LÁMPARA DE ACEITE | ¿Murió de miedo? No, murió de espanto

Recuerdo que pasaba la media noche y la casona convertida en hotel con tintes góticos en la que habíamos decidido pasar nuestras vacaciones, se hacía más oscura con cada campanada del enorme reloj de piso que teníamos tras nosotros. De sus labios salió una palabra que nos erizó los poros de la piel y, acto seguido, paralizó de tajo nuestros cuerpos, dejando salir un inquietante escalofrío