¿Hasta dónde podemos decir con certeza la diferencia entre falsedades y certezas, entre ficciones y hechos históricos, entre mitologías y vivencias antiguas? La pregunta me ha acompañado en mi labor escritúralo y se ha hecho presente también en espacios académicos, esos de los que he renegado tanto, pero que, al final, también son parte de mi historia