“Y, a veces, aunque no siempre,
en los encuentros inesperados es
donde se puede construir algo nuevo”.
Para reanudar (y no concluir) en Leer a Marx,
Slavoj Žižek, Frank Ruda y Agon Hamza.
Imposible dar cuenta de un poema.
Más irrealizable, todavía, el pretender reseñar, completa o parcialmente, un libro de poesía.
Voy a plantear esto de otro modo.
¿Tiene sentido poetizar en estos tiempos sombríos?
¡Claro que sí!
Sobre todo, cuando escribir poesía es un acto que le canta a la vida y al mundo, a lo que el mundo es.
Tal y como es, para… precisamente y mediante el canto, afirmar el mundo y la vida en su devenir y… hasta en sus dolores.

¿Qué hace diferente al poeta —mujer u hombre— de los demás?
Para mí, es el valor y el peso que el rapsoda le da a las palabras, al lenguaje todo.
Con su acto, poético, recupera de su desgaste al habla y a las expresiones; las resignifica, para así representar de nuevo la vida y encarnar, otra vez, el mundo todo en sus cambios.
Esto es lo que hace Dánivir Kent en su libro Donde no hubo sutura (Mantis Editores, Guadalajara, México, 2024, 115 pp.).
Leer a Dánvir Kent, como teórica y filósofa es un reto y grande (así lo fue para un servidor, confrontarse con Fuego en la pupila. Un acercamiento a El libro de las semejanzas de Edmond Jabès; reto del que he dado cuentas, parcialmente, apenas y ¡a penas!); conocerla como lírica es un paraíso, encontrado, no perdido, pues sus cantos nos tocan ahí en lo más íntimo de la sensibilidad de todo nuestro ser.
Ahí donde somos con los otros y con las cosas y con los sucesos más cotidianos del mundo y su acontecer.
Con todo y sus pérdidas.

Ahí radica la trascendencia de sus versos, de sus giros escriturales; cuestión que se siente precisamente en su textualidad, su oda y esplendor; es algo que nos estremece en lo más íntimo y éxtimo.
Donde no hubo sutura se compone de siete apartados: Materia viva: flor que arde sin cauterizar; A ras de la memoria; Desde ninguna hoguera; Con el espejo de tu sed; Un relato se prolonga; Esporas de aliento y Otra isla.
Todos enormemente hermosos y disfrutables, hacen que nuestros sentidos y todas y todos nosotros temblemos.
¡Tienen, amables lectores y lectoras, que pasar sus ojos y su espíritu por este libro y su poética!
¡Sí, po-ética!
Ya que las sensaciones que nos provoca su lectura no son del orden de lo trasmisible, pero, pronto nos percatamos de que algo importante ha sido proferido.
¡Y con qué belleza y vehemencia!
Hay imágenes y metáforas realmente preciosas y expresivas: extáticas en el sentido más extenso y radical de la palabra.
Nos descentran y hasta nos desquician, como sujetos.
Y cada uno, una, como lector o lectora, tiene que descubrir las figuras que le hagan vibrar.
Este es el valor de la lectura personal, nadie puede hacerla por nosotros.

Ya habiéndolos leído, hay poemas, figuras y metáforas que me hacen sentir pleno, incluso ahí “donde no hubo sutura”. ¡Vaya paradoja!
No para regodearse en la plenitud, sino, más bien, para conmocionarse en su profundidad y finura, que nos hacen vértigo, al punto de casi —y digo casi— disolvernos como pensantes, pero no como meditantes (¡Ay, Heidegger!).
Esta es la delicia del lenguaje dániviriano.
¡Tienen que leerla!
Muestro, para deleite mío y espero que de alguien más, algunos pétalos en flor.
Sé que las lectoras y lectores descubrirán otros capullos y no necesariamente rosas.
Pero, lo que un servidor hace es, simplemente, decirles lo que he encontrado en mi lectura, gozosa, por cierto.
Sabedor que ustedes, de seguro, leerán otras cosas, porque leerán con otros ojos.
Van, pues, mis encuentros y no mis búsquedas.

Son solamente algunos, que espero los inciten a emprender la lectura de este maravilloso libro de poesía de Dánivir Kent Gutiérrez.
Estoy seguro de que no se arrepentirán, nunca.
¡Disfruten los siguientes versos!
¡Son, apenas, unas pequeñas muestras!:
“[…] palabra alude a pez y brota
flamingo de la fuente […]”
…
“¿Por qué palabras goteas
canto cántaro?”
…
“La palabra está hecha de nada.
Sin embargo, pronunciada, cómo surge
como hecha de tiempo.”
…
¿”Es esto lo que somos?, ¿este valle de escombros que
tapiza la mirada
polvo de polilla arrancado por el viento?”
…
“Hay un mundo
otro mundo
que empieza sin nosotros”
…
“En el amor que nos inventa y nos falla
No somos nada.”
…
“La ciudad se inscribe en los ojos
Como se escribe la vida:
violenta, muda.
larga en el tiempo.”
…
“Tu vientre es un abrigo que disuelve la solidez del mundo.
Al fondo del tiempo, una fuga estelar avanza.”
…
Y, por último, aunque no por ello de menor belleza y trascendencia:
“Lo íntimo de lo extraño en lo íntimo.”

