“Quiero trascender esta terrible herencia
paterna, transformar este lodo en materia noble”.
Caroline Darian, Y dejé de llamarte papá.
Finalmente pude terminar, no sin dificultades, sobre todo considerando las malas enseñanzas matemáticas que tuve, el excelente libro de Alain Badiou, El número y los números.
Por una serie de circunstancias, una vez concluida la lectura del texto, comencé a leer el testimonio de Caroline Darian, Y dejé de llamarte papá; testimonio que implica otro tipo de dificultades, muy diferentes, por cierto.
Antes de detallar, muy sintéticamente, uno y otro, quiero decir lo siguiente: las dos obras nos colocan, diametralmente, ante lo más alto y digno a lo que puede llegar el ser humano y a lo más bajo y ruin que puede caer.
Y sucede que los dos ponen en el centro, para bien y para mal, la cultura francesa.
Intentaré explicarme.

Las estrellas
Inicio con Alain Badiou, uno de los filósofos vivos más interesantes, creador de una filosofía propia sumamente actual, que nos posibilita comprender el mundo de nuestro tiempo y mucho más.
Y conste que solamente tomaré la conclusión, sin dejar de llamar, encarecidamente, a que las y los lectores hagan su propio recorrido de esta singular obra; estoy seguro de que no se arrepentirán, no obstante, las dificultades que depara su lectura.
A mí es uno de sus textos que más me han exigido.
Tiene su grado de dificultad seguir los detalles operatorios, matemáticamente hablando, con los que demuestra todas sus ideas; puestas en juego, de manera contundente y muy sintética, en la conclusión.
Todo con relación al número y los números desde la perspectiva contemporánea.
Destaco las ideas centrales y más importantes que el propio Badiou nos ofrece en su Conclusión que titula, “Para concluir: del Número al Trans-ser”.
Lo primero que quiero destacar es la escueta definición de número, muy congruente, además, con su proyecto de El ser y el acontecimiento (su obra máxima): “El Número es el lugar del ser en cuanto ser, para la numerosidad manejable de los números. El número ek-siste en el número como latencia de su ser”.
Antes nos había dicho que: “Pero el Número no es un objeto. Antes de cualquier presentación ligada y en la eternidad des-ligada de su ser, el Número se abre al pensamiento como recorte formal en lo múltiple”.
Y la Conclusión la inicia de este modo: “El número no es ni un rasgo del concepto, ni una ficción operatoria, ni un dato empírico, ni una categoría constituyente o trascendental, ni una sintaxis o un juego de lenguaje, ni incluso una abstracción de nuestra idea del orden. El Número es una forma del Ser. Más precisamente, los números que manipulamos solo son una ínfima muestra respecto de la prodigalidad infinita del Ser en números”.
Para concluir este párrafo así: “Básicamente, un Número es un fragmento recortado en una multiplicidad natural, multiplicidad pensada, como ordinal, en su ser en cuanto ser. El orden lineal de los Números, tanto como su álgebra, es nuestro modo de recorrido o de investigación del ser”.
Y darnos, de este modo, la siguiente tajante afirmación: “La matemática establece la ontología como situación histórica del ser”.

