De cada una de las mujeres y de todos nosotros, también
J. Ignacio Mancilla
Me detengo, ahora, en la poderosa figura de Lilith: la rebelde. Presente mucho más allá de lo que pensamos; por ejemplo, en las canciones de cuna (Lullaby, que viene del hebreo Lilith Aby: Lilith, aléjate). Cuestión que nos muestra cómo es que los arquetipos, en este caso femeninos, atraviesan la psique de todas y todos; ya hombre, ya mujer.
Y se encuentran presentes, también, en la vida cotidiana, más allá de lo que uno puede vislumbrar a simple vista.
Lo hago a partir del interesante libro de Elisa Queijeiro, La hijas de Eva y Lilith. Conoce y sana a todas las mujeres que hay en ti, Debolsillo (México, 2019, 202 pp.).
Quizás lo más destacable de ese libro es la iconografía que nos ofrece de Eva y Lilith y, sobre todo, la lectura tan personal que hace la autora de cada una de las representaciones de estos dos arcaicos arquetipos de mujer, diluidos, hoy, en la vida toda de nuestro tiempo.
Son 7 Evas y 7 Liliths; además de una figura, no menos mítica, de la mujer Madre. Tan singular en lo que respecta a uno de los arquetipos más acentuados, en nuestra cultura, sobre el ser de las mujeres: la función materna, hoy puesta en el centro del debate y la polémica, con motivo de la despenalización del aborto; cosa que… seguirá.
El libro viene de una situación de crisis, que la autora misma advierte en la entrada del presente texto, por demás elocuente. Y no nos engañemos, no estamos ante un libro de autoayuda, pero no por ello deja de tener un valor muy particular en cuanto que posibilita, con su lectura (se asuma uno como hombre o mujer), repensar las mujeres singulares con las que nos hemos topado en la vida; para revalorarlas en su sentido más pleno.
Con su libro, Elisa Queijeiro nos ayuda a resignificar, de manera radical, las relaciones entre hombres y mujeres, tan atascadas, ahora, en el horizonte de la violencia. Hecho que deberíamos intentar deconstruir, para advenir, así, a otros modos de relacionarnos unos con las otras.
No puedo detenerme en todos los detalles del libro, por lo que destaco, solamente, para hablar de Lilith y también de Eva, en apenas cuatro representaciones: las dos más arcaicas y las dos más recientes.
Sin dejar de advertir el enorme interés que tiene cada una de las representaciones artísticas; incluyendo la de la madre.

Una vez hecho esto, me detendré (posteriormente) en el análisis de la Eva de la serie Lucifer, porque de alguna manera, así lo pienso, en ella está condensada tanto la figura de Eva misma como la de Lilith. ¿Cuestión de economía estética? Ya lo veremos.
En fin… vayamos, pues, primero a las dos representaciones más antiguas de Eva y Lilith, para después ir a las dos más recientes de estas dos figuras arquetípicas y míticas.
La Eva de piedra. De esta singular Eva, Elisa Queijeiro nos dice, sustantivamente, lo siguiente: “La Mujer-Eva de Piedra no ha perdido su belleza, ni su capacidad de sentir, ni su femineidad, pero está cubierta de una loza que la mantiene inmóvil […] “Poco se le puede decir a la Mujer Eva de Piedra que traspase la coraza que ha construido alrededor de sus sueños, que quedaron sepultados en el deber ser” (p. 119). ¡Ay, el deber! (Nietzsche dice).
Lilith de tierra. De ella afirma: “La Mujer-Lilith de Tierra son todas nuestras ancestras, son las abuelas con sus consejos… las que levantaron un linaje, las primeras en romper lo que incluso no sabemos” (p. 153). … “lo que incluso no sabemos”. ¡Todavía! (Aún…).


(izq.) La Eva de piedra – La eva de Autun (siglo XII), de Gislebertus de Autun, Capilla San Lázaro en la catedral de Autun Francia., p. 118 | (der.) Lilith de tierra – La reina de la noche de Burney (Sumeria, 1800-1700 a. C.), Museo Británico, Londres, Inglaterra, p. 153.
La Eva en conciencia. Elisa sostiene, de una de las últimas representaciones de Eva que: “Cuando la mujer ha brincado su proceso de lucha, cuando las aguas se calman y la verdad aflora, cuando todo cobra sentido, la certeza del camino se apodera de su esencia. La Mujer-Eva en Conciencia ha encontrado los medios y los métodos para mantener su paz interior. No importa si las circunstancias cambian y con éstas ella se mueve de su centro: ya sabe cómo retornar” (p. 148).
Lilith la Roja. Mientras que de esta icónica Lilith nos dice: “La Mujer-Lilith La Roja es la más libre de todas. Su cabello está revuelto y es rebelde; no sabe de ataduras ni adornos de moños artificiales. Se convirtió en una mujer que no sacrifica la comodidad por la apariencia y la frescura es parte de su belleza. Camina ligera de paso, de peso y de ropa…” (p. 171). Aquí, en esta representación se capta el profundo arquetipo que relaciona, en lo más hondo de nuestra psique, la mujer con lo animal (la naturaleza no domesticada). La que subyace, todavía, en nuestras precepciones de la mujer, mucho más allá de lo que suponemos… aún.


(izq.) La Eva en conciencia – The Golden Serpent (2000), de Michael Parkes (1944), litografía de edición limitada, colección privada, p. 148 | (der.) Lilith la roja – La pestaña del lobo (2006), de Lucy Campbell, arte digital, p. 171.
La mujer madre. Por último, de una de las más arraigadas figuras, pero ahora problematizadas nos advierte que: “Simone de Beauvoir decía con toda claridad que <<la mujer se hace, no nace>>. Con esta frase, la autora francesa quería separar el género del sexo, permitir la elección de vida de la mujer y alejarla de la delimitación de sus posibilidades por su género. Era otra manera de decir: <<La mujer puede ser lo que ella quiera, no lo que digan que puede ser>>. Los años, los retos, las metas y los logros de las mujeres han demostrado que es así. Sin embargo, dejando de lado la lucha y habitando la vida más armónica que vivimos y existe, observamos que continúa como esencia de la mujer una característica que nos distinguirá por siempre: la posibilidad de dar a luz. Fue lo que nos hizo ser diosas en la prehistoria, cuando la magia de la vida se veneraba. Es el vientre femenino el único que posibilita la vida; lo que se nos olvida que es un milagro existe gracias a la mujer. Los hombres sin descendencia pueden ser tránsito sin huella” (p. 186).
Sin embargo, hoy, en el contexto de profundas revoluciones científicas, sobre todo en las ciencias de la vida, toda esta cuestión, aunque siga en las profundidades de nuestro inconsciente, se está modificando radicalmente (confrontar el formidable diálogo que tienen, sobre el tema, Jacques Derrida y Élisabeth Roudinesco en Y mañana que… FCE, 2003, 203 pp.).

Ahora, después de esta entrada, me ocuparé de la Eva-Lilith de la serie de Lucifer, lo que desplegaré en un siguiente texto…
P. D.
Erri DeLuca, en su Las santas del escándalo (Ediciones Sígueme, Salamanca, España, 2015, 85 pp.), nos enseña sobre Tamar, Rajab, Rut, Bath Sheva (Betsabé), Miriam (María); mujer(es) en tanto logran inscribir su nombre en una historia hegemonizada por hombres. Vale mucho la pena lo que nos muestra este autor en su texto. Ya me detendré, mujer por mujer, en esta fascinante historia que nos enseña otra perspectiva de los relatos bíblicos. Lo haré, una por una, poco a poco, en este espacio.
Imagen de portada: The Lady of Shalott (1888), de John William Waterhouse, óleo sobre lienzo, Tate Modern (Londres).
J. Ignacio Mancilla.
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