Una (mi) lectura de Fuego en la pupila
Primera aproximación
“Hay fuegos de muerte, pero hay fuegos de vida”.
Silvana Rabinovich.
Mal se paga a un maestro cuando uno
sigue siendo siempre su discípulo.
¿Y por qué no habrías de deshojar mi corona?
Friedrich Nietzsche. Así habló Zaratustra.
Un libro para todos y para nadie.
Antes que publicar la tercera parte de mi Decálogo político 2024, quiero empezar el año, con este texto que celebra la aparición de una obra muy especial: Fuego en la pupila. Un acercamiento a El libro de las semejanzas de Edmond Jabès, de Dánivir Kent Gutiérrez.
Exalumna, ahora colega y querida amiga.
¿Cómo no recordar, en este contexto, aquél maravilloso curso sobre el Diablo, dado ya hace tiempo, ante un grupo integrado por alumnas y alumnos bastante inquietos y muy inteligentes y que me catapultó para decidirme a dar, después, un curso sobre Dios?
Dánivir se fue a estudiar a la UNAM, la maestría y el doctorado; y el volumen que ahora comento se desprende de su tesis de doctorado, dirigida por Silvana Rabinovich.
Nos encontramos ante un ejemplar maravilloso, en muchos sentidos; por su hondura filosófica, su actualidad y su claro y hasta poético estilo.

De entrada, renuncio a dar cuenta de la complejidad del compendio que Dánivir sigue, paso a paso, con una argumentación clara y precisa y que toca varias disciplinas: el arte, particularmente la pintura, la escultura, la fotografía y la poesía; además de la filosofía, la teología, la historia y la antropología.
La estructura misma del escrito de Dánivir es tal que ya su misma formulación nos habla de lo bien trabajado del tema, objeto de la tesis, por demás muy concreto y específico.
Yo solamente me detendré, y tampoco con la rigurosidad que merece, en el último apartado, Violencia e idolatría, con varios subapartados: Contra la banalización estetizante de la violencia; Fetichismo y reificación de la imagen religiosa y La idolatría de la sangre y el fantasma de la pureza.
Pero antes de hacerlo, conviene que las y los lectores de Cuerdas Ígneas tengan claro la estructura toda del tomo: compuesto de cuatro partes, además de la infaltable presentación —¡Por Dios: abramos los oídos, alto al fuego! (Fuego en la pupila para derrotar al fascismo)—, firmada por Silvana Rabinovich; una Nota preliminar, la Apertura y también las In-conclusiones.

Los tres apartados, aparte del ya mencionado y del que aquí me ocuparé, son: Preámbulo para una lectura de El libro de las semejanzas, con tres subapartados: El libro de las semejanzas: un libro que se parece a otro libro; La cuestión de la morada o el libro como espacio vital y La obra de Edmond Jabès: una constelación plagada de supervivencias.
Imagen y semejanza. Panorama general del problema de la imagen en la tradición judía, con cinco subapartados: Entrar en el Libro de las semejanzas; Sobre las palabras hebreas Demut y Tsélem, Pésel y Temunah; Mímesis y parentesco; Símbolo e ídolo y Esencia y apariencia.
Expresión y desobramiento, con cuatro subapartados: Habiendo presentado este breve…; Tiempo-espacio; Visible-audible y Palabra-imagen.
El último (cuarto apartado) ya consignado, pero que repito con sus correspondientes subapartados para que quede clara la lógica del pertinente desarrollo argumentativo, visible ya en la estructura del ejemplar.
Violencia e idolatría: Contra la banalización estetizante de la violencia; Fetichismo y reificación de la imagen religiosa y La idolatría de la sangre y el fantasma de la pureza.
Antes del apartado final, Dánivir Kent va elaborando, paso a paso, su acercamiento a El libro de las semejanzas que es, en verdad, una excelente aproximación general a la obra de Jabès y todavía más.
Estamos ante un ensayo bastante consistente, de un conocimiento formidable del autor y en general de la problemática estética, religiosa y filosófica, que alcanza una altura de reflexión y de pertinencia política (en el mejor sentido del término), sin tantos aspavientos, de enormes resonancias para el acontecer actual del mundo.
Justo es por ello por lo que me detengo en al apartado de Violencia e idolatría.
Y es que el libro de Dánivir me hizo claro que en la actualidad somos bastante violentos e idólatras: ésa es nuestra penitencia, ¿podremos redimirnos?


