VAIVÉN | ¿A dónde se van los recuerdos cuando llega el olvido?

Columna invitada

Eduardo Reyes González

Como seres humanos tenemos la dicha, o la mala fortuna, de tener una memoria privilegiada que puede guardar mucho más aprendizaje que otros seres vivos de nuestro planeta; es parte de nuestra evolución, todos estos recuerdos o memorias, se convierten en experiencias empíricas que nos sirven para la toma de decisiones, aplicadas en nuestra actividad laboral o en la cotidianidad. Aunque a veces nos olvidemos donde dejamos la llave o no recordemos cómo se hace una división matemática, “nada se olvida, aunque no logres recordarlo” (El Viaje de Chihiro, 2003); nuestro cerebro es una maquina perfecta que, inconsciente y conscientemente, tiene la función de controlar nuestros movimientos, el habla, la inteligencia, la memoria, las emociones, recordar los momentos felices y, también, hace que no olvidemos las situaciones más dolorosas de nuestra vida.

Aun con este privilegio, poca gente en el mundo tiene una capacidad de retención suficiente como para acordarse claramente de las acciones vividas cada día, cada fecha, hora y minuto, la mayoría de los mortales olvidamos recuerdos que no regresarán porque fueron irrelevantes para nuestra vida. Yo, por ejemplo, no recuerdo la mayor parte de mi estancia en segundo de primaria, solo recuerdo dos días a lo mucho, y si lo recuerdo es porque una niña me dio mi primer beso en el cachete; de lo aprendido en la escuela, se termina poniendo en la práctica como algo instintivo, sin embargo, no recuerdo con exactitud haberlo aprendido, pero lo sé. Curioso como el cerebro puede funcionar en esta situación.

Una de las personas más privilegiadas en el mundo se llama Ramón Campayo, ciudadano español quien aún no tiene 50 años, y ya es considerado como el mejor memorizador del mundo, ya que puede comprender 2500 palabras por minuto, con un IQ de 194, puede recordar 48 números binarios después de haberlos visto solo un segundo; tan buena memoria (menciona él) es gracias a varios métodos de lectura rápida, autohipnosis y sofrología.

Imagen: Gerd Atlmann.

También existen otras personas que sufren de un síndrome llamado hipertimesia, y por esto, pueden recordar todo lo que hicieron en cada día de su vida, cómo iban vestidos, qué comieron, los sentimientos que los acompañaron, aunque esto no tiene nada que ver con la memoria práctica, ya que ellos pueden olvidar cosas aprendidas en la escuela, pero sí pueden recordar lo vivido según la fecha que les preguntes. El caso más conocido es el de Jill Price, la primera humana con esta condición que ha sido estudiada científicamente; se descubrió que su cerebro es como un diario mental, literalmente recuerda todo como una película que puede rebobinar a su gusto, recuerdos tan nítidos que es posible incluir sensaciones, olores, sabores y sonidos en sus recuerdos. Desde que se comenzó a estudiar estos casos, solo se ha demostrado la existencia de 60 personas en el mundo con el mismo síndrome.

Pero, para las personas comunes y corrientes que no tenemos estas habilidades ni este raro síndrome, ¿cómo se desarrolla nuestra memoria?

Existe un apartado psicológico que manifiesta que, al principio, cuando somos bebés (antes de los cuatros años) existen dos aprendizajes únicos: los que tuvieron un impacto positivo y los que fueron una amarga experiencia, estos se quedan incrustados en nuestro cerebro, procesándolos a manera de aprendizaje para vivencias futuras; antes de la toma de conciencia, nuestro cerebro trabaja con base en la satisfacción de las necesidades básicas, sin más procesos complejos, se procesan las sensaciones de placer, aprendemos a alimentarnos, aprendemos con base en la curiosidad, aprendemos y recordamos a partir del amor que nuestra madre nos da y, al final, todo esto se vuelve instintivo e intuitivo en el futuro.

Se ha mencionado que se sabe más del funcionamiento del universo que del cerebro, siendo el cerebro donde se almacena toda nuestra información, es como nuestro disco duro, y funciona gracias a la sinapsis, es decir, la conexión que se da entre las neuronas gracias a diversos impulsos eléctricos y que hace que se active nuestra masa encefálica. Cada parte de nuestro cerebro cumple una función diferente y, cuando se adquieren nuevos aprendizajes o vivencias, nuestro cerebro genera células para guardar esta información, tan difícil es para el cerebro crear células, como el complejo proceso de eliminarlas, por lo que es complicado olvidar alguna situación en particular, porque se necesita un impulso más fuerte que estimule y pueda sustituir estas células.

Imagen: Way Home Studio.

Es el hipocampo, glándula interna de nuestro cerebro, el que tiene la función de generar nuevas experiencias y recuerdos, aunado a que la glándula pituitaria es la encargada de la generación de emociones de alto impacto; las dos glándulas se encargan de la creación de los recuerdos, ante más intensidad amorosa, ante más traumáticas o más felices las sensaciones, más se incrustan, sin embargo,  estos órganos  se desarrollan después de los cuatro años, ya cuando el ser humano toma conciencia. Por eso la dificultad de recordar algo antes de esa edad.

