Sobre Eros y Tánatos, de Daniel Kent

J. Ignacio Mancilla

☯︎ Para María Gutiérrez Zúñiga, con respeto y cariño; por todo lo aprendido en el camino de la vida.

“El andrógino, en efecto, era entonces una cosa sola

en cuanto a forma y nombre, que participaba de

uno y de otro, de lo masculino y lo femenino, pero que

ahora no es sino un nombre que yace en la ignominia”.

Aristófanes. El banquete o del amor, de Platón.

Hace poco se exhibieron en el MUSA (Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara), 20 pinturas de gran formato de Daniel Kent; excelente artista y mejor amigo.

El verlas fue una experiencia alucinante, lúdica y muy aleccionadora, estéticamente hablando.

Imposible hablar de las 20 pinturas; ni siquiera de las 4 que más me llamaron la atención: La luz de la razón (2021), Lo bello y lo siniestro (2020), Nacimiento del ave Fénix (2010) y Eros y Tánatos (2017).

Por diversas razones, una de ellas es que aparte de filósofo ejerzo de analista, es que me ocupo, un poco por ahora, de Eros y Tánatos.  Espero poder escribir algo, posteriormente, sobre las otras tres pinturas que más me gustaron y llamaron mi atención, al grado de que es como si el tiempo se hubiera detenido y un servidor siguiera al frente de tan impresionantes pinturas.

Bien, antes de ocuparme de la pintura de Kent, diré algunas cosas muy generales, tanto desde la filosofía como desde el psicoanálisis, mismas que posibilitarán, así lo creo, una mayor comprensión de lo plasmado por Daniel en su impactante obra.

Lo primero es remitir al diálogo El banquete o del amor, uno de los más bellos de Platón y en el que se trata, precisamente, del Daimon Eros, hijo de Poros (la abundancia) y Penia (la pobreza); como uno de los dioses primeros y más importantes. Mucho hay todavía de actual en ese milenario diálogo, que puede leerse, todavía, con mucho placer y pertinencia. Pese a tanto tiempo transcurrido.

Lo segundo es hablar de Más allá del principio de placer (texto de más de 100 años), de Sigmund Freud, obra que es un hito en el discurso psicoanalítico y en la que, particularmente, se plantea la coexistencia -no precisamente pacífica- entre las fuerzas de la vida (Eros) y las de la muerte o destrucción (Tánatos).

Lo tercero y último, es contarles la manera tan curiosa, por decirlo de algún modo, de cómo conocí a Daniel Kent.

Fue de forma indirecta. Hace ya algunos años participé en un grupo de estudios de psicoanalistas -en ese entonces todavía no ejercía como tal- y estando en la casa de María Gutiérrez (amiga entrañable), vi un libro que llamó poderosamente mi atención, Baldanders, de Daniel Kent. Me fascinó y María me dijo, en esa ocasión, que Daniel era su vecino y que podía presentármelo. Tiempo después, azarosamente, tuve como alumna a una de las hijas de Daniel, Dánivir. El curso que di en ese entonces fue una experiencia única, pues abordé el tema del Diablo. Y fue por Dánivir, en ese singular contexto, que conocí personalmente a Kent y ahora somos amigos.

Sobre la amistad y sus consecuencias hay mucho que contar, pero por ahora no puedo detenerme, por razones de espacio, en esa, para mí, bonita historia.

El estilo y la plástica de Kent siempre me han gustado, desde que vi sus primeros dibujos en el libro Baldanders, hasta sus obras de gran formato como las exhibidas recientemente en el MUSA; de las que ahora destaco Eros y Tánatos.

pintura Eros y Tánatos
‘Eros y Tánatos’, Daniel Kent. (Foto: dankent.com).

De modo que, después de esta pequeña entrada, voy, ya, a la obra de Daniel.

Para empezar, una curiosidad que nos remite al Eros narrado por Aristófanes, el comediante, y que recoge precisamente Platón en el diálogo ya mencionado.

En su narración, mítica, por supuesto, Aristófanes nos cuenta que antes éramos completos, pero que fuimos partidos por nuestra altanería ante los dioses.

Cuento esto porque llama la atención que la pintura Eros y Tánatos esté dividida, precisamente en dos partes que hacen una unidad: Eros y Tánatos.

Y así la voy a abordar, como las dos partes que conforman una unidad dividida, escindida, tal y como aparecen las pulsiones en Freud en la obra aquí considerada.

