Otra historia del cuerpo y… (Segunda parte)

J. Ignacio Mancilla*

[Texto generado para la presentación del libro de Helí Morales, Otra historia de la sexualidad, por su extensión fue publicado en dos partes, esta es la segunda. Helí estará este jueves 26 de noviembre, presentando su último libro Psicoanálisis con arte. Lenguaje, goce y topología, en el auditorio Rodolfo Morán del Centro Universitario de Ciencias de la Salud, Universidad de Guadalajara, a las 18 horas. Aquí una nota al respecto: VER NOTA La gaceta UDG]

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Foto tomada de: La Gaceta

De ahí que su apuesta haya sido por la vida y por la alegría y no por la tristeza. He aquí las razones de su condena. Para ese filósofo holandés el deseo es la esencia del ser humano, poco le faltó para hablar del cuerpo como sustancia gozante, pero su filosofía en tanto expresión ética, pensada y demostrada según el orden geométrico, es una filosofía del cuerpo como soporte único de la sustancia divina en tanto sustancia pensante.

Por supuesto que la confrontación con Descartes no se hace esperar. Pero Lacan también se confrontó con Descartes, desde Freud, para subvertir, precisamente, el Dubito cogito, ergo sum (el famoso, Pienso, luego existo). Cuyo soporte no es otro que el cuerpo.

Leyendo todo desde la noción de Inconsciente; la de Freud, pero también la de él. Y llegamos al punto en el que la categoría de goce Otroadquiere toda su relevancia para pensar el cuerpo de otro modo y para hacer otra historia de la sexualidad y otra historia del amor (insisto, todo el libro de Helí está jugado en ello).

Haciendo posible, desde estas coordenadas, pensar de otro modo la historia humana misma en tanto historia de los diferentes modos de apropiarnos o expropiarnos el goce (el fálico y el goce Otro) en tanto somos cuerpo; sí, pero sometido a la lógica de la palabra, del significante y sus distintas mediaciones históricas.
Pero en tanto el cuerpo, como tal, en particular el cuerpo femenino (aunque no sólo) es opaco y resistente a la palabra y a la letra; es decir, el cuerpo hace límite al sentido para jugarse todito completo en los sentidos. En la extensión toda del cuerpo. En el tocar, y su imposibilidad, para decirlo con Derrida. La expresión máxima de esta paradoja es, precisamente, el no-todo de la mujer es fálico.

De ahí los vericuetos por los que des-fila el cuerpo como sustancia gozante, sin saber nada de ello. Un ejemplo, el llamado masoquismo, con el que se cierra, en una de sus posibles lecturas, el libro que esta noche comentamos.

Abriéndose un abismo entre saber y verdad y un dislocación en la noción del sujeto. Sujeto dividido, pero no por ello irracional.

¿Es aquí donde se separan, radicalmente, el psicoanálisis y la filosofía?

¿Es la Erotología, según la plantea Lacan, radicalmente distinta de un Ontología del cuerpo, según la define Nancy?

Sobre este punto, por demás tenso, es que versará la última parte de mi intervención esta noche.
Para lo cual haré una cita, la única que haré del libro de Helí, precisamente ahí donde él nos plantea las diferencias entre el goce fálico y el goce Otro.
Del goce fálico nos dice, en síntesis, lo siguiente:

“El goce del lado del hombre se fundamenta en un imperialismo del uso del órgano como instrumento de presencia en el mundo. Es como si el erotismo se circunscribiera a una zona altamente privilegiada… Es el goce de aquel que cuando se relaciona sexualmente, circunscribe toda la intensidad a una zona exclusiva y reduce la locura del encuentro erótico al tiempo acotado de la erección”.