Hay tres ideas más que quiero resaltar y que coinciden con el final de la Conclusión.
La primera es: “Toda esta meditación sobre el concepto de Número, como lo restituye al ser, impone invertir el juicio contemporáneo tal como se presenta bajo las armas del número. Es necesario decir, contra este juicio, que nada de lo que hace número vale. O que todo lo que traza, en situación, el recorrido de una verdad, se señala a través de su indiferencia respecto de la numerosidad […] Pero esta indiferencia es una subjetividad necesaria”.
Es por ello, que: “Una verdad no puede depender, ni del ser como tal (por eso, ella no se señala por medio de un Número), ni de la situación contemporánea que es la del Capital (por eso, ella no se señala por medio de números). Su origen es acontecimiental. Pero el acontecimiento no es el no-ser, aunque exceda el recurso del ser-en-situación. Lo mejor sería decir que el acontecimiento es del orden del trans-ser: a la vez <<retenido>> en el principio del ser (un acontecimiento, como todo lo que es, es un múltiple) y en ruptura con ese principio (el acontecimiento no cae bajo la ley de cuenta de la situación, de manera tal que, al no estar contado, no consiste). El trans-ser acontecimiental es a la vez múltiple y está <<más allá>> del Uno, como he elegido llamarlo, ultra-Uno. Es de una fidelidad, sustraída a los números, a ese ultra-Uno, que depende que una verdad pueda ser, en una situación cuya situación es someter todo a los números”.
Y ya para cerrar: “Pensar el Número, como hemos intentado hacerlo, nos restituye, ya sea a las matemáticas, que son la historia de la eternidad, ya sea a alguna vigilancia fiel y restringida de lo que pasa, azar supernumerario de donde se origina una verdad, siempre heterogénea para el Capital, por lo tanto, a la esclavitud de la numerosidad. Se trata, a la vez, de liberar al Número de la tiranía de los números y de rescatar algunas verdades de esto. En todos los casos, la acción restringida es el principio de un lejano desorden: esta establece matemáticamente que el orden es solo la precariedad demasiado humana de un pensamiento del ser del Número, esta procede, efectiva y teóricamente, al desorden de los números, que son la ley del orden de nuestra situación”.
Y el matemático y filósofo culmina su Conclusión y libro citando —con dos puntos y seguido después de “situación”— a un poeta (Álvaro Campos, heterónimo de Fernando Pessoa): “<<Como un dios, no acomodé ni una cosa ni otra…>>” (todas las citas son de la Conclusión, pp. 221-225).
Badiou alcanza, aquí, en este libro, el máximo del pensamiento abstracto: filosófico y matemático y, en esa medida, llega a lo más alto que pueda llegar un ser humano en lo que respecta a la especulación y sus alcances espirituales.
El filósofo y matemático francés ha rozado, de este modo, las estrellas.
El fango
Termino con el testimonio, desgarrador en muchos sentidos, de Caroline Darian, hija de Gisèle Pelicot, que nos confronta ante lo más bajo a lo que puede llegar un ser humano.
Sobre todo, siendo un padre y un esposo.
Hecho que pone en cuestión no solamente el modelo familiar sino, y de qué forma, toda la trama social de nuestra civilización, patriarcal, dirían las feministas.

¿Hay salida a esto?
¡Cómo nos duele y nos lacera lo acontecido con Caroline Darian!
¡Es una vergüenza humana!
Sin embargo, para decirlo con Marx, nada humano nos tiene que ser ajeno.
En fin, voy al texto testimonial que es, a su modo, una denuncia y también un llamado desesperado a cambiar radicalmente nuestro modelo civilizatorio.
¿Es posible?
En fin.
Caroline Darian nos expone, a través de 204 páginas, el proceso por el que atravesó con su familia toda, principalmente su madre y ella, con el hombre que fue el esposo de su mamá y que también fue su padre.
¡Ay, la función paterna!
Imposible hacer un resumen, de modo que van algunos textos entresacados de mi lectura, para, con las palabras de la propia Caroline Darian, ofrecerles los suficientes incentivos para que lean este testimonial de lo que es nuestro modelo familiar y civilizatorio en general.
Y que ya desde el título Y dejé de llamarte papá (Et j’ai cessé de t’appeler papa) nos pone en el centro de la cuestión ¿qué es un padre?
Y ¿quién merece o no tal apelativo?, para jugar un poco con el significante del título de esta testigo de primer orden.
Difícil, pero en demasía, tener que seleccionar los párrafos más sustantivos de una obra tan desgarradora.
Pero es algo que tengo que hacer.
Para no desalentar el deseo de leer este singular libro, de unos hechos que conmocionaron no solamente a toda Francia, sino también a todo el mundo.
En las antípodas de Alain Badiou, el padre de Caroline Darian, del que no se consigna su nombre y del que ha renegado Caroline desde el mismo título de su obra; y también en el cambio de su apelativo, Darian, formado por una contracción de los nombres de sus hermanos: David y Florian.
¡Cuánto le pesa, sin embargo, distanciarse de ese padre y de su historia!
En fin, van algunos textos, pocos, para que se animen a leer este singularísimo testimonio.
De entrada, desde el Prólogo, Caroline, pone claras las cosas y su posición.

