ESPECIAL  | Anotaciones de un explorador principiante

Vine al mundo sin saber a qué cosa, y entonces, no sabía nada. Saber es mucho; primero está, el que tampoco sabía si quería venir; y, sin embargo, vine. ¿Qué extraña voluntad impulsa aquello de abrirse paso a la vida?

Vine entre torrentes, navegante de aguas cálidas y pasadizos secretos, vine del comienzo del mundo y se llamaba pecado. Yo vine de donde había llegado antes, una vaga intuición en mi ser me ha dicho que así es y tengo un registro de eso, aunque decirlo signifique locura, es mi voluntad contárselos.

Las olas del mar fueron, en su suave ritmo, propicias para las sensaciones de los cuerpos. Hay un lenguaje de la naturaleza que llama a los seres a su conservación, a ese ambicioso y narcisístico anhelo de extender nuestras almas en el universo, como si con ello se extendieran nuestras vidas, una ambición de no extinguirnos con la muerte. 

nacimiento y muerte
Fotografía de la exposición: Medicina tradicional y partería / Museo Nacional de Culturas Populares.

Recuerdo, no sólo el vaivén de esas olas, también había un olor afrodisiaco a origen y verdad, la marea suave decía la luna en menguante, lo sé porque la luna llena vuelve frenético al mar y a las almas quizás. Vine al mundo de los cuerpos (en esos cuerpos) ahí en un agua salada que prodigaba caricias porque no solo el agua dulce es para beberse o para embriagarse, el placer también habita en los recovecos de lo diverso o particularmente ahí en la disyuntiva y el desvío. 

En una mezcla de agua salada y savia caí en un lugar fértil, una isla palpitante y de nobles pliegues naturales. En ese lugar había ecos que de principio atribuí al maravilloso enlace, al sonido de las olas, o a las voces del mar, luego más acogido por el calor de esa pequeña e infinita isla, fui reconociendo los ecos de otros tiempos. 

Mis registros más antiguos podían ubicarse en el apellido de unos bisabuelos que habían naufragado entre lágrimas, porque ciertamente puede morirse de tristeza y así, sus ojos los ahogaron de adentro hacia afuera. Lágrimas y mar. Inferí que la tristeza corría por nuestras vertientes. 

vida mujer
Fotografía de la exposición: Medicina tradicional y partería / Museo Nacional de Culturas Populares.

Los susurros arrullaron a la noche y ya vuelta serena las estrellas orientaron la ruta, los cuerpos acoplados aún, como salvándose uno a través del otro, se abrazaron estrechando sus historias y el pasado de lo que eran. La voz del hombre era del tono grave de su propio padre y al hablar rompía las olas, como si lo natural se resignara, pero no del todo, porque las olas se deslizaban lamiéndose la herida y fundiéndose desconfiadas y celosas en su propio mar.

La voz de la mujer provenía de otro universo, era una dulce y delicada nota constante como el flujo de su sangre, su alma iba ahí y con ella sus antepasados, primeros exploradores del mundo. Yo soy solo una palabra más, un nombre que ha nacido carne en este lecho tibio. Las voces han dicho mi nombre y con ello se abrió ante mí esta nueva isla llamada desamparo.

nacimiento y parto
Fotografía de la exposición: Medicina tradicional y partería / Museo Nacional de Culturas Populares.

Angélica Reyes.


Imágenes: Fotografías correspondientes al XII Concurso Nacional de Fotografía “Medicina tradicional y partería”. Exposición realizada en el MUSEO NACIONAL DE CULTURAS POPULARES, Ciudad de México, marzo 2022.         

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