Previamente se había compartido una reflexión sobre este libro; aquí se aborda otra lectura de La flama en el espejo.
“De los dos contrarios en alianza,
¿qué rostro irá naciendo? ¿Dónde
el hielo y la llama? ¿Por qué labios
nacerá mi alma entre sus dientes?”
Rubén Bonifaz Nuño, La flama en el espejo.
Quiero hablar nuevamente de un libro más que especial, regalo de un querido amigo; es, desde cierta perspectiva, un libro doble.
Se trata, por un lado, de uno de los poemas más enigmáticos y hermosos de Rubén Bonifaz Nuño (12 de noviembre de 1923, Córdoba, Veracruz-31 de enero de 2013, Ciudad de México) y, por el otro, estamos ante una osada e impresionante interpretación plástica, por demás alucinante y bella, por parte de Daniel Kent (3 de enero de 1950, Guadalajara, Jalisco).
El libro en sí es un portento plástico y poético realmente maravilloso.


Kent no solamente se atreve, como Freud en su momento con los sueños, sino que logra, en acto, una sobrecogedora lectura-interpretación del poema de Bonifaz Nuño que apunta, directamente, al litoral entre lo poético y lo plástico, en el sentido señalado por Jacques Lacan en su famosa clase de Lituratierra (Tachaduratierra); texto escrito, en 1971, para la revista Littérature (Larousse), número dedicado al tema Littérature et psychanalyse.
Sí, pues; Kent lee a la letra/imagen, es decir a la letra-imagen, el críptico poema de Rubén Bonifaz Nuño. ¿También a la materia/tierra?
El resultado es un esplendor de libro; sí, de libro doble, sobre el que hablaré de nueva cuenta aquí, en Cuerdas Ígneas.
Esto a manera de agradecimiento por el don de la amistad, pero también por el don recibido del libro.


El libro está prologado por un poeta, no podía ser de otro modo; Jorge Esquinca es quien hace, en una escritura por demás excelsa, el Prólogo.
Del que tomo, prestadas, las siguientes palabras:
“Con ejemplar devoción, con ardiente paciencia, Daniel Kent ha recorrido durante años los caminos de la flama. Ha mirado con hondura en el espejo de su revelación y nos entrega ahora su testimonio en imágenes. Ilustraciones, sí, en el mejor de los sentidos pues ilustrar (del latín illustrare) equivale a <<dar luz al entendimiento>>. Kent recupera la nobleza del libro ilustrado y nos entrega una colección de estampas que acompañan al discurso poético y dialogan con la sustancia de los versos. Poema de poemas, La flama en el espejo, es un canto compuesto por nueve apartados y una coda -ésta, que recibe el número 0, es, al mismo tiempo, fin y principio de un ciclo que adivinamos infinito. A su vez, cada uno de los precedentes nueve se divide en tres poemas (excepto el 5, que se subdivide en cuatro) signados con una letra del alfabeto.
“Consecuente con este orden bonifaciano, Kent ha realizado diez pinturas y veintiocho dibujos, una ilustración para cada momento del poema. Al contemplar las imágenes, lo primero que se advierte es el cuidado con que Kent ha afinado los colores de su paleta en busca de ductibilidad y transparencia, como si en lugar de luchar con la materia de la pintura, hubiese establecido una suerte de alianza hasta dar con el tono celebratorio que rige al poema […] Cuidadoso en extremo, Kent fue detectando los diversos elementos simbólicos del poema y se dio a la tarea de incorporarlos a la obra plástica, de tal manera que no pasan desapercibidos; ahí están la rosa de los vientos, el corazón central, la serpiente <<de trisulca lengua>>, las alas del resucitado o el tetragrámaton compuesto por <<las cuatro bocas zodiacales>>.a saber, el león, el toro, el águila y el ángel.
“Hay un vivo contraste entre la intencional luminosidad de las pinturas -que se antojan leves y hasta etéreas-, y el trazo abigarrado, minucioso, pleno de hallazgos de los dibujos. Por hallazgos me refiero no solamente a la manera en que Kent ha encontrado soluciones plásticas para recrear las atmósferas del poema y establecer una sincronía con las figuras que aparecen a lo largo del canto. Pienso particularmente en aquellas otras menos evidentes, casi ocultas en el entramado de las líneas […] Fiel a sus propias revelaciones, Kent se mira en el espejo de la palabra poética y se abre para recibir el necesario resplandor, la vibración precisa de la flama. Si las pinturas hacen pensar en un espíritu cercano a las visiones de William Blake, los dibujos invitan a considerar una mano próxima a Doré, que ha ejercido con talento y disciplina el arte de la ilustración.
“La flama en el espejo es uno de los más hermosos poemas de nuestra lengua. Un canto del amor que encarna y transfigura y al hacerlo, nos vuelve trascendentes. Daniel Kent ha sabido leerlo y plasmarlo con la inteligencia y la audacia indispensables” (pp. 12-13).
Una disculpa por la cita tan larga, pero no podía escribirlo mejor.


Aquí el asunto es homenajear, póstumamente, a Rubén Bonifaz Nuño y hacer lo mismo, en vida, con Daniel Kent; merecidamente.
De modo que va de nuevo mi doble agradecimiento: por la amistad y por el libro.
Muchas gracias de todo corazón Daniel Kent.
¿A quién no le gustaría leer e interpretar como tú lo haces, Daniel, magistralmente?
Por lo menos a mí, sí.
P. D.
El pasado domingo 12 de noviembre se cumplieron 43 años de celebrar el Día Nacional del Libro en México; el día se instituyó mediante Decreto para conmemorar el nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz. Y qué mejor pre-texto, para esta celebración doble, que escribir sobre La flama en el espejo, uno de los más grandes poemas en español; con este homenaje muy personal, póstumo, a Rubén Bonifaz Nuño, también he querido reconocer, en vida, a Daniel Kent, lector lúcido y agudo como pocos. Y este libro doble hace más que patente tal aseveración.
Aúno, a esta posdata, la nota bibliográfica del texto sobre el que he reflexionado aquí, en este espacio tan significativo y querido.
Rubén Bonifaz Nuño, La flama en el espejo. Una interpretación plástica de Daniel Kent, Secretaría de Cultura, Gobierno de Jalisco/Rayuela, diseño editorial, México, 2018, 134 pp.
J. Ignacio Mancilla





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