Avanzaré, pues, en mi lectura.
Pido la benevolencia y confianza de mis lectoras y lectores para obviar el camino construido y andado por Dánivir para llegar a su último tema; el sendero está muy bien reconstruido de manera más que sintética por la propia autora en sus In-conclusiones.
Por el momento, simplemente remito a ellas.
Va pues.
Prácticamente en todo el libro Dánivir inserta epígrafes muy bien seleccionados que, de entrada, nos ponen en el centro de lo dirimido en cada apartado del libro. Así lo hace en la última sección, utilizando, para ello, una de las ideas más citadas de Walter Benjamin; pero que aquí adquiere un sentido más que pertinente, pues, según las palabras de la autora, se trata de asumir “la conciencia de una violencia inherente a la cultura” presente, insiste ella, “de manera indeleble en cada una de nuestras obras” (p. 121).
Algo que supo ver Benjamin, nos dice, en su tesis VII de Sobre el concepto de historia.
Este es el arranque, al que se ha llegado de manera muy puntual y precisa a lo largo de un recorrido histórico conceptual (en el sentido genealógico), pero también plástico estético.
Siguiendo muy de cerca el pensamiento de Jabès, en tanto el propio autor egipcio y judío tuvo que confrontarse a los horrores de su tiempo, Dánivir nos lleva a tomar “plena conciencia de esta masacre silenciosa”, nos dice, sin dejar de seguir el pensamiento jabesiano, que críticamente está “detrás de la cultura que ostentamos” y que “sigue venciendo y manteniéndose en el anonimato” (p. 122).
Inmediatamente después, Dánivir se formula y nos plantea dos preguntas fundamentales que me permitirán leer su texto enclavado en el tiempo presente, pero atendiendo, en todo momento, su aguda lectura del pensamiento de Jabès:
“¿Qué hacer sin embargo con esta conciencia? ¿Dónde llevar los restos de esta <<muchedumbre devorada por las llamas>>, que la historia [incluso en nuestros días] sigue sepultando capa tras capa?” (Ídem).
En este contexto, cosa que ha venido haciendo en el transcurso de su obra, la autora hace una cita más que pertinente del autor egipcio, traducida directamente del francés por ella misma, con la que nos muestra la hondura histórica del pensamiento jabesiano.
Sí, esta es una de las virtudes del libro de Dánivir, que al tiempo que expone el sentido y la obra de Jabès, aprovecha su significancia para, con variaciones muy sutiles, posibilitarnos leer no solamente al autor egipcio sino, también, ofrecernos algunas claves hermenéuticas de nuestro propio tiempo, de Fuego en la pupila.

