Para mi papá, quien me enseñó a pensar por cuenta propia
En donde tú te halles, allí se encuentran todos los mundos.
Moisés Cordovero
Citado por Jacobo Grinberg-Zylberbaum en La teoría sintérgica
Aunque ande en valle de sombra, de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo.
Salmo 23:4
Desde mi infancia me preocupa con creciente intensidad la idea de que la así llamada realidad no es más que el piso bajo, por no decir la casa del portero, de un enorme edificio con innumerables pisos hacia arriba y, seguramente, también hacia abajo.
Michael Ende
‘La casa de las afueras’ (en La prisión de la libertad)
¿Es posible reconciliar la ciencia con las sabidurías ancestrales y con lo que plantean las religiones alrededor del mundo?
Mucho tiempo pensé que no.
Fue hasta que conocí a Jacobo Grinberg-Zylberbaum y me adentré en su libro La teoría sintérgica que me topé con una revelación tan inesperada como sorprendente: lo que conocemos como realidad puede explicarse por medio de una teoría científica que resuena o hace eco con planteamientos hechos por la cábala, la teosofía, el chamanismo y el budismo.
¡Vaya revelación! Una que llega en una época turbulenta que de a poco comenzó a calmarse gracias al acompañamiento de personas muy queridas y de lecturas que me han abierto nuevas veredas para transitar.
Jacobo Grinberg-Zylberbaum (1946) es un científico mexicano que desapareció en 1994, dejando tras de sí un halo de misterio que acompaña su nombre hasta el momento de estar escribiendo estas letras.
Su trabajo en el campo de la psicología y de la neurofisiología tomó un camino que alteró las buenas conciencias académicas de su tiempo al interesarse por temas de investigación relacionados con el chamanismo, la telepatía y las capacidades del cerebro humano para moldear e incluso transformar lo que conocemos como «realidad».
Para los científicos, era un chamán; para los chamanes, un científico, nos dicen sus colegas en el documental El secreto del doctor Grinberg (disponible en Netflix). En ese limbo tuvo que aprender a moverse, acercándose con una verdadera curiosidad científica a fenómenos como las curaciones de Pachita, una sanadora nacida en Hidalgo del Parral, Chihuahua, que operaba a las personas con un cuchillo de monte, realizando trasplantes y diversas intervenciones consideradas milagrosas por la manera en que las ejecutaba, sin material ni instrumental médico e incluso materializando órganos.
Mientras otros académicos zanjaron la cuestión atribuyendo este y otros fenómenos a la charlatanería o explicaciones similares, Jacobo acudió con Pachita e hizo un trabajo de campo riguroso sobre el tema, ganándose con ello miradas burlonas y una especie de descrédito entre muchos de sus pares.
Él se mantuvo firme. En una entrevista mostrada en el documental, Grinberg-Zylberbaum nos dice: La ciencia no se define por su tema, sino por su método. Con esta declaración dejó claro que las críticas si acaso lo que más evidenciaban era la poca capacidad del gremio academicista por interesarse en temas que valdría la pena estudiar bajo la lupa del método científico. Su firmeza no estaba exenta de dolor: Me siento como excomulgado, viviendo al margen de la sociedad, [ese ha sido] el precio a pagar por no someterme al paradigma imperante, consignó el investigador en La batalla por el templo (su autobiografía).
Una vez que terminó el documental quedé fascinada con la figura de este científico apodado por Emiliano Ruiz Parra (prologuista de algunas de sus obras) como El Quijote de la ciencia.

Gracias al filme y a que Grinberg-Zylberbaum se ha vuelto una especie de figura de culto que aparece por aquí y por allá en redes sociales, sus teorías y su pensamiento circula bastante por internet en diferentes espacios. Prolífico autor, que publicó más de 50 libros, llegó a mi vida en un momento peculiar. El primer texto de su autoría que aterrizó en mis manos fue La teoría sintérgica, regalo de mi madre. Y su lectura no hizo más que acrecentar mi fascinación por este personaje, el cual no sé si estaba adelantado a su tiempo (recurriendo a regañadientes a este chocante lugar común), pero sí me queda claro que se atrevió a cruzar las fronteras de la ciencia, una idea que también aparece en el prólogo de La teoría sintérgica.
¿Y qué es la teoría sintérgica?
Yo me aventuraría a resumirla como un modelo que pretende brindar una explicación científica sobre la realidad y su funcionamiento, adentrándose en definir esto que llamamos ‘lo real’; y plantear cuál es nuestro papel en ello, como seres que experimentamos la realidad a través de nuestros sentidos y (aquí va lo más interesante): que la construimos a través de nuestras mentes; una construcción que es tanto individual como colectiva.
Grinberg–Zylberbaum nos explica:
«El mayor deseo de todo pensador es llegar a una concepción de la realidad que permita aceptar su diversidad infinita pero que al mismo tiempo lo sitúe en la perspectiva de una visión unificadora de la misma.
El modelo sintérgico pretende lograr este ambicioso propósito a través de la conceptualización de un esquema que explique la creación de la percepción.
De acuerdo con el modelo sintérgico, la conciencia es un atributo de la lattice* del espacio-tiempo cuyo estado fundamental o básico constituye también el estado primordial de la conciencia, lo que bien podría denominarse conciencia pura.
Los diferentes niveles de la conciencia son otros tantos estratos de las distorsiones que la estructura básica de la lattice puede asumir«**.

En términos simplificados podríamos decir que el planteamiento de la cinta Matrix (1999) es muy similar a lo que propone Jacobo. La realidad, desde el enfoque sintérgico, es una especie de proyección de nuestra mente.
El universo estaría conectado a través de la lattice, una suerte de matriz que contiene toda la información disponible del cosmos; la realidad que conocemos entonces no sería más que la interacción entre nuestro cerebro y el campo neuronal de este órgano con la lattice, pero no en el sentido de que seamos receptores o habitantes pasivos de esa matriz, sino más bien agentes que, al conectarse a ella, reciben la misma información que circula en cualquier parte del universo. Al ser receptores de dicha información, también alteramos lo que recibimos. Nuestra existencia, siguiendo esta línea, no es solo una forma de experimentar el universo o de vivir dentro del universo, sino que somos el universo, y por ello contamos con la capacidad (o por lo menos el potencial) de modificar lo que está a nuestro alrededor, es decir, de alterar la realidad. De ahí que fenómenos como las curaciones de Pachita puedan encontrar una explicación científica, ya que ella lo que hacía era simplemente alterar la realidad a través de su campo neuronal.
Me atrevo a plantear que la teoría sintérgica es lo que la teoría del todo para Stephen Hawking, otra lumbrera de nuestra época, que murió sin lograr su mayor ambición: unificar de manera definitiva la física newtoniana o mecánica clásica con la mecánica cuántica, en un marco teórico que nos permita explicar tanto las interacciones más cotidianas que podemos experimentar en el mundo (la ley de la gravedad, por ejemplo) con los postulados de la física cuántica (comportamiento de los agujeros negros, por mencionar un aspecto en el que Hawking contribuyó).
A pesar de que la teoría del todo aún no está completa, Stephen hizo aportes significativos a ella, convirtiéndose en una de las figuras más destacadas de su campo y, si me lo preguntan, alguien que será difícil (sino es que imposible) superar, por el impacto tan profundo de su pensamiento.

Volviendo a Grinberg-Zylbermaum, debo confesar que gracias a su irrupción he podido recomponer de distinta manera las piezas de un rompecabezas que considero no podrá quedar armado del todo hasta que toque experimentar la muerte. Ese rompecabezas, el paradigma que me rige, había quedado atascado de un tiempo para acá, sin que pudiera encajar ni una sola pieza extra. Y no por falta de respuestas sino por exceso de incertidumbre y porque las certezas conforme avanza la vida (por lo menos con el enfoque que he adoptado de un tiempo para acá) son más bien pocas, si es que realmente hubiera alguna.
En apenas un mes leí La teoría sintérgica, comencé a meditar, recurriendo a una técnica ancestral de la India que Jacobo utilizaba para activar glándulas como la glándula pineal que regula los ciclos del sueño, y me di cuenta de que tenía que aceptar otras posibilidades, en el sentido de que las verdades a las que como humanidad podemos llegar pueden estar diseminadas no solo en distintas teorías científicas, sino justamente en donde el paradigma del mundo moderno positivista ha evitado acudir: las religiones y sistemas de creencias ancestrales. Así fue que comenzaron a dibujarse nuevas piezas para mí.
En el libro ya citado se hace una interesante comparación entre lo que nos enseñan la cábala, la teosofía, el chamanismo y el budismo. Cada uno es presentado en el capítulo IV «Los orbitales de la conciencia», en los apartados titulados «El modelo cabalístico», «El modelo teosófico», «El modelo chamánico» y «El modelo budista». Estos apartados conforman la antesala que sirve para luego presentar al modelo de la psicología transpersonal y finalmente al modelo sintérgico.

Lo interesante de esta presentación de distintos modelos de pensamiento es que todos ellos, incluido el sintérgico, llegan a conclusiones muy similares sobre el fenómeno de la realidad y sobre la conciencia.
Veamos unos cuantos fragmentos de lo explicado en cada uno de los modelos (seis en total).

«De acuerdo con Gershom G. Scholem en ninguno de sus sistemas, los cabalistas dejaron de afirmar la existencia de interrelaciones entre todos los mundos y niveles del ser. Todo, según ellos, está conectado con el resto. De cualquier punto, las profundidades infinitas pueden ser contempladas. (…) De acuerdo con la cábala, ‘lo que se localiza abajo se encuentra arriba y lo que está en el interior se sitúa en el exterior’ (…) no solamente el Todo está contenido en cada parte, sino que también actúa sobre todo el resto (…) la consideración cabalística de que cualquier acto o pensamiento tiene un efecto sobre la totalidad tiene su demostración experimental en los efectos que el campo neuronal produce sobre la lattice…» [El modelo cabalístico, pp. 44-50]

«Según la teosofía, poseemos diferentes cuerpos, cada uno de los cuales está asociado con un nivel de la conciencia. (…) El primer cuerpo es el físico y su estructura es orgánica. Su órgano de pensamiento y experiencia es el cerebro tal y como lo conocemos. Está limitado por el tiempo y el espacio. (…) El segundo cuerpo, etérico, es, según la teosofía más sutil que el físico y permanece invisible para este. Es capaz de viajar a través del espacio saliéndose, por así decirlo del cuerpo físico (…) El cuerpo astral incorpora, además del espacio, el tiempo. Al igual que el etérico, el astral puede localizarse en cualquier zona del espacio pero no tiene límite alguno para viajar al pasado, incluso remoto. (…) El cuerpo mental incorpora además de la dimensión temporal hacia el pasado, el tiempo personal futuro. Se halla, por así decirlo, en una dimensión en la que se unifican el tiempo y el espacio (…) El cuerpo mental sigue siendo un cuerpo individual, en cambio el cuerpo espiritual es transpersonal (…) Las experiencias del cuerpo espiritual son compartidas por todos los que la viven. Es un cuerpo de la especie y no de un individuo en particular. El cuerpo cósmico es el préambulo a la conciencia de unidad. Este cuerpo trasciende el espacio, el tiempo, la individualidad y la dicotomía consciente/inconsciente. Desde la perspectiva del cuerpo cósmico, todo posee conciencia (…) El cuerpo nirvánico no puede describirse pues en él ya no existe lenguaje. [El modelo teosófico, pp. 51-54]

«El modelo chamánico es bifactorial, es decir, considera la existencia de dos niveles generales de la conciencia. Algunos chamanes denominan a estos dos reinos: mundo visible y mundo invisible. Otros chamanes los llaman tonal y nahual. El mundo visible equivale al tonal y se refiere al nivel de la conciencia cotidiana. En cambio, el mundo invisible o nahual hace referencia a un nivel de conciencia solamente accesible a los videntes». [El modelo chamánico, pp. 54-57]

realworkhard / Pixabay.
«Uno de los conceptos más queridos del budismo es el de sunyata o vacío. Se entiende por sunyata la idea de que ni los objetos ni el Yo poseen existencia absoluta e independiente. Al contrario, todo es parte de una matriz interdependiente de relaciones». [El modelo budista, pp. 57-60]

«De acuerdo con la psicología transpersonal, el nivel de conciencia más natural y elevado es el de la conciencia de unidad en el cual las diferencias entre objeto y sujeto, observador u observado, se diluyen en una realidad única y todo abarcante. La conciencia existe en todo, pero el ser humano la fragmenta y limita asignándole fronteras de separación.» [El modelo de la psicología transpersonal, pp. 60-63]

«En conclusión, los orbitales de la conciencia son los diferentes niveles que la conciencia es capaz de asumir, desde su identificación con aspectos concretos de la realidad hasta la conciencia de unidad en donde no existen dicotomías y separaciones entre objetos y sujetos. En este nivel de fusión entre el observador y lo observado, la experiencia resultante es que la imagen se ve a sí misma y el sonido se oye a sí mismo. Los diferentes niveles de la conciencia dependen de la sintergia del campo neuronal en el nivel de la experiencia y de la capacidad neuroalgorítmica en el nivel de comprensión.» [El modelo sintérgico, pp. 63-66]
¿Qué nos enseñan estos modelos y saberes?
Para abrir este texto partí de una interrogante que me ha atormentado desde hace algún tiempo, la reconciliación posible entre ciencia moderna y sabidurías ancestrales. El error occidental, pienso, es pensar que una excluye a las otras.
He estado reflexionando sobre diversos dilemas y enfrentamientos conmigo misma y con el mundo; intentando dejar un poco la veta positivista, comencé a recuperar la curiosidad y eso me ha permitido acercarme a otros saberes sin prejuicios y descubrir maravillosas enseñanzas.
Es así que en estos días recordé una cita bíblica que es mi favorita y que pensaba recopilar en un proyecto titulado Citas bíblicas para atexs, aún no concluido. Esa cita es la que aparece en uno de los epígrafes al inicio de esta reflexión.
He andado en valles sombríos, he estado incluso en peligro de muerte, y siempre, en cada uno de esos caminos, una presencia me ha acompañado tenazmente, un asidero al que me he aferrado en las noches más oscuras y que lleva el nombre de mi abuelo, ausente de este plano físico desde 1988. Sé que el amor es eterno, pues (al igual que la energía) el amor no se crea ni se destruye, solo se transforma, no me queda duda. Y pensando en que la conciencia no está limitada al envase de materia que nos contiene, concluyo que Javier, mi abuelo, nunca se ha ido de mi lado, porque el amor y sus repercusiones trascienden el tiempo y el espacio. Eso lo hemos aprendido en distintas ficciones, una de mis favoritas Harry Potter:

Why are you here? All of you? (Qué hacen aquí? ¿Todos ustedes?)
…We never left***. (Nunca nos fuimos)
La cita bíblica que abrió esta Cuerda tiene un significado personal que implica haber experimentado la protección de alguien que ya no se encuentra aquí, por lo menos no de una manera que mi cuerpo físico pueda racionalizar, pero que está, sosteniéndome y cuidándome. Habría que explicarlo entonces por medio de otro modelo de pensamiento, en este caso uno que nos dice que los cuerpos mentales no están limitados por el presente como lo conocemos, sino que fluyen en un presente continuo que intercala tanto el pasado como el futuro.
No temeré mal alguno porque tú [abuelo] estarás conmigo… Y esa realidad antes en contradicción con mi ateísmo ha encontrado hoy una vía, una salida hacia la reconciliación posible de dos modelos que podrían ser parte de uno solo.
Nunca he sido mujer de fe, en cambio me he inclinado siempre por la ciencia, por todo aquello que puede probarse y medirse racionalmente, empujada por todo lo leído y conversado en casa. Ahora admito sin tapujos que hay fenómenos, como la existencia misma o la experimentación de lo que llamamos realidad, que pueden explicarse de diferentes maneras, algunas incluso místicas, y que (maravillosamente) algunas de esas explicaciones coinciden en lo fundamental, habiendo llegado a sus conclusiones por caminos muy distintos.

Solía pensar que el arte llega antes a verdades que la ciencia tarda en confirmar o descubrir. En ese sentido, he asumido la ficción como una especie de no-realidad adelantada en muchos sentidos a la realidad. Ahora creo que, antes incluso que las ficciones, las mitologías y las cosmogonías ancestrales nos dieron bastantes pistas sobre lo que somos; y nosotras, mujeres necias de la época contemporánea, envueltas por la falsa certeza que otorga la racionalidad, nos negamos a ver aquello que siempre estuvo frente a nuestros ojos.
Hoy se ha caído un velo que llevaba mucho tiempo colgado frente a mí. Seguiré caminando acompañada del doctor Grinberg para explorar con curiosidad de niña todo lo que se había ocultado detrás de ese terciopelo negro.
Inés M. Michel
*Lattice (enrejado o celosía): concepto de la mecánica cuántica que hace referencia a la estructura que contiene toda la información del universo.
**En negritas en el texto original.
***Diálogo de la película Harry Potter and The Deathly Hallows P. 2 (d. D. Yates, g. S. Kloves, 2011, EU/Reino Unido).
Referencias:
Grinberg-Zylberbaum, J. (1990), La teoría sintérgica. México: Penguin Random House, pp. 100.
El secreto del doctor Grinberg (Ida Cuéllar 2020, México/España, Polar Star Films).
Imagen de portada: La dama velada (1869), Giovanni Battista Lombardi, busto esculpido en mármol.





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