigos terribles que menciona Freud en Tótem y tabú a quienes lo violan entre las tribus llamadas primitivas, y se pregunta él mismo si no ocurrirá porque es algo por lo que tuvo que haber antes una gran tentación para hacerlo, por lo que tuvieron que instituirse esas leyes y sanciones. 

¿Y todos los rituales y reglas que están implicados asimismo en el canibalismo, aún en los pueblos considerados más “salvajes” no tendrán qué ver también con la gran tentación que producía en aquellos hombres la posibilidad de devorar a sus congéneres?

La literatura nos muestra, desde un campo distinto al del psicoanálisis, y desde la fantasía (que finalmente y no lo menos importante, no es lo mismo que pasar a los actos), algo que también Freud ya decía con respecto a la pulsión de muerte. Porque el arte conlleva también otra interrogación, que va en el sentido de la respuesta del fundador del psicoanálisis a Einstein en ¿Por qué la guerra? (1933).

Si la pulsión de muerte es inevitable, si nos habita simultáneamente con la pulsión de vida, quizá la manera de dar una torsión hacia lo vital sea algo del orden de la creación, como lo dice Freud en ese texto. Y quizá de lo que se trate, es más bien de crear con ello  y dar desde el campo artístico, en este caso la escritura de ficción, una salida a ese impulso del ser incivilizado que en nosotros continúa, pese a nuestra faceta civilizada, que es la que usualmente y por fortuna, se sostiene.

Eunice Michel.

Guadalajara, Jal., Colonia Morelos, 11 de marzo de 2021.


Imagen de portada: LA 100.

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