Como pueden ver, amables lectores y lectoras, decidí no referir ni páginas ni poemas; simplemente entresaqué los versos que, a mí, por diversas razones que aquí no viene al caso detallar, me gustan más y me tocan; en tanto se cruzan con diversas cuestiones en las que, en estos momentos y circunstancias, estoy meditando, aún…
Esto es lo primero que me ha suscitado, a mí y en mí, la poética de Dánivir.
De nuevo les digo: ¡qué po-ética!
Nota final, a manera de parergon:
El nombre del libro de Dánivir Kent, tiene que ver con el dolor y con el último poema Una instantánea; y más precisamente con el último verso, que cito, solamente en su parte final:
“Dar en el blanco de lo que siempre estuvo.
Dejar ahí, donde no hubo sutura
una impronta de luz:”
El poema abre, conmovedoramente, con un epígrafe (en francés) del famoso fotógrafo brasileño Sebastião Salgado.
Termina, extrañamente, con dos puntos a los que, ya, no le sigue nada, pues ahí justamente culmina el libro.
En la lógica curiosa del encadenamiento de mis lecturas, después de leer a Dánivir, me encuentro con un texto que me llamó mucho la atención, de Slavoj Žižek, filósofo lacano-hegeliano, en el que el pensador sloveno aborda, desde su perspectiva, el tema de la sutura, y que en resumen nos dice que nada existe sin sutura.
Cito una parte considerable del texto, de alguna manera el centro de su argumentación, no para polemizar con Dánivir, sino para problematizar(me) el lugar que ocupa o no la sutura en nuestra concepción de la realidad y ¡de lo real mismo!;

Žižek escribe, en su texto, que lleva por título Marx lee la ontología orientada a objetos:
“La totalidad no es un Todo sin costuras (sin puntadas que unan las distintas piezas, que funcione sin interrupciones o dificultades); está, por definición, cocido o (para usar el término técnico lacaniano) suturado. Y, según Lacan, el punto de sutura, el punto en el que la carencia que define una estructura se inscribe reflexivamente dentro de ella, es también el punto de la subjetivación de la estructura: la presencia de un sujeto supone que la estructura (o totalidad) en cuestión está atravesada por un antagonismo, una incoherencia, etc. En este punto deberíamos ir más allá: no solamente que la totalidad está dividida, atravesada por el antagonismo; el antagonismo es lo que mantiene unida la totalidad. Lo que <<totaliza>> un ensamblaje de elementos no es una universalidad que todo lo abarca, sino el hecho de que están todos atravesados por el mismo antagonismo. Para entender este punto deberíamos reconocer que la totalidad no es un Todo, sino un Todo más sus excedentes que lo distorsionan” (p. 42).
Cabe señalar, aquí, que al sujeto hablante lo antecede una estructura, la del lenguaje; y que, como tal, esa estructura no es una totalidad Total, sino una totalidad con excedentes, en la que el sujeto también tiene sus fallas o síntomas. Es, pues, un sujeto preso del lenguaje, por lo tanto, es un sujeto suturado o el riesgo es… las psicosis.
Cuando terminé de leer el libro de Dánivir Kent, escribí al margen:
¿Dónde no hubo sutura?
Es una pregunta que toca el centro no solamente del título, sino que implica mucho de lo jugado en la po-ética de Dánivir (el dolor) y su concepción del mundo desplegada, precisamente, en su po-ética; cuestiones todas para pensar y reflexionar y… también poetizar, seguramente.
Tomando como pre-texto esos dos puntos que —en el último verso de Dánivir— no cierran sino dejan las letras abiertas al espacio en blanco (el verdadero, nos dice en Fuego en la pupila…), voy a intentar un “zurcido invisible”, que seguramente quedará en un “zurcido normal” o, mejor, en una mera hilvanada, entre esta nota final, la estrofa que cierra el libro de Dánivir y la conclusión titulada Para reanudar (y no concluir) firmada por Slavoj Žižek, Frank Ruda y Agon Hamza, que también la pongo de epígrafe de todo mi texto y que dice así: “Y, a veces, aunque no siempre, en los encuentros inesperados es donde se puede construir algo nuevo”.
Por mi parte, tenía que hacer el intento, seguramente fracasado…
Pero ¿dónde no hubo sutura?
El dolor queda: ¿no es eso la sutura?
J. Ignacio Mancilla
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 21 de noviembre de 2024.
Nota bibliográfica:
Kent, Dánivir, Donde no hubo sutura, Mantis Editores, Guadalajara, México, 2024, 115 pp.).
Žižek, Slavoj; Ruda, Frank; Hamza, Agón, Leer a Marx, Editorial Akal, Madrid, 2023, 135 pp.





Deja un comentario