A veces, cuando necesito tregua de las noticias desgarradoras y del pesimismo generalizado, pienso que todavía hay leones que atraviesan la sabana africana, tardígrados dormitando tranquilos en el musgo que cubre el mundo y ballenas inventando cantos que no llegarán jamás a nuestros oídos… Qué tranquilidad pensar en todo lo que ocurre lejos de la mirada humana y, de cierto modo, a pesar de ella.

El pasatiempo favorito de Brina es mirar a los patos. Los observa con una entrega total como si tuviera una gran complicidad con estas aves. Ella contempla, ellos hacen movimientos para mantenerla entretenida. Ella acecha, ellos pasean por todo el lago. Ella ladra. Ellos hacen cuac-cuac. Quizá Brina solo está esperando el momento oportuno para abalanzarse sobre ellos como la buena perra cazadora que es gracias a sus genes.

Los patos por su parte no la miran, solo la sienten. Perciben que alguien los observa. Notan que una naturaleza peluda está al acecho. Se contonean de forma grácil. Alzan sus alas, mueven sus patas al son que el lago les ponga. Pecan de soberbios con cualquiera que no esté cubierto de plumas ni tenga los dedos de las patas unidos.

Tengo que decirlo, aunque Brina se desmorone de vergüenza: ella quiere ser un pato. Lo supe desde aquella vez que quiso inmiscuirse en el estanque, camuflarse con esas bestiecillas emplumadas y obtener el sobrenombre de Canis ánade. Aquella vez, lo único que recibió fueron las carcajadas que escaparon de sus picos y que resonaron por todo el parque. Porque mi pobre perra no es alguien asidua a mojar sus pelos de alambre por placer, así que, al sentir la pantanosa corriente de la presa en sus cojinetes y patas despeinadas, huyó asustada.

A partir de aquel día, al darse cuenta de que no podía convertirse en un ser emplumado, supo que con lo único que contaba para escapar de la insoportable belleza peluda de su especie era mirar. Soñar. Y tal vez dentro de algunos años, podría desarrollar aletas sin pelo y un hociquito en forma de pico para recoger sabrosos bocados del agua. Pero lo más importante: deshacerse de esa animadversión que tiene con el agua.


Imagen de portada: Un pato es un parque (abril, 2024). Dibujo con gises pastel. Víctor Hugo M.

2 respuestas a “PANZA ARRIBA | Un pato es un parque”

  1. […] ígneo con PANZA ARRIBA | Un pato es un parque (columna invitada de Víctor […]

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  2. […] sentido, quisiera agregar unas líneas que ya han sido citadas en Cuerdas Ígneas, en la columna Panza Arriba, pues no he dejado de pensar en ellas desde que vi […]

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