Soy el síntoma de un arte prostituido, el brote de una sociedad grotesca…
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¿Cómo abordar este texto de Antonio Ortuño?
La verdad, no ha sido fácil. Los que saben de cine, por sus estudios, o por sus incursiones en el medio, quizá sabrían más que la que suscribe, cómo hacerlo.
¿Por qué? Porque en mi caso ni he estudiado cine, ni menos sé cómo hacerlo. Es un oficio en el que no estoy.
Donde sí estoy es en la sociedad neoliberal, en el consumo, en el entorno en que es el dios dinero el que nos manda a todes y en el que por arriba de amistades, amores, lealtades, calidades científicas, artísticas o académicas y cualquier otro valor que a mis lectores y lectoras posibles se les ocurra, “poderoso caballero es don Dinero” como ya lo decía Quevedo en el Siglo de Oro español.
Ortuño muestra en Ánima*, con creces, esto.

Con un estilo literario que en ratos remite a la oscuridad, a la sordidez de los ambientes; pero, sobre todo, de la condición humana, y en otros nos lleva de la mano por las pasarelas de los festivales a los que nos asomamos desde lejos los cinéfilos, con su fastuosidad y su glamour; pero también envidias, rivalidades casi a muerte, competencias, y traiciones —sobre todo a sí mismos—, de los personajes en juego, logra transmitirnos algo del orden de aquello por lo que tanto intelectuales como artistas daríamos el alma al diablo: aplausos, fama, reconocimiento de los demás en nuestro campo (y si es a nivel internacional, ¡sublime!)
Algo que pueda hacer de los pobres diablos que somos, una especie de cuasi dioses ante los que todes se inclinen al vernos.

Pero en contraparte, Ortuño parece estar todo el tiempo también como ironizando e incluso burlándose de esos contextos. Un solo ejemplo que pareciera mostrar lo grotesco de lo que se comenta: el hombre que se presenta al Festival de Marsella, promocionado por tres financieras, con la pretensión de alcanzar el récord Guinness, por ser el que puede introducirse más lápices en el recto.
¿Ficción?
Lo que al parecer sí es realidad es esa descarnada realidad en la que el maestro es un bohemio que va de fracaso en fracaso en su vida y en sus proyectos; sin embargo, de alguna manera, parece también ser el más digno y quizá uno de esos sujetos que sólo se encuentran en nuestra sociedad contemporánea con la lámpara de Diógenes.
El filósofo buscaba un hombre justo, en Atenas.
Nosotros, en la época contemporánea, ¿qué buscaríamos con nuestras linternas?
Quizá valga la pena, citar al Animal, en uno de los últimos apartados de la novela:
Para qué contar lo que todos esperan, para qué divertir con un canto, una danza adorable, ropa exagerada y metal; para qué hablar de amor o filmar historias de amor, para qué ser el bufón de los productores aunque cada bufón sueñe que las monedas, los premios, el aplauso, lo redimen de su miseria.
Eunice Michel
Guadalajara, Jalisco, colonia Morelos. 25 de mayo de 2023.
*Referencia:
Ortuño, Antonio: Ánima. Mondadori. México, 2011.
Imagen de portada:
Las ilustraciones de la Divina Comedia de Dante / Taschen.