Los recuerdos representan, en términos filosóficos, el desarrollo de un mapa mental que estimulan la catarsis de nuestra vida, son las acciones que nos determinan como humanos y los que nos hacen ser pertenecientes a una sociedad, es decir, gracias a los recuerdos también podemos ser parte de un grupo social; la interacción con las personas y el conocimiento adquirido forjan nuestra personalidad, los recuerdos no cambian nuestra historia pero sí son importantes para nuestro presente, es lo único valioso que nos llevaremos al dejar este mundo, nada de lo material, nada de lo terrenal puede ser tan valioso como un recuerdo feliz, o un recuerdo triste en su metamorfosis a un aprendizaje.

Imagen: RawPixel.

Entonces, ¿qué pasa si no somos recordados?, si nuestra existencia terrenal y cuántica dependiera de la pertenencia en los recuerdos de otras personas, ¿si nadie nos recuerda, entonces dejamos de existir para siempre?, esta premisa es uno de los pilares del guion de Coco, la famosa película de Disney, influenciada por la festividad de Día de Muertos en México.

“La felicidad y el amor son los lugares donde uno desea estar siempre y donde a uno no le importa terminar muerto”, menciona Joey a Clementine en la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, un estupendo ejemplo de ficción que explora la posibilidad de borrar los recuerdos. En la trama, Joey pasa por una relación tormentosa con Clementine, por lo que decide borrar todo rastro de esta experiencia, así que contrata a una empresa que se dedica a eso: “mandar a la papelera de reciclaje lo vivido”, sin embargo, Joey sufre una interrupción en el proceso, donde ya se ha borrado todo lo negativo, pero ha quedado todo lo positivo de la relación, por lo que ante estas buenas experiencias, decide dar marcha atrás con el proceso de borrado de memoria, pero no se puede dar marcha atrás; aparece la desesperación en Joey cuando se da cuenta que ha pasado los mejores momentos de su vida en esa relación, pero el olvido es inminente, “se puede olvidar lo que pasó, pero no se puede olvidar cómo se sintió”, es lo que manifiesta él cuando se encuentra nuevamente a Clementine siendo ya desconocidos. Cabe mencionar que Clementine sí logro culminar con éxito todo el proceso de borrado de memoria.

Los recuerdos se quedan guardados en la memoria interna por siempre, se ha mencionado que antes de morir el ser humano recapitula su vida en una bomba de recuerdos que, junto a la segregación de endorfina en el preciso momento, permite llegar a un modo de satisfacción por lo vivido en esta tierra y, si no fue satisfactorio, nos creamos una historia que nos produzca la mejor sensación en el último momento.

En otro ejemplo de memorias alteradas, Del olvido al no me acuerdo, es un documental del mexicano Juan Rulfo Jr. , en donde se muestra a un grupo de ancianos de una pequeña población del norte de Jalisco, quienes, ante su destierro, su frustración y su falta de contacto con fuentes externas, han mantenido los recuerdos de su vida en la época revolucionaria bien guardados, estas memorias hacen erupción nuevamente cuando regresan a preguntar por  un tal Juan Rulfo, el escritor oriundo del lugar, empezando a avivar los recuerdos una vez más. Con el intento de recordar sucesos emocionantes llegan las divagaciones, empiezan a formar la historia de un hombre diferente, hasta hacerlo un mito, creando una nueva memoria de este personaje que raya en lo irreal. Este documental nos muestra que el recuerdo se encuentra resguardado en nuestra mente, hasta que un detonante importante, expulsa nuestras memorias.

Es solo en la conciencia donde se olvidan las cosas irrelevantes, el inconsciente tiene su propia formación de experiencias para su funcionalidad. Si uno quisiera tener mejor memoria, debería buscar ejercicios que mejoren su aprendizaje; esto no es un detonante igualitario para todos, cada quien maneja su memoria a su ritmo, y así como para aprender más rápido, también es posible olvidar mas rápido, primero con determinación y después con métodos y guías psicológicas para olvidar, superar o convivir con lo doloroso; todo esto, como siempre, convertido en aprendizaje puede funcionar como un escudo protector para diversas situaciones, en donde así como solemos cubrirnos con el paraguas ante la lluvia, también debemos tener la posibilidad de aprender a cubrirnos cuando una experiencia traumatizante esté a punto de llegar.

Eduardo Reyes González.


Imagen de portada: Michal Jarmoluk.

Las opiniones vertidas en las columnas invitadas y en las publicaciones especiales reflejan el punto de vista de su autor o autora y no necesariamente el de Cuerdas Ígneas como proyecto de escritura. Para comentarios, observaciones y sugerencias escríbenos a: cuerdasigneas@gmail.com

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