Para Acelo Ruiz
A la memoria de Armando, Ramón y Carlos Campaña
Para Juventino y Alfredo Campaña
A la memoria de mi abuelo y abuela, mi padre y mi madre
A la memoria de mi hermano Javier y mi hermanita María del Pilar Michel
Para mis hermanos y hermanas: Obdulia, Marco Antonio, Leopoldo, Josefina y Luis Felipe Michel
Para J. Ignacio Mancilla, con quien me unen tantos lazos; para mi hija Inés.
Hay experiencias de vida que a una la rebasan.
Para mí, una de éstas fue mi participación en las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP).
Soy parte de la Generación de estudiantes quienes, después del 68 y la matanza de Tlatelolco, enfrentamos cerradas las vías para una participación política legal y pacífica.
También formo parte de los y las jóvenes quienes, en Latinoamérica, nos fuimos reinvidicando, al paso del tiempo, discípulos de aquel señor, Ernesto Guevara, que algunos y algunas consideran un “loco” y un narcisista por haberse atrevido a soñar con un mundo que hiciera posible mejores seres humanos.
Desde mi perspectiva, los y las que participamos en los movimientos sociales armados de los años 70 no fuimos leninistas, ni estalinistas, ni trotskistas. Y, si me apuran un poco, ni castristas. Fuimos, antes que todo, lo que es un orgullo y un honor, guevaristas.

Y desde luego, como antecedentes mexicanos, además de los estudiantes del 68, heredamos ilustres antecesores como aquellos jóvenes rurales, quienes dirigidos por los maestros Arturo Gámiz y Pablo Gómez asaltaron en el 65 el cuartel Madera, sin ninguna posibilidad de triunfo y más como un acto político heroico, y asimismo del orden del símbolo, del hartazgo ante las injusticias del gobierno mexicano y en particular el de Chihuahua.
Por otra parte, también otros profesores rurales y sus asociaciones, Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, están en estrecha relación con nosotros y nosotras, guerrilleros y guerrilleras urbanas.
En cuanto a mí particularmente se refiere, tuve un breve paso por las FRAP; pero tan significativo que cambió mi vida para siempre.
Hasta mi incorporación a ese grupo, yo venía de los Comités del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) que se organizaron en muchas escuelas de la Universidad de Guadalajara, y también en colonias populares e incluso con los que ahora se llaman chavos banda, de varios barrios de la ciudad, como oposición a la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG), cuyo dominio constituía un ambiente de porros y gángsteres que hasta cobraban derecho de piso a los comerciantes de los alrededores y mantenían a los y las estudiantes en sometimiento y eran los únicos que ganaban en las elecciones.
De nuestros antecedentes, tengo que señalar también a los miembros del Partido Comunista Mexicano; en particular de las Juventudes comunistas y menciono sólo algunos que me fueron más cercanos, los hermanos Campaña López, el ingeniero Guillermo Robles Garnica y su hermana Yolanda.

Me di de baja de las FRAP muy rápido, por dos esenciales razones. La primera, porque creo que nunca fui alguien con muchas dotes ni para la vida clandestina ni para la lucha armada. La segunda, que Alfredo Campaña López, quien fue mi compañero sentimental en aquel entonces, tuvo que irse exiliado a Cuba y no quise continuar sin él una lucha que habíamos iniciado juntos.
De mi vida se hizo una leyenda en la que a veces me reconozco y en otras no, así como me pasa con la que fui a los 23 años y en ese grupo.
Uno de los motivos (y muy importante) para mi leyenda fue el de ser hija de un priísta muy destacado, abogado agrario, de las generaciones populistas del Partido Revolucionario Institucional y quien en su juventud había sido militante del Partido Comunista Mexicano. Cabe hacer notar que varios y varias de los y las participantes en los movimientos guerrilleros de los 70 fueron hijos e hijas de miembros del PCM.
Por supuesto, también hubo casos de guerrilleros y guerrilleras que fueron hijos e hijas de miembros de otros partidos.
Por el lado materno, mi madre fue una maestra también muy reconocida a nivel profesional y por la posición de izquierda que tuvo a lo largo de toda su vida tanto personal como laboral; posición política que había iniciado desde su participación, junto con mi padre, en las juventudes cardenistas que, en Jalisco, mi tierra natal, conformaron el Frente de Estudiantes socialistas de Occidente (FESO).


Finalmente, y para terminar este texto, mencionaré que soy una de las nietas de un mayor del ejército de Doroteo Arango, más conocido como Francisco Villa y cuya Adelita fue mi abuela materna.
Mi ascendiente fue una de las mujeres sin quienes, como dicen los historiadores hoy, la Revolución mexicana de 1910 no hubiese sido posible. Y también una de aquellas de quienes las feministas dicen no se les pagó ninguna pensión, como a sus pares varones, por haber participado en ese gran movimiento, el primero de su tipo en el Siglo XX.
Agradezco a Bertha Lilia Gutiérrez Campos, Tita, del barrio de San Andrés, y una de mis mejores amigas desde la entonces Facultad de Filosofía, quien me convenció, con su insistencia, de participar en el documental sobre las FRAP de Acelo Ruiz, joven cineasta que ya da visos de excelencia, desde su trabajo cinematográfico, merecidamente premiado, sobre la fuga de Oblatos. A él también le agradezco su persistencia en la invitación.
El argumento que me convenció para salir de un silencio que ha durado más de cinco décadas fue el de visibilizar a las mujeres en esta historia.

Por eso narro, aunque sea de manera breve, cómo formé parte de lo que ya forma parte de la Historia.
Por lo demás, estoy escribiendo mis Memorias. No sé si las terminaré algún día pero esto ya no me importa ni me atormenta, como lo hizo durante tantos años.
La entrevista que el director del documental me pedía inicialmente, para mí hubiera sido demasiado.
Eunice Michel Díaz
Guadalajara, Jalisco, colonia Morelos, a 25 de enero de 2024.
Referencia:
Acelo Ruiz Villanueva. Oblatos, el vuelo que surcó la noche. Centro de Capacitación Cinematográfica. México, 2019.
Orozco Michel, Antonio: La fuga de Oblatos. Taller editorial La Casa del Mago. Guadalajara, México, 2007.
Imagen de portada:
Ilustre





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