“[…] nunca se habrán visto tantos crímenes, cuya extravagancia

gratuita se explica sólo por nuestra impotencia para poseer la vida”.

La Compañía de Teatro Jurídico de la División de Estudios Jurídicos del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), de la Universidad de Guadalajara, puso en escena 12 personas en pugna, obra de Reginald Rose, que pone en juego la complejidad de la justicia, esto mediante la confrontación —directa— de las y los jurados que deliberan para dictar la sentencia —ejecución— de un (posible) parricida.

El hilo conductor es, precisamente, lo que los comunes mortales usualmente no vemos: la discusión y reflexión del jurado en torno al hecho delictivo y su ejecutante. En este caso, un hijo que (supuestamente) mató a su padre.

El dramatismo fue de menos a más y, conforme la obra transcurría, la intensidad dramática aumentaba; debido también al buen trabajo actoral.

El espacio teatral dio comienzo con una votación en la que 11 de las y los jurados deciden por la ejecución; pero uno de ellos tiene dudas, lo que genera toda una discusión y confrontación, cada vez más fuerte y subida de tono, entre las y los jurados. Con concepciones del mundo y de la vida muy distintos, en tanto cada una y cada uno de ellos es un sujeto singular, con una historia familiar y social muy particular.

Y termina, la puesta en escena, con una votación inversa, totalmente; 11 de las y los jurados consideran, después de muchas confrontaciones en las que, no pocas veces, asoma la violencia entre ellos, que el indiciado es inocente.

Ahí se acaba la obra, pero antes nos ha mostrado, en las diferentes escenas, muy bien trabajadas, la enorme dificultad de poder dirimir no solamente sobre la culpabilidad o no del sujeto implicado, sino algo todavía más complejo y difícil: lograr emitir una sentencia justa.

obra sobre la justicia y si un hombre es culpable o inocente
12 personas en pugna, Compañía de Teatro Jurídico / Foto: Isabel Mancilla Lara.

¡Ay, la justicia!

La situación final del jurado no se alcanza de golpe, sino que poco a poco, en la medida en que las y los jurados se van confrontando, empiezan a surgir las dudas y las contradicciones en torno al caso y sobre el acto mismo; así como sobre el supuesto o real ejecutante.      

¡Ay, la justicia!

El público todo fue arrastrado —un servidor también— en los vaivenes de las y los jurados y sus cambios, meditados o repentinos, de sus decisiones.

La obra nos muestra pues, precisamente, los enredos de los caminos de cualquier sistema jurídico-legal; la enorme dificultad, para poder dirimir un acto justo sobre un hecho criminal. En este caso un parricidio, que es uno de los actos más infames.

Estamos, con la obra, en pleno centro de lo que sería un teatro jurídico, en el sentido objetivo y subjetivo de la palabra.

Algo que siempre ha puesto de manifiesto la Compañía de Teatro Jurídico, dirigida por el profesor Sergio Quiñonez; que es, cabe señalarlo, uno de sus objetivos.

Sí, lo jurídico como una de las muchas escenificaciones de lo social y de lo humano.

Este es el punto fundamental.

¡Ay, la justicia!

Cada personaje, ya sea mujer u hombre, refleja muy bien su mundo y sus valores; que son los que chocan en la manera en que visualizan, cada una o cada uno de ellos, precisamente al sujeto parricida, que pertenece a la clase baja y que dado su singular historial, todo apunta a que él es el culpable.

Pero…

Bastó con que un jurado tuviera dudas, para que, a partir de lo que expone, el sujeto que cometió el acto sea visto desde otras perspectivas; mismas que influyen cada vez más, en cada una y cada uno de los jurados, ya sea para afirmar o cambiar su postura sobre el crimen ejecutado.

Oscilando la obra toda, en un culpable/inocente; inocente/culpable.

Y arrastrando al púbico todo a la corriente, siempre tensa, dramáticamente hablando, de los cambios de decisiones de las y los jurados.

En la obra original, el jurado está compuesto de puros hombres; la adaptación del profesor Quiñonez introduce mujeres, cosa que hace más interesante la obra, a la vez que incluye una mayor y más compleja tensión dramática.

La obra no nos ofrece, atinadamente,  los nombres de las y los jurados sino, simple y sencillamente, al igual que en la obra original, aparecen como Jurado 1, Jurado 2 y así hasta el Jurado 12.

Cada una y cada uno de ellos están muy bien caracterizados por las y los actores que les dieron vida, esto a través de la magia del teatro.

Nombro, a continuación, al Jurado respectivo y al actor o la actriz que lo encarnó.

Jurado uno: Héctor Rocha.

Jurado dos: Calixto Gómez.

Jurado tres: Luis González.

Jurado cuatro: Gerardo Ulises.

Jurado cinco: Alverick Olmos.

Jurado seis: Esmeralda Villalobos.

Jurado siete: Gael García.

Jurado ocho: Dimitri Fafutis.

Jurado nueve: Ehekatzin Ortega.

Jurado diez: Julián García.

Jurado once: Emily Yers.

Jurado doce: Gael Rangel.

La obra es de Reginald Rose y la dirección es de Sergio Quiñonez; asistente de dirección: Gerardo Ulises.

El diseño sonoro y la iluminación es de Gael Rangel y en el Staff técnico estuvieron: Ulises Mora, Azucena Vélez y Juan Carlos Sánchez.

Fue así como pudimos disfrutar, una vez más, de la excelencia del teatro dirigido por el profesor Quiñonez.

Es una pena, escribo esto como corolario, que en la función que vi, la del jueves 28 de agosto, a las siete de la noche, es decir, la última función, algunas y algunos miembros del grupo hayan anunciado su salida y retiro de la Compañía.

Pero así son estas cuestiones; espero, de todo corazón, que les vaya bien en los proyectos que vengan, se lo merecen.

Y espero, también, que las funciones de la Compañía de Teatro Jurídico prosigan.

Para deleite de todas y todos.

La vida cambia, por muchas circunstancias, ya sean nuestras o ajenas.

¡El teatro también!

Al cierre de esta función, hubo una denuncia del genocidio en Gaza, por parte de las y los actores; algo inusitado y valiente a la vez, pues oficialmente, la Universidad de Guadalajara, como tantas otras, no se ha manifestado sobre el punto. Cosa terrible para una Casa de altos estudios.

12 personas en pugna de la compañía de teatro jurídica
Foto: Isabel Mancilla Lara.

Pero lo que se calla sale de algún modo.

Reconozco a las y los actores su valiente y digno acto solidario, tan necesario, todavía, incluso a estas alturas.


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