Esta es la cuestión
“La verdadera vida está ausente”.
Arthur Rimbaud
“[…] ¿qué quiere decir hoy
vivir una vida verdadera?”.
Luis Roca Jusmet
«Y sabe leer no solamente el texto, sino lo que acontece».
Ricardo Espinoza Lolas, La figura de Žižek en Žižek reloaded. Políticas de lo radical
Alenka Zupančič (1 de abril de 1966) es una filósofa postlacaniana de la escuela eslovena y posee una enorme agudeza no solamente en cuanto a su lectura de la filosofía sino también del psicoanálisis.
El año pasado Sexto Piso, en colaboración con la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Cuajimalpa, publicó Que se pudran. El paralaje de Antígona, traducida por el chileno David Parra.
En esta obra, de una pertinencia más que actual para la comprensión del mundo de hoy, la autora hace una radical relectura de la más que afamada y mítica Antígona de Sófocles; estirando tanto los hilos filosóficos como psicoanalíticos, para llevarnos a una sorprendente claridad sobre el desgarramiento del tejido social que se padece en el mundo todo.
Tanto del tiempo clásico como del moderno.

No sin señalar sus diferencias y no sin tensar igual el discurso de la filosofía como el del psicoanálisis, en un entrelazamiento muy singular que tiene la marca de su escuela.
Quizás sea esta la mayor virtud de la escritura de Alenka Zupančič; además de su prosa clara y distinta; sin que sea cartesiana.
En esta mi lectura y presentación de este texto, seré muy sintético y expondré, solamente, su premisa de relectura de Antígona; así como su conclusión, bastante incómoda, por cierto, para las buenas y nobles conciencias que pululan en el mundo de hoy. Al lado del cinismo.
Primero presentaré la premisa, luego expondré la conclusión; y conste que no son más que las propias ideas de Alenka.
Y al final, intentaré una relación rápida con Judith Butler, para así establecer mi lectura y postura de lo que nos dice la filósofa eslovena sobre la crisis de nuestro mundo, mediante su lectura y relectura de la Antígona de Sófocles.

Premisa:
“Hablando en términos generales, parece que Antígona entra en escena (de reescritura e interpretación) cada vez que hay un desplazamiento tectónico significativo o una crisis en el tejido social, en la estructuración simbólica de la ley, o en el ámbito más amplio de la moralidad o Sittlichkeit. [1] Más específicamente, quizás, la figura de Antígona parece ser emblemática de un tipo particular de antagonismo social que alude a la pregunta por la constitución misma y el ser de lo social. De modo que, si queremos precisar la singularidad <<eternamente>> presente de la obra, puede que el antagonismo sea el primer paso para definirla. Pero en este caso el antagonismo debería entenderse no como hostilidad y conflicto entre dos (o más) elementos, sino más bien en el sentido en que Marx habló de <<antagonismo de clase>>” (p. 14).
Alenka expone la premisa desde el Prólogo, que lleva por título una frase tomada del texto de Antígona: <<Un corazón ardiente para fríos asuntos>>, y elabora su lectura y relectura de la obra de Sófocles —todo el tiempo—, con cierto detalle, a lo largo de tres apartados (Violencia, terror y leyes no escritas; Muerte, no-muerte y ritos funerarios y <<Los dejaría pudrirse>>).
En una exposición más larga del texto, que haré en otro espacio y con otros motivos, me detendré con más atención en la estructura argumentativa de Zupančič, pero no aquí.
De modo que me voy hasta la conclusión, que de hecho es el cierre del libro; una clausura por demás contundente y hasta cierto punto sorprendente, a pesar de haberla venido trabajando, poco a poco, con las mediaciones necesarias.
Va pues, considerando la repetición de la premisa.

Conclusión:
“Comencé este libro señalando que Antígona entra en escena (de reescritura e interpretación) cada vez que hay un cambio tectónico significativo o crisis en el tejido social, en la estructuración simbólica de la ley, o en el ámbito más amplio de la moralidad o Sittlichkeit. Esto se debe a que el destino singular de Antígona encarna un impasse estructural en el orden simbólico: el impasse que sale a la luz especialmente en momentos de crisis y que exige una reestructuración del orden simbólico. De manera más precisa, Antígona no encarna este impasse estructural, sino más bien el exceso que éste inevitablemente produce. Ella es una figura subjetiva de este exceso que destroza su despiadada acumulación objetiva. ¿Qué significa esto, particularmente, en nuestro contexto moderno? Nos hemos acostumbrado a la presión del exceso objetivo, a la acumulación del excedente que define nuestro orden social como su componente necesario, es decir, como (plus)valor. Al mismo tiempo, nos hemos acostumbrado también a condenar cualquier excedente subjetivo —es decir, cualquier excedente de subjetividad— como dañinamente excesivo e inquietantemente histérico. Esta condena no contradice en absoluto la valoración ideológica de las vidas y elecciones individuales, de las peculiaridades personales, de nuestra <<preciosa singularidad>>. Por el contrario, va de la mano con ella, haciendo de cada problema un problema personal nuestro, con el que hemos de lidiar a través del tratamiento o crecimiento personal. El egocentrismo no es una tierra de singularidades subjetivas, es más bien como una fábrica, una cadena de montaje de individualidades, todas similares, si no todas iguales, que se adhieren a un conjunto de elecciones predeterminadas que excluyen muchas otras como completamente impensables, imposibles. La abundancia de distintas elecciones ofusca su inexorable uniformidad cuando se trata de excluir cualquier diferencia que realmente haría una diferencia.
“La subjetividad es lago distinto de esta valoración neoliberal de las individualidades; es <<histérica>> en su esencia. No apunta a la unicidad o a sus derechos personales, sino a lo que está podrido en el estado de cosas dado, en el orden de las cosas. Freud vio esto muy claramente. La histeria nunca es solo un problema personal: es el problema de una cierta estructuración del poder y de los lazos sociales. Y aunque es cierto que el histérico habitualmente es parte de la configuración que denuncia, también es cierto que la suya es la posición subjetiva que hace que este problema sea perceptible e imposible de ignorar. En este preciso sentido, el problema histérico es casi siempre nuestro problema también, tengamos o no el cuidado de escucharlo. Y esto no es simplemente porque lo haga nuestro problema, sino porque el problema en realidad existe independientemente de él o ella, <<objetivamente>>. La histeria es la subjetivación de ese problema, no simplemente un <<problema subjetivo>>.
“Antígona se posiciona en el punto extremo de esta subjetivación. Esto, creo, explica la naturaleza <<destructiva>> de su deseo. En cierto sentido, es justamente porque pone fin a todo futuro que Antígona pertenece al futuro. Ella es una figura de (los) futuro(s) alternativo(s). Creo que Žižek planteó enérgicamente este punto en su versión de Antígona no simplemente poniéndose del lado de la heroína, sino trasponiendo la obra para que tenga tres finales distintos: (1) Creonte se impone, como en el original; (2) Antígona se impone; y (3) el Coro interviene en la disputa y se hace cargo. Simplemente añadiría que el tercer final —o futuro— colectivo también surge como una posibilidad debido a Antígona y su <<histérica>> subjetivación, la subjetivación que convierte el cuerpo en descomposición de Polinices en una vitrina de lo que está podrido en el Estado de Tebas” (pp. 104-105).
Son muchas cosas las que habría que observar sobre esta radical conclusión, pero en esta lectura necesariamente parcial, solamente me detendré, y con ello formulo mi postura, en el hecho de que Antígona misma no pelearía por todos como peleó por Polinices; es decir, habrá cuerpos que se dejarán a que se pudran a la intemperie, violentando así toda legalidad y todo estado de cosas.
¿En nombre de qué?
Antígona lo hace en nombre del amor filial, de hermanos.
Algo que todavía nos da qué pensar.
Encore.

Mi lectura:
De alguna manera ya adelanté mi posición, la que, siguiendo en alguna medida a Judith Butler, nos pone en la tesitura crítica, de que —en nuestro tiempo— no todas las vidas son lloradas y no todos los cuerpos importan; pues en la lógica que se mueve la propia Antígona, ella misma —¡por increíble que nos parezca!— ha subjetivado que algunos cuerpos (no todos) pueden ser abandonados a su descomposición.
Por fortuna, nuestras madres buscadoras operan con otra lógica; la del amor, también filial y es desde esa otra lógica, que la lucha habría que darla por cualquier cuerpo, ya que todas y todos merecen ser enterrados y recibir los ritos funerarios que los dignifica, humaniza y que harán que su muerte encuentre, por fin la paz: haciendo coincidir, de ese modo, su muerte real y su muerte simbólica.
Como nación y como pueblo es mucho lo que tenemos que hacer todavía; y tendríamos que empezar con que el Estado mexicano reconozca el problema de las y los desaparecidos, que son miles y miles.
Y cada vez la suma crece, siniestramente.
Y Jalisco ocupa el primer lugar a nivel nacional, que no se nos olvide.
¿Por qué no lo hace?
Bien, todo lo que implica esta pregunta, lo desarrollaré más y mejor en una lectura más acuciosa del libro de Alenka Zupančič, que es excelente y recomiendo, desde ahora, encarecidamente.
Y dejo, para despedir este texto, la siguiente pregunta:
¿Qué diferencia la lógica de Antígona del operar de nuestras madres buscadoras?
Esta es la cuestión y en el título del presente texto, así como en mi postura, doy ya una cierta clave, ética y política, para deslindarse del desinterés del Estado respecto de las y los desaparecidos, que es ya un problema no solo estatal, sino nacional.

P. D.
Una vez terminado el texto, aconteció algo inusitado e increíble. El gobernador de Jalisco, conjuntamente con la rectora general de la Universidad de Guadalajara, en la “comodidad” del balcón, como lo reseñaron algunas notas, hicieron un montaje, bastante edulcorado, pero sin azúcar —¡sí, en el mismo balcón en el que, abajo, las madres buscadoras se expresaron, con rabia, sobre Teuchitlán!— sobre el caliente problema de las y los desparecidos.
¡El “espectáculo”, se montó el 10 de abril! Día en que se asesinó al general Emiliano Zapata.
¡Vaya apuesta!
¿Para qué?
Para prometer una mesa de trabajo.
¿Qué necesidad tenía la rectora general, Karla Planter, de semejante “espectáculo”?, como lo definió Marcatextos, en la excelente nota de Julio Cesar Hernández del 11 de abril de 2025.
¿No fue suficiente el del auditorio TELMEX?
P. P. D.
Una vez publicada esta Cuerda, leímos un texto con motivo del Sábado de Gloria o Sábado del Silencio, autoría de María Isabel Huerta, el cual fue publicado en la página de la Cátedra de Teología Feminista de la Ibero: «María y las madres que esperan, el día del silencio» Sábado Santo. Recomendamos ampliamente su lectura, por la conexión tan pertinente que hace entre María, la madre de Jesús, y las madres buscadoras.

J. Ignacio Mancilla
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 16 de abril de 2025.
[1] En la filosofía hegeliana, vida u orden ético. (N. del T.)
Imagen de portada: Pixabay.





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