Compartimos este texto leído en el Conversatorio I (#5años5J): Un gran desasosiego. Charla y diálogo en torno al 5 de junio de 2020, día del ‘Halconazo tapatío’. El registro en video de este conversatorio pueden encontrarlo al final de la Cuerda.
“He nacido en un tiempo en que la mayoría
de los jóvenes habían perdido la creencia
en Dios, por la misma razón que los mayores
la habían tenido: sin saber por qué.”
“[…] Cuando nació la generación a la que pertenezco,
encontró al mundo desprovisto de apoyos para
quien tuviera cerebro, y al mismo tiempo corazón.”
Fernando Pessoa, Libro del desasosiego.
El próximo 5 de junio se cumplirán, ya, 5 años del Halconazo tapatío.
Sí, hace 5 años ya que aconteció algo del orden de lo siniestro en Guadalajara, la que huele a “tierra mojada”.
Pero ahora por la sangre de sus hijas e hijos desaparecidos.
Y para guardar en la memoria y no alimentar el olvido, quiero compartirles, para abonar de mi parte a este Conversatorio, el gran desasosiego que se instaló en mi ser desde el 5 de junio de 2020.
Sí, desde ese entonces, este, mi gran disgusto, no me ha abandonado.
Está instalado, como antimonumento, pero este nadie lo puede desinstalar ni robárselo en las oscuridades de la noche —¡qué pena por Enrique Alfaro y Pablo Lemus!—, pues yace en lo más recóndito de mi pecho y de mi vida.
Pero esto no quiere decir que sea solamente mío; ¡no!, es un desasosiego de todas y todos los mexicanos.
Pues es local y regional y también nacional.
Sí, porque el gran drama de las y los desparecidos es que no solamente es de Jalisco, sino que es de todo México, lamentable y terriblemente.
¿Por qué las autoridades, las municipales, las estatales y las nacionales, no lo reconocen como una de las tragedias más ominosas del México de hoy?
Es algo que escapa a mi comprensión y seguramente a la de todas y todos ustedes.
Bien, ese malestar, es un gran dolor; el que provoca el arrebato —por el crimen organizado o por el Estado, a veces indistinguibles— de nuestros seres queridos.
Esa inquietud ya nunca se irá.
Sobre todo, en los padres y en las madres de las hijas o los hijos que nunca vuelven.
Pero tampoco se va, ¡créanme!, en las madres y los padres de los hijos y las hijas que sí volvieron.

Cómo me gustaría que ese antimonumento sí pudiera desmontarse; pero no, llegó para quedarse y acompañarme hasta el fin de mis días.
Es algo con lo que tenemos que vivir las y los que fuimos víctimas indirectas de la infamia de la desaparición forzada; delito de lesa humanidad.
Insisto, no importa que las hijas y los hijos hayan regresado.
Y por supuesto que la intranquilidad de las madres y los padres de los hijos y las hijas que ya no vuelven es todavía más lacerante; más que mortífero, ¡y vaya que lo es!, es fantasmagórico.
Es como un cáncer que corroe el alma.
El dolor es insoportable.
No hay medicina contra él.
Se padece todo el tiempo y se sufrirá toda la vida que nos reste.
¡Ay!
Pero…
¿Algo se puede hacer?
¡Sí!
Resistir y grabarlo en la memoria; y llamar a la no repetición de estos inhumanos acontecimientos que laceran lo más hondo de nuestro ser (nacional).
La resistencia y la memoria son los únicos caminos que nos quedan, si no queremos perder lo poco de humanidad que nos queda; pues ésta, la humanidad, hoy día está en la picota y en el abismo.
De modo que…
¡Sigamos resistiendo y reproduciendo la memoria histórica!
¡Por México!
¡Por Jalisco!
¡Por Guadalajara!
¡Y por todas y todos nosotros!
Y ya para concluir y dar pie al Conversatorio, repetiré, libremente, a un gran novelista:
“La lucha contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido”.
¡Nunca olvidemos el 5 J!
¡Jamás!
¡Nunca jamás!
Muchas gracias al Colectivo 5 J por la invitación a este Conversatorio.
Ahora les cedo la palabra.
Que florezca el diálogo.
Y que el conversatorio sea en acto.
J. Ignacio Mancilla
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 24 de mayo de 2025.





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