A la memoria de mi madre.
A la memoria de mi hermano Javier.
Para los hijos e hija de Javier: Javier, Juan Carlos, César Augusto, Alejandro y Elena.
La teorización de Freud sobre el duelo abarca dos tiempos. El primero es su conocido artículo del año 1915, Duelo y Melancolía.
En éste el fundador del psicoanálisis asentaba que hay dos reacciones psíquicas frente a un duelo: la primera y más generalizada es lo que él llama trabajo de duelo y que se conoce también como elaboración de duelo.
La duración de este periodo, que Freud reconocía como necesario y saludable para que continuara el doliente con su vida, e incluso al que consideraba como algo no conveniente perturbar, sino esperar a lo que podríamos considerar el tempo singular de cada sujeto, atendiendo a lo que el psicoanálisis llama caso por caso, depende de lo que cada uno o una necesita ante una pérdida.
Como todo lo que ocurre en la vida, este procedimiento psíquico, que Freud consideró uno de los más complicados de los que tenemos que enfrentar en nuestra singular historia, éste también depende de ésta y marca una especie de ritmo particular de cada quien (no es casual en este contexto que yo utilice el concepto de tempo procedente del campo de la música).

La otra reacción que Freud planteó en 1915 frente al proceso de duelo fue lo que en la época se llamaba melancolía, fenómeno que actualmente se nombra con el término de depresión.
Creo interpretar bien a Freud cuando digo ahora que la melancolía es un fracaso de la elaboración del duelo o, por lo menos, sigue un camino diferente.
Este camino, tan semejante en todas sus manifestaciones con el periodo de duelo; alejamiento del interés por la vida, privilegiando sobre todo los intereses que relacionan al doliente con su pérdida, desazón, talante de dolor, reproches, replegamiento de la libido hacia sí mismo, etc. se distingue del de la elaboración de duelo en un rasgo: la identificación con la pérdida y, en el caso de la muerte de un ser querido ( porque, contrariamente a lo que a veces se ha dicho sobre el duelo, éste no se presenta sólo ante la muerte, sino también ante una ruptura amorosa, el fracaso de un proyecto e incluso ante la pérdida de un órgano del propio cuerpo), puede llevar , en casos extremos , a la pérdida de la vida del propio doliente.
Muchas veces a algo más moderado: el sujeto se pierde, dicho esto de manera metafórica, ante su pérdida.

¿Pero, cómo es una elaboración lograda de un duelo? Desde la perspectiva de Freud, dos condiciones la distinguen: una es el encuentro de un sustituto del objeto libidinal perdido; la otra, el resarcimiento de la pérdida por la vía de la recompensa de la propia vida.
En el segundo tiempo de la reflexión freudiana, que el fundador del campo del psicoanálisis sólo dejó apuntado en una carta a su amigo Ludwig Binswanger en el año de 1920, en la que consideró la idea de que algunos duelos son imposibles de hacer.
Tenemos que tomar en cuenta que 1920 es el año en que publica Freud Más allá del principio de placer , en el que introduce la llamada pulsión de muerte que habita a todos los seres humanos y ante la cual terminaremos sucumbiendo algún día.
Por otra parte, en la vida personal del fundador del psicoanálisis, éste ha pasado por dos eventos de pérdida de seres queridos: la muerte de su hija Sophie, a quien llamaba my Sunday girl y la de su nieto Ernst, hijo de ésta, el famoso niño del juego del carretel del fort-da ante la ausencia de su madre al ir ésta a su trabajo, juego infantil con el que inicia su libro mencionado en el párrafo anterior.

Al último; pero no menos importante: en 1920, Freud ya ha sido diagnosticado con el cáncer maxilo-facial del que moriría él mismo, después de numerosas operaciones y de todavía casi 20 años de producción teórica y clínica en su vida.
Aquí una digresión que no es cualquier cosa. En sentido estricto, Freud no murió de cáncer, sino de la sobredosis de morfina que, a petición de él, le suministró su médico de cabecera Moritz Schur, cuando le pareció que su vida ya no era vida. Schur estaba cumpliendo así la promesa que le hizo a Freud desde que le diagnosticaron el cáncer, de ayudarle cuando él quisiera irse definitivamente y en un tiempo que no era legal lo que ahora se conoce como muerte asistida.
Volviendo a la cuestión del duelo y la imposibilidad que conlleva, ya he tocado en otros artículos de Cuerdas, lo que hizo el psicoanalista lacaniano Jean Allouch al plantear en La erótica del duelo en los tiempos de la muerte seca (1995), que la elaboración del duelo es del orden de lo imposible. Desarrolla en esa obra lo que apuntó Freud en su correspondencia con Binswanger.
La elaboración de un duelo tiene un límite.

No hay sustitución del objeto perdido ni siquiera la recompensa de la propia vida.
Sí, el psicoanálisis puede hacer del dolor psíquico insoportable del principio un dolor psíquico tolerable.
Pero queda un vacío, como dice Allouch: un resto de nosotros que el muerto se lleva para siempre consigo y debido a lo cual no volveremos a ser los mismos.
Cuando Allouch escribió el texto que mencioné, fue el producto de un Seminario que dio en el Distrito Federal, ahora Ciudad de México, a unos días de la pérdida de un hijo.
Eunice Michel
Guadalajara, Jalisco, 27 de octubre de 2024. Colonia Morelos.
Referencia:
Freud, Sigmund: Duelo y melancolía. Obras completas. Tomo XIV. Amorrortu editores. Buenos Aires, 2003.
Imagen de portada: Løsrivelse (Separación, Edvard Munch, 1896).





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