Y del goce Otro escribe:

“El goce del lado de las mujeres implica un goce Otro. Un goce que no precisa, para su expansión, portar ninguna insignia fálica, que no se somete al caminar de las manecillas del reloj ni acepta su prisa mecánica, que no acata los tiempos de la biología ni transa con las legalidades de los fluidos. El goce Otro no quiere reducirse a una zona específica del cuerpo. Su territorio es extenso como el cuerpo mismo, por ello busca delicias en cualquier pliegue del codo, en los silencios de la boca abierta, en la rugosa llanura de la rodilla, en el infinito abismo de tu ombligo sudado. Se trata de gozar no sólo del órgano, sino de toda la planicie del cuerpo y sus recovecos. Sin la prisa ni la presión de la presunción fálica, el encuentro erótico puede extenderse hasta intentar tocar con la punta de los dedos y la lengua, las costas de lo infinito humano”.         
Hasta aquí la cita. Por el momento no digo nada de la autocrítica de Helí a lo que él mismo llama lo demasiado ideológico de esta oposición.

Pero además, como último punto (no del libro, sino de mi presentación) abordaré el problema de la política en tanto ésta implica los cuerpos.
La biopolítica no es otra cosa que eso.

Y para hacerlo me valdré de una nota del corresponsal de La Jornada en Estados Unidos, David Brooks, aparecida el lunes 5 de marzo en su columna American Curios, con el título de Mujeres, sexo y elecciones. [VER AQUÍ]

¿Qué se juega en esa interesante nota y que esta noche, por nuestras propias circunstancias políticas, quiero resaltar?

El predominio de una concepción ultra conservadora del cuerpo, en Estados Unidos, pero no solamente ahí; que persiste en seguir negando la peculiaridad y diferencias del cuerpo femenino con respecto al cuerpo masculino en aras de una perpetuación de la lógica del poder masculino y falocéntrico, según el decir de Derrida.

El feminicidio es, hoy día y desde esta perspectiva, el equivalente a la trágica quema de brujas que azotó a Europa, costando la vida de miles y miles de mujeres, acusadas de tener relaciones sexuales con el diablo, como expresión máxima de la herejía femenina y su sexo insaciable, según el decir de sus persecutores, hombres.

Fue y es el control político del cuerpo de las mujeres, pero no solamente, lo sabemos, lo que está en juego.  

En síntesis, según David Brooks:

“Durante semanas, los precandidatos y los legisladores conservadores han competido por ver quién es el más fundamentalista en torno a los derechos reproductivos de la mujer (lo mismo por quién es el más antimigrante, antisindical, antigay). No sólo se han enfocado en quién es el más antiaborto, sino quién es el genuino defensor de la idea religiosa ultraconservadora sobre los anticonceptivos. Insisten en que no se trata de algo contra la mujer, sino de <>”.

Cualquier semejanza con el fundamentalismo de acá por supuesto que no es mera coincidencia, pues estamos ante el predomino, en el poder político, de una mentalidad ultraconservadora que se sigue arrogando el tutelaje de derechos que corresponde a las mujeres decidir. Mentalidad que nos habla de igualdad, cuando lo que se juega es la diferencia; mejor dicho, las diferencias. 

Y creo que el libro de Helí también nos posibilita otro modo de pensar la política y sus vericuetos sobre el cuerpo, la sexualidad y el amor. Sin tanto aspaviento como hacen en otros lados. Y sí con mucha elegancia.

Podría decir más, pero no quiero alargarme y lo último que haré es hacerles una atenta invitación, a todas y todos, a comprar y leer el libro, pues estoy seguro que les aportará muchas cosas un tanto novedosas y radicales en el terreno del amor y la sexualidad, y en lo tocante al cuerpo; tan radicales y  novedosas que estoy seguro que una vez que lean el libro, no pensarán del mismo modo estos temas, de eso estoy seguro.
Este es el valor de este singular texto que hoy presentamos en este Café, bar y boutique cuyo nombre es tan erótico y de connotaciones tan amorosas y almorosas.

Hasta aquí mi intervención.

Muchas gracias.
Guadalajara Jalisco, a 9 de marzo de 2012.
(Un día después del Día Internacional de la Mujer). [Fecha original]

*J. Ignacio Mancilla

[Ateo, lector apasionado, 
militante de izquierda (casi solitario).
Lacaniano por convicción
y miembro activo de Intempestivas,
Revista de Filosofía y Cultura.]

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