Escribe: “Ser hija de la víctima e hija del agresor es una carga terrible”.
Un poco más adelante, nos dice: “Desde hace cuatro años intento inventarme una nueva existencia, despojada de todas las certezas sobre las que me he construido. En un instante, mi vida ha dado un vuelco vertiginoso. Se ha borrado el pasado, pero ¿qué me depara el futuro? ¿Qué puede seguir existiendo cuando el destino asesta un golpe tan duro a tu vida cotidiana? Nuestro naufragio familiar es un laberinto en el que, durante años, cada paso adelante ha abierto una nueva puerta a otras sórdidas revelaciones, fragmentos de casos muy anteriores al nuestro. Con su interminable flujo de preguntas sin respuesta.
“He intentado en vano descubrir y comprender la identidad del hombre que me crio. Incluso hoy sigo preguntándome por qué no vi ni sospeché nada. Nunca perdonaré lo que hizo durante tantos años. Sin embargo, aún conservo la imagen del padre al que creí conocer. A pesar de todo, sigue anclada en mí y forma un telón de fondo.
“No tengo ningún contacto con él desde el 2 de noviembre de 2020. Pero, a medida que nos acercamos a la fatídica fecha del juicio, cuando consigo dormir algunas horas, sueño con él. Me habla, nos reímos, estamos juntos. Cuando despierto, vuelvo a la pesadilla: ahora. Y echo de menos a mi padre. No al hombre que comparecerá ante los jueces, sino al que me cuidó durante cuarenta dos años. Sí, lo quise mucho antes de descubrir la monstruosidad.
“Entonces, ¿cómo puedo prepararme con calma para el enfrentamiento? ¿Cómo gestionar la mezcla de rabia, vergüenza y empatía por un padre? […]
“Mi padre es un criminal y voy a tener que aprender a vivir con esa despiadada realidad.”
Todas las citas son solamente del Prólogo, pp. 9-26.
El testimonio de Caroline, como una especie de dinamita suave, hace que se colapse no solamente nuestro modelo de familia, sino también toda nuestra estructura social en sus más diversas manifestaciones: la de la justicia, pero también la médica y la de las redes sociales. Y la de las relaciones entre los hombres y también entre las mujeres y los hombres.
No cabe duda de que nos encontramos en el centro de una crisis civilizatoria.
Todo nuestro ser social queda en entredicho.
¡Ay, la sociabilidad!
Y no se trata de negar todo lo positivo, pero…
¿Cómo olvidar todo lo que la testimoniante pone en evidencia?
Al contrario de Alain Badiou, el padre de Caroline, del que ella misma ha renegado, dejándolo de llamar papá, es el epítome de lo más bajo a lo que puede llegar un ser humano: el fango.
¡Ay, las estrellas!
¡Ay, el fango!
Sí, estamos ante los dos extremos a los que puede llegar el ser humano: el de la máxima altura (las estrellas) y el de la mayor bajeza (el fango).

Es esto lo que nos narra Caroline Darian.
Es un texto que no puede dejar de leerse.
Con todo lo difícil que sea.
P. D.
Caroline Darian, como lo dice en su libro, no pocas veces se ve confrontada con su madre; es una línea que está en el testimonio y que valdría la pena seguir como un punto por sí mismo. Al lado de la cuestión paterna.
Acá, en México, el Día de la Madre es hoy, 10 de mayo.
Y el testimonio de Caroline, aunque implica directamente al padre, no deja de apuntar, problemáticamente, a la madre.
Estas dos funciones, la paterna y la materna, se encuentran en una profunda reformulación en el mundo de hoy.
En este espacio me he ocupado de las dos funciones y ya habiendo terminado este texto, vi la película Kraven el cazador (Kraven the Hunter, (J. C. Chandor, 2024), con Nicolai Kravinoff, el padre (Russel Crowe), que pone en el centro, también, el asunto de la paternidad y sus estragos; en este caso en sus dos hijos: Sergei Kravinoff (Levi Miller/Aaron Taylor-Johnson) y Dmitri Smerdyakov (Fred Hechinger).
Me ocuparé de la película en otra ocasión, problematizando la cuestión paterna.
Es, desde esta perspectiva, que la película vale la pena.
Nota bibliográfica:
Badiou, Alain, El número y los números, Prometeo libros, Buenos Aires, 2021, 225 pp.
Darian, Caroline, Y dejé de llamarte papá, Editorial Planeta, Barcelona, 2025, 204 pp.
J. Ignacio Mancilla
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 10 de mayo de 2025.
Imagen de portada: Júpiter, Venus y Orión (Gustavo Fernando Durán / Flickr).





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