Pero antes de hacerlo, retomaré algunas ideas de Avelino Sordo Vilchis, quien hizo la presentación de la obra de Kent exhibida en el MUSA.

Una presentación muy concisa, pero muy justa en su valoración y en la conceptuación que hizo no solamente de la obra exhibida, sino de toda la plástica misma de Kent.

Destaco el “hermético misticismo”, las “referencias literarias”, los “animales fantásticos”, los “abigarrados escenarios”, las “oscuras ceremonias rituales”, las “manifestaciones de la voluntad de crear mundos nuevos”, las “óperas” y demás ideas bastante atinadas.

Ahora sí voy a mi lectura.

Viendo la pintura de frente, mejor dicho, las pinturas, lo primero que destaca, abajo, son mujeres entrelazadas por medio de los brazos y las manos. ¿se trata de Psique, duplicada y multiplicada?; ¿la misma -pero siendo otra- que la tradición (mítica, narrativa y pictórica) nos presenta como mujer? Dejo abiertas estas cuestiones.  

En el cuadro de la izquierda predominan los tonos grisáceos; mientras que en el de la derecha las tonalidades son, sobre todo, rojizas.

En la pintura de la izquierda vemos rostros deformes; incluso uno con sangre. Mientras que en la de la derecha, visualizamos sobre todo mujeres desnudas; habiendo trece rostros y otro, como fantasma, difuminado.

¿Qué pintura corresponde a Eros y cuál a Tánatos?, me pregunto.

En la de la izquierda hay también 13 rostros más otros dos fantasmáticos (difuminados) y una mujer vieja.

En la derecha hay cuatro cuerpos de mujeres desnudas y al parecer siete rostros también femeninos; todas y todos anudados, entrelazados entre sí, en un agrupamiento dionisiaco.

En la izquierda solamente vemos un cuerpo denudo, también de mujer que, como ya lo dije, se enlaza con uno de los cuerpos del lado derecho, también de mujer.

¿Acaso Eros y Tánatos son in-diferentes?, en el sentido de que una es el reverso especular de la otra, de tal modo que no podemos hablar de un dualismo pulsional, pero sí de una pulsión que sería Eros y… Tánatos; pero en realidad, ¿podemos diferenciarlas fácilmente?

¿Cómo se manifiestan en la clínica?, sobre todo cuando se mezclan y desmezclan las pulsiones cotidianamente.

He aquí la cuestión.

No cabe duda, más que “ventanas”, como dice Avelino Sordo Vilchis, las pinturas de Daniel Kent son “aberturas” (¿puertas?), que nos posibilitan entrar y salir de las escenas que prodigiosa y abigarradamente pinta Kent, para deleite visual de todas y todos a los que nos gusta -nos encanta- el universo kentiano.

Así, Eros y Tánatos nos hacen posible adentrarnos en el mundo imaginario de Daniel Kent, habitado por seres híbridos, entre humanos, animales y figuras fantásticas (diablos, dioses, ángeles y demás), con lo que nos hace más “soportable” esta vida tan plana y materialista (en el sentido más pobre de la palabra), en la que estamos inmersos en el mundo de ahora; como si no tuviéramos escapatoria.

Y esto no es cualquier cosa para un pintor (ahora en el sentido más extenso del término), mejor dicho, un artista tan lúdico como lo es Daniel.

Por ello, al confrontarnos con la plástica de Kent, uno no sale indemne, sino más bien, uno es profunda e íntimamente “tocado” por esos seres imaginarios, de tal modo, que nos trastocan la vida en este nuestro mundo ordinario. Un servidor siempre mira de reojo ante la posibilidad de las apariciones de los Baldanders y demás seres imaginarios del universo Kent.

Y… después de contemplar las pinturas de Kent, ya no somos los mismos que éramos… y devenimos, sin percatarnos, kentianos; no kantianos.

En esto consiste el prodigio y la magia de la plástica de Daniel Kent.

Cual si Eros y Tánatos estuvieran… habitándonos y…

… deshabitándonos, al mismo tiempo; en todo momento.

He aquí, en pocas palabras, la magia de la plástica de Daniel Kent.

Esto es lo que es… Eros y Tánatos, pero también La luz de la razón, Lo bello y lo siniestro, Nacimiento del ave Fénix (obras de las que me gustaría hablar en otro momento) y… ciertamente, toda la obra de Kent.

¡Enhorabuena por Daniel Kent!

J. Ignacio Mancilla.

Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 30 de septiembre de 2021.

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