Para mostrarlo, enlacemos todo lo que he dicho con la cita un tanto extensa que hace del autor objeto de su análisis y estudio:
“Una multitud de humanos ajenos a su estado, a su labor, ajenos a sus pasos, al adoquinado de la ciudad; ligados todavía a la tierra envuelta en brumas; ¿cómo llamarlos sino con un nombre global que los une, sujetos por un mismo hierro, a un gran fuego de duelo?
“Las pocas cenizas que llevo -sacadas de esa alta montaña que domina el mundo, ¿son del cuerpo de un amigo o de un enemigo? O, quién sabe, mías; de mí en los otros; de esa parte quemada de mí en cada uno de ellos; pero fueron tan numerosos que no subsiste hoy en mí casi nada de mí.
“Muchedumbre devoradora, devorada por las llamas; muchedumbre en polvo. ¿Escribir, en adelante, será para mí sustraer las cenizas de mi nombre entre las cenizas del suyo?
“Queda siempre, en algún lugar discreto, una llama al acecho de la mínima brizna que se niega obstinadamente a apagarse, ebria de incendio (2001: 70)”.
Sí, la cultura (toda) cómo síntoma y malestar. ¡Ay, Freud!
¿Cómo no recordar, ahora, a Blanco, uno de los personajes (formidablemente representado por Tommy Lee Jones) en la película The Sunset Limited (2011), dirigida por el propio Tommy Lee Jones, quien es acompañado (en la actuación también excelente), por Samuel L. Jackson en el personaje de Negro?
Y cuyo guion fue escrito por Cormac MacCarthy, recientemente fallecido.
He aquí, otra vez, la enorme pertinencia de la pregunta que Dánivir Kent se hace, en su riguroso análisis del pensamiento de Jabès, cuya resonancia alcanza hasta nuestra época:
“[…] ¿cómo mantener la apertura vulnerable del rostro, sostener la mirada, ante la visión violenta de aquello que nos destruye?” (p. 123).
Pregunta más que nodal, que nos servirá de guía para el cierre del presente texto que de ninguna manera pretende agotar tan espléndido libro; antes bien, quiere invitarles a que lo hagan suyo mediante su propia lectura.
Pero ante de concluir con mi escrito, que no con el tema y mucho menos con el formidable trabajo de Dánivir Kent, retomaré algunas ideas que desarrolla la autora en el último apartado de su libro.
No cabe duda, hoy caminamos sobre la barbarie de la barbarie. La simple vista del periódico, día con día, así lo constatan.
En los acontecimientos locales, nacionales e internacionales.
¿Acaso podemos nominar de otra forma lo que ocurre con las y los desaparecidos, en Jalisco y en todo México?
Y es que, de una forma o de otra, todas y todos somos supervivientes; como vino a decirle en claro, desde 1982, Gaff (Edward James Olmos) a Rick Deckard (Harrison Ford) en el cierre climático de Blade Runner (Ridley Scott).
Vale, aquí, hacer una cita de la propia Dánivir, antes de que ella refiera un texto de Jabès, de connotaciones por demás actuales y pertinentes; completando la cita con unas líneas de la autora comentada:
“Entre el sollozo y la risa, leíamos en páginas anteriores, se cifra un límite delicado, cuyo discernimiento delimita nuestra humanidad. En este caso la risa muestra su reverso monstruoso, se abre como un abismo insondable e insaciable que intenta tapiarse con cadáveres:
<<La boca será siempre herida del rostro y de la ausencia de rostro, decía reb Sherki.
El moribundo reía tan fuerte que hubo que llenarle la boca de tierra.
La tierra reía tan fuerte que con millones de muertos hubo que ahogarla (2001: 76).
[…]
“Umbral del gusto y sepulcro de los secretos, la herida abierta de la boca se debate entre el límite de lo soportable y la apertura siniestra al sinsentido” (p. 124).

¿Qué es, pues, lo que delimita la frágil y vulnerable humanidad nuestra?
Con la plena conciencia de apenas haber apuntado algunas cosas de un libro que no puede dejar de leerse, por muchas razones, quiero citar, finalmente, un texto de Dánivir Kent, por la fuerza y cercanía al pensamiento del autor tratado y, también, por todas las resonancias y ecos que tienen hacia el tiempo presente:
“Superviviente es la condición de todo viviente afectado irremisiblemente por la muerte de los otros, condición de vulnerabilidad que atraviesa la mirada del adolescente de la plaza de Odeón y la del propio escritor: <<me considero un superviviente, no solo como judío, sino como hombre —confiesa Jabès y añade—: [sobre todo] si tenemos en cuenta que el holocausto continúa en Asia y e otros lugares del mundo (2000: 73). Desmantelar la excepcionalidad de Auschwitz para prestar atención a cada masacre en particular, supone el gesto humilde de sustraer, de esta alta montaña de holocaustos que domina al mundo, las cenizas particulares de cada cuerpo y por lo tanto cargar con un peso mayor: el dolor de cada víctima, de cada muerte, única e insustituible” (p. 125).
Leer a Dánivir me ha hecho consciente del gran peso que llevaba sobre sí, como escritor, Edmond Jabès; de ahí que su narrativa sea tan conmocionante y que nos parezca, aún, como una escritura por advenir… por la ranura de este inclemente tiempo nuestro.
“Umbral inagotable de nuestros vínculos”.
Palabras de Dánivir con las que casi cierra su precioso libro.
El cierre propiamente, que toma de Edmond Jabès, les corresponde averiguarlo a ustedes amables lectoras y lectores.
Por mi parte sería todo, por esta vez.
Intentaré, en otra ocasión, abordar este magnífico libro desde otro sesgo.
¡Enhorabuena Dánivir!
Felicidades por tan bello libro.
P. D. Aclaratoria:
Por un descuido mío, atribuí indebidamente la traducción del francés al español, hecha por Saúl Yurkievich (para Alfaguara), a Dánivir Kent, en una de las citas referidas. Hago la aclaración y pido disculpas a mis lectoras y lectores, en particular a Dánivir.
J. Ignacio Mancilla
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 11 de enero de 2024.
Nota bibliográfica:
Kent Gutiérrez, Dánivir, Fuego en la pupila. Un acercamiento a El libro de las semejanzas de Edmond Jabès, Universidad de Guadalajara, México, 2023; 184 pp.





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