Escribo desde la convalecencia, pues sufrí una fractura de peroné el sábado 20 de septiembre.
Escribo con las noticias del secuestro de activistas y periodistas por parte de Israel en mente. El estado sionista interceptó ilegalmente a la Global Sumud Flotilla, en su intento por abrir un corredor para entregar ayuda humanitaria en Gaza.
El mundo continúa precipitándose al abismo, a trompicones y aceleradamente, sin que nadie ponga un freno. Por eso mi escritura (y mis pensamientos) oscila entre la desolación y la esperanza.
Me siento obligada a consignar por escrito que no me es indiferente la guerra ni el genocidio palestino; que considero una tragedia permanente que haya niñas y niños muriendo de hambre y sufriendo los estragos de los conflictos bélicos que azotan al mundo de hoy.

Y también me siento decepcionada de que nuestro gobierno mexicano, un gobierno por el que yo voté, esté respondiendo de forma tan tibia a esta flagrante violación a los derechos humanos.
Son siete personas mexicanas las que se embarcaron hacia Gaza con la esperanza de romper el bloqueo establecido por Israel y entregar la urgente ayuda humanitaria para el pueblo palestino. Se trata de Ernesto Ledesma Arronte, Sol González Eguía, Arlin Gabriela Medrano Guzmán, Carlos Pérez Osorio, Laura Alejandra Veléz Ruiz Gaitán, Miriam Moreno Sánchez y Diego Vázquez Galindo.
Desde antier por la noche comencé a hacer seguimiento del avance de la flotilla, tras los anuncios de que se encontraban en el último tramo, el más crítico, donde ya habían sido interceptadas otras embarcaciones que intentaban hacer llegar ayuda a la Franja de Gaza.
Fue un momento de esperanza, de anhelar que los barcos pudieran llegar a su destino y, a su vez, de preocupación, pensando en que Israel no iba a permitirlo. Me dormí con este pensamiento fugaz: si llegan, será un parteaguas importantísimo.

La mañana llegó y con las horas transcurridas comenzaron las noticias de los barcos asaltados e interceptados. Así comenzó a instalarse la desolación, una que me acompaña al escribir estas líneas mientras mi lesión mantiene paralizada, refugiada en mi recámara, pensando en todo aquello que sucede a diario en Palestina.
¿Ustedes pueden dormir tranquilas por la noche? Porque yo no. No dejo de pensar que como humanidad hemos fallado terriblemente. Que los horrores de la Segunda Guerra que parecían lejanos vuelven a ser una realidad.
La esperanza se presenta cuando veo que, a pesar de todo, hay personas movilizándose y organizándose. Ayer por la tarde tuvimos una muestra de ello en múltiples ciudades del mundo. En Ciudad de México y Guadalajara hubo manifestaciones de repudio hacia el secuestro de las personas que viajaban en la Global Sumud Flotilla (compuesta por cuarenta barcos de 44 países, con quinientas personas a bordo). En otras ciudades del mundo, las movilizaciones fueron multitudinarias y en España incluso se vaciaron escuelas e instituciones educativas tras la convocatoria a una huelga general.
Hay días y acciones concretas que iluminan este sendero oscuro que estamos atravesando como humanidad. Hay otros en que la luz parece haberse ido del todo.

Por todo ello, oscilo entre la desolación y la esperanza, entre la fe en la humanidad perdida y la recuperación de la creencia en otro futuro posible.
Se nos acaba 2025 y con ello un año trágico más que se va. Caminamos hacia un futuro incierto. ¿De qué tipo de mundo queremos ser parte durante el tiempo que nos quede en esta tierra? Es urgente contestarnos esa pregunta y luego actuar en consecuencia todos los días.
Es urgente también que permanezcamos al tanto de quienes intentan romper el bloqueo que tiene Israel sobre Gaza, que nos indignemos y actuemos, que no permanezcamos en silencio.
Mi corazón está con Ernesto, Sol, Arlin, Carlos, Laura, Miriam y Diego. Hasta que regresen a casa.
Inés M. Michel
Imagen de portada creada con IA.





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