He tenido la fortuna de que algunas amistades con las que cuento han llegado a mi vida de un modo inesperado, haciendo que situaciones fortuitas se conviertan en maravillosas coincidencias.
Así sucedió con Mary Carmen Coria, a quien todas sus amigas llamamos Kiki. La conocí en una excursión de integración que se organizó en el colegio donde trabajo. Nos sentamos juntas en el autobús en el camino hacia allá y comenzamos a platicar sin que sospechara en ese momento que esa plática nos cambiaría la vida a ambas.
Yo tenía algunos meses que había publicado mi primer libro, Secuencias oníricas (La Zonámbula, 2021), e iba a tener una presentación en Ciudad de México, la primera en esta ciudad desde la publicación, así que le platiqué de ello, invitándola a asistir y contándole sobre mis cuentos.
Ella de inmediato se mostró interesada y compró uno de los ejemplares que llevaba conmigo. Además, me contó que tenía una historia personal que había pensado en compartir de algún modo, ya sea a manera de narración autobiográfica o usando algún recurso de la ficción. Así fue que comenzamos a platicar sobre el libro del que hoy quiero hablarles: La araña negra del jardín. Relato sobre el dolor oculto de una mujer (Salto al reverso, 2023)*.


Kiki me compartió su historia a grandes rasgos y fue así que supe que es sobreviviente de abuso sexual. En su momento, ella no sabía si quería escribir con su nombre o si usaría algún seudónimo. Recuerdo haberle dicho que no se preocupara por eso, que empezara a escribir lo que tenía que contar y ya llegado el momento tomara una decisión sobre la autoría.
Platicamos durante el largo camino hacia la excursión, sobre todo acerca del proceso de la escritura, de cómo podía empezar a plasmar su historia, y de algunas preocupaciones que tenía respecto a la manera de escribir, cuestiones ortográficas y otros aspectos. Le dije que nada de eso importaba en ese momento, que le diera prioridad a escribir así como fueran saliendo las ideas y que llegado el tiempo yo podía apoyarle como correctora de estilo.
Durante la plática también le recomendé que buscara a Fernando de León, maestro y escritor quien fue mi corrector durante la última etapa antes de la publicación de mi libro, haciendo hincapié en sus talleres de escritura autobiográfica, pues pensé que podían servirle mucho para contar su historia.
Al poco tiempo, fue mi presentación en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica y Kiki me sorprendió diciéndome que iría, haciendo el viaje desde Metepec, Estado de México hasta la librería en la Condesa. Estando allá conoció a Fernando y no mucho después me platicó que ya estaba inscrita en uno de sus talleres.

A partir de aquí la velocidad y tenacidad con la que se movió Kiki fue impresionante. Terminó el taller de autobiografía y ya contaba con un borrador de su libro. Seguimos intercambiando comentarios y platicando sobre detalles que iban surgiendo; también supe nuevamente sobre la inseguridad que sentía la autora acerca de abrirse por completo con su historia y publicarla con su nombre, por las implicaciones que podría tener en su vida laboral y personal. Me alegra mucho que la decisión final haya sido publicar usando su nombre.
Una vez listo el manuscrito tuve la fortuna de hacer la corrección de estilo por petición de Kiki, con lo que me metí de lleno a este relato autobiográfico duro y a la vez necesario, que pone voz a lo vivido por una adolescente de 17 años, que vio con horror como su mundo se desmoronaba en el momento en que una banda de ladrones entró con lujo de violencia a robar a su casa, amenazando a toda su familia y permaneciendo por horas dentro de su hogar, saqueando y revisando todas las pertenencias que tenían.
Por si eso no fuera suficiente, uno de estos ladrones decidió abusar de ella, aprovechando que se encontraba sola en una de las habitaciones, mientras el resto revisaba otras recámaras.
Pasar por este hecho fue apenas el comienzo de una serie de situaciones que Kiki vivió durante y después de la agresión, que transformaron por completo su vida, llevándola por un camino inesperado y confuso. Con dolor, pero también con valentía y esperanza, Mary Carmen narra su historia, contándonos acerca de sus relaciones familiares, los sentimientos que tuvo durante muchos años, la vida que cambió para siempre y cómo fue construyendo una nueva vida para ella.

Aunque el libro está dirigido con especial atención a otras sobrevivientes de abuso y violación, conviene decir que cualquiera que lea este texto encontrará valiosas enseñanzas en él. Es importante hacernos conscientes de lo cerca que podemos estar de una persona que ha sufrido este tipo de violencia y cómo nuestras palabras y actos pueden ayudarla o perjudicarla.
La Ciudad de México cuenta con un promedio de 7 mil mujeres cada año que son víctimas de delitos sexuales (violación, abuso, acoso sexual y corrupción de menores, entre otros, siendo el abuso sexual el delito que ocupa el primer lugar) es decir, 32 mujeres al día sufren este tipo de violencia.
Con estas cifras en mente, podemos darnos cuenta de la magnitud del problema, lo que espero que no deje a nadie indiferente. Por eso recomiendo la lectura de La araña negra del jardín, historia que además de todo nos habla de resiliencia, dejándonos un mensaje de que es posible recuperarse de lo más difícil de imaginar.
Ha sido un honor haber podido acompañar a Kiki en este camino y quiero expresarle públicamente todo mi reconocimiento, así como mi admiración por el tiempo récord en que logró concretar la publicación de su libro, poco más de un año después de que empezamos a platicar sobre este proyecto.
Además, retomo algo que mencioné al principio. Dije en las primeras líneas que el encuentro fortuito en ese autobús que me llevó a conocer a Kiki nos cambió la vida a las dos, y quiero contarles cómo transformó la mía.

Kiki no solamente se convirtió en una buena amiga, sino que ha sido un gran apoyo para mí en el entorno laboral. A raíz de que me quedé sin transporte para poder llegar a la escuela me ayudó a buscar diversas opciones para regresar con amigas suyas y, después de que mis horarios cambiaron, de inmediato buscó quién me explicara una ruta segura y rápida para llegar en transporte público, algo que en su momento parecía difícil por lo lejos que me queda el colegio.
En todo momento, ha sido una gran compañía en momentos difíciles, por lo que su apoyo para continuar trabajando en donde actualmente estoy ha sido invaluable; quizá sin este soporte no seguiría en el mismo lugar. Así que también quiero dejar constancia de este agradecimiento público para ella.
Finalmente, me gustaría decir que la sonrisa de Kiki ha inspirado a muchas personas que la conocemos. Su carácter alegre y amable resulta reconfortante para cualquiera que haya compartido espacio con ella.
Y es que la araña negra del jardín pasó de ser una amenaza a una señal de advertencia, y luego se convirtió en un talismán para Kiki, uno que la acompaña en todo momento, que le brinda fortaleza y que ilumina su rostro.
Celebro contigo, querida amiga, por tu libro, por tu vida y por habernos encontrado aquella mañana de agosto.
Inés M. Michel
*La araña negra del jardín se puede conseguir en librerías y en Amazon: https://www.amazon.com.mx/ara%C3%B1a-negra-del-jard%C3%ADn-Spanish/dp/B0CNWTDHR8.





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