Somos voces diversas tendiendo puentes y cuerdas, para conectarnos con el mundo que habitamos. Abrazamos las diferencias, rescatando lo que nos une, incluso en las opiniones encontradas; y buscamos, en cada uno de nuestros escritos, dibujar caminos para transitar en colectividad.
Haber elegido el camino de la escritura fue quizá inevitable al crecer rodeada de libros. Aún así, me involucré en muchas actividades antes de entrar de lleno a las letras, el cine, el teatro, la gestión cultural, las relaciones públicas, la administración de espacios independientes, la locución y producción radiofónica, la producción de televisión en línea...
Finalmente se va acabando 2022, un año que en lo particular transcurrió de manera desigual para mí, entre diferentes planes cortados y algunas cuestiones resueltas a medias que se detuvieron durante la pandemia. El planeta parece haber retomado su ritmo usual, dejando atrás millones de cubrebocas en el los vertederos y, desde mi punto de vista, habiendo aprendido muy poco del confinamiento
Rescato una de las propuestas que se dibujan, aunque quizá de forma muy apresurada en esta entrega: la posibilidad de que el mal no es algo que simplemente sucede, sino que se va forjando a través de la misma cultura, siendo las personas que discriminan, juzgan y maltratan a otras, quienes pueden ser detonantes de conductas agresivas y violentas por parte de quienes sufren acoso o maltrato
Una vez que se apaga la pantalla, no hay un texto encuadernado que tocar, una estantería de películas que desempolvar, ni una colección de discos que nos acompañan en cada mudanza. Nos hemos volcado a acumular listas y experiencias estéticas que existen en la pantalla, almacenadas en formatos digitales que han rebasado lo que alguna vez imaginamos, pero hay un hueco que se hace cada vez más grande y nuestra relación con el arte cambió de manera definitiva
Cuerdas Ígneas 