Para una arqueología del concepto de Amor fati en Nietzsche
“[…] – todo idealismo es mendacidad ante lo necesario- […]”.
Friedrich Nietzsche, Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se es
(parágrafo 10, ¿Por qué soy tan inteligente?)
“[…] el hombre que sufre de pesadez querrá que todo sea distinto,
no estará dispuesto a querer que las cosas sean para siempre
como ya lo han sido”.
Óscar Alejandro Jiménez Porras, Amor fati y tragedia griega en la
Filosofía de Friedrich Nietzsche: una aproximación genealógica
En el concepto de Amor fati Nietzsche prefigura, de algún modo, una ética del deseo. Este término es una “invención” del propio Nietzsche en la que pone en juego, a manera de curioso oximorón, dos cosas contradictorias: por un lado, el amor, que tiene que ver, normalmente, con lo que más se quiere y, por el otro, el destino, que es del orden de lo que se nos impone; más allá de la voluntad de las y los sujetos.
Esta “invención” nietzscheana aparece publicada, por primera vez, en el texto de La Ciencia alegre, mejor conocida como La Gaya ciencia; específicamente en el Libro IV Sanctus Januarius.
Cabe aclarar que Nietzsche tuvo un 1881 muy malo, algo que le dice a su amigo Franz Overbeck, en una carta, en la que menciona el Amor fati.
En La Gaya ciencia, pues, se formula, claramente, el deseo de Nietzsche; expresado, éste, con motivo del año nuevo de 1882.
¡Hace 143 años!
Aquí voy a hacer una arqueología del concepto, con el ánimo de ubicar, primero, las veces y los tiempos en que Nietzsche menciona el concepto; para ver lo que tienen de común esas expresiones y si hay algunas diferencias, por lo menos de matiz, que nos ayuden en nuestro propósito; el de sostener que hay en Nietzsche, por lo menos prefigurada y con mucha claridad, una ética del deseo. Muy cercana, pienso, a la ética que se plantea desde el psicoanálisis; lacaniano en específico.

Hoy, lo sabemos, el Corpus nietzscheano se compone de tres fuentes directas:
- Las Obras completas, editadas en español por la Editorial Tecnos; en cuatro volúmenes.
2. Los Fragmentos póstumos, editados por la misma Editorial Tecnos; también en cuatro volúmenes.
3. Y la Correspondencia, editada en español por Editorial Trotta; en seis volúmenes.
Este Corpus tiene, en total, casi las 11 mil páginas.
Bien, la primera vez que aparece el concepto de Amor fati es en los Fragmentos póstumos; específicamente en M III 4A. Otoño de 1881.
Particularmente en el Fragmento 15 [20], que dice así:
“Primero lo necesario – y esto, ¡todo lo hermoso y perfecto que puedas! <<Lo que es necesario, ámalo>> – amor fati, ésa sería mi moral, hazle a él todo lo bueno y sobre su origen tremendo álzalo hasta ti” (Fragmentos póstumos, Volumen II, p. 880).
Como se puede ver, hay, desde esta primera aparición del concepto, una clara relación con lo desiderativo.
La segunda ocasión es en el Fragmento 16 [22], de diciembre de 1881-enero de 1882; ahí sostiene Nietzsche:
“<<¡Sí! ¡Sólo quiero amar lo que es necesario! ¡Sí! ¡Que mi último amor sea el amor fati!>> – Quizás puedas llegar a eso: pero antes tendrás que ser el amante de las Furias: reconozco que las serpientes me volverían loco. – <<¡Qué sabes tú de las Furias! Furias – no es más que una palabra fea para las Gracias.>> -¡Ha enloquecido! –“ (Ídem, p. 894).
Nietzsche aportó mucho para conocer mejor el sentimiento trágico; su primera obra, El Nacimiento de la tragedia o Grecia y el pesimismo, la dedicó a diseccionar —en el sentido más profundo— el significado de lo dionisiaco como sinónimo de trágico.
Aquí Nietzsche amarra, problemáticamente, la dimensión del deseo con lo trágico, al mencionar a las Furias; personajes mitológicos que tienen que ver con la venganza en asuntos familiares.
La tercera mención la podemos ver en la Correspondencia; particularmente en la carta 236, dirigida a Franz Overbeck, fechada en Naumburg, el 5 de junio de 1882. Habla, ahí, de un “nuevo futuro” y de su silencio.

Cito aquí, por su importancia, la misiva completa, que a la letra dice así:
“Mi querido amigo:
“Estoy enfermo desde hace varios días, he tenido un ataque extremadamente doloroso. Me estoy recuperando con lentitud. – ¡Y ahora tu carta! – Cartas como ésta sólo se reciben una vez, te la agradezco de todo corazón y no se me olvidará nunca. Me siento feliz de ver cómo mi proyecto, que a los ojos de los no iniciados podría parecer bastante fantástico, ha conseguido toda la buena comprensión humana y amistosa de tu parte y de tu querida esposa. He aquí la verdad: la manera en que quiero actuar y actuaré en este caso está en total coherencia con mis ideas, con mi convencimiento más íntimo: esta coincidencia me hace bien, igual que el recuerdo de mi existencia genovesa, en la que tampoco me he quedado atrás respecto de mis ideas. Innumerables misterios de mi vida están encerrados en este nuevo futuro, y aquí me quedan por resolver cometidos que sólo pueden resolverse por la acción. – Por lo demás, lo mío no es más que una fatalista <<sumisión a la voluntad divina>> – yo la llamo amor fati -, hasta el punto de que me tiraría a las fauces de un león, por no hablar de – –
“En cuanto al verano, no hay nada seguro.
“Yo aquí sigo callando. En cuanto a mi hermana, estoy completamente decidido a dejarla fuera; sólo conseguiría crear confusión (ante todo en sí misma).
“Ha estado aquí en Romundt; serio y un poco MÁS en el camino de la razón.
“Todo mi afecto para ti y para t querida esposa,
“F. N.” (Correspondencia, Volumen IV, p. 215).
Sabemos que Nietzsche fue muy enfermizo desde pequeño y que su “enfermedad” le sirvió de acicate incluso para la elaboración y formulación de su filosofía. De ahí que una línea de lectura posible, de su obra, sean las cuestiones de la salud y la enfermedad. Hay varias Tesis dedicadas a ello; una de ellas no puedo dejar de referirla aquí. Es de Sergio González Bisbal y fue presentada en el año de 2018 en la Universitat de les Illes Balears. Es muy buena.
En este sentido, Nietzsche llega a concebir al filósofo como “médico de la cultura”.
La cuarta referencia del Amor fati es propiamente la expuesta en La Gaya ciencia, específicamente, como ya lo dijimos, en el Libro IV Sanctus Januarius, parágrafo 276, que textualmente dice así:
“Para el nuevo año. – Aún vivo, aún pienso: tengo que vivir aún, porque aún tengo que pensar. Sum, ergo cogito: cogito, erg sum. El día de hoy todo el mundo se permite expresar su deseo y su pensamiento más querido: ¡pues yo también quiero decir lo que hoy me he deseado a mí mismo y qué pensamiento fue el primero en pasar este año por mi corazón, – qué pensamiento debe ser para mí el fundamento, la garantía y el dulzor de toda la vida venidera! Quiero aprender cada vez más a ver lo necesario en las cosas como lo bello: – me convertiré así en uno de los que hacen las cosas bellas. Amor fati: ¡sea éste desde ahora mi amor! No quiero emprender guerra alguna contra lo feo. No quiero acusar, no quiero ni siquiera acusar a los acusadores. ¡Que mirar hacia otro lado sea mi única negación! Y en resumen y en total: ¡quiero ser alguna vez sólo alguien que dice sí” (Obras completas, Volumen III, pp. 829-830).
Nietzsche formula aquí, de manera expresa, su concepción del Amor fati como la defensa del deseo en su sentido más íntimo.
La quinta mención lo encontramos en los Fragmentos póstumos, particularmente en 25. W I 1. Primavera de 1884; cabe recordar que Nietzsche ya ha publicado Así habló Zaratustra y está haciendo planes editoriales para lo que será Más allá del bien y del mal. Preludio para una filosofía del futuro.

Aquí aparece como Fragmento 25 [500] y consiste, a manera de título de un libro proyectado, de la manera siguiente:
“Sabiduría
“y amor a la sabiduría
“Prolegómenos para una filosofía del futuro
“de
“Friedrich Nietzsche.
“Amor fati.” (Fragmentos póstumos, Volumen III, p. 538).
Hoy sabemos que Nietzsche cambiaba mucho sus planes editoriales; tenía un pensamiento muy dinámico; lo que le llevaba a cambiar textos de último momento, en la corrección de las galeras.
Y todo parece indicar que nadie lo seguía en este aspecto. ¿Esto acentuaba su sentimiento de soledad?
Es toda una cuestión para pensarse, todavía, con sumo detalle.
La sexta referencia pertenece al Fragmento 16 [32], de la primavera-verano de 1888, un año muy productivo, pese a que Nietzsche ya se encuentra en la antesala de la locura; la que explotará a inicios de 1889, con el famoso accidente del caballo.
Por su interés, voy a citar este fragmento completo:
“En qué reconozco a mi igual. – La filosofía, tal y como yo la he entendido y vivido hasta ahora, es la búsqueda voluntaria incluso de las caras más malditas e infames de la existencia. De la prolongada experiencia que me ha proporcionado ese caminar por el hielo y el desierto yo he aprendido a considerar de otro modo todo lo que se ha filosofado hasta ahora: – se me han puesto al descubierto la historia oculta de la filosofía, la psicología de sus grandes nombres. <<¿Cuánta verdad soporta, cuanta verdad osa un espíritu?>> – esto se convirtió para mí en el auténtico criterio de valor. El error es una cobardía… toda conquista del conocimiento es consecuencia del coraje, de la dureza consigo mismo, de la limpieza consigo mismo… Semejante filosofía experimental, como yo la vivo, anticipa a modo de ensayo incluso las posibilidades del nihilismo radical: sin que con ello se haya dicho que permanezca en un no, en una negación, en una voluntad de no. Más bien esa filosofía quiere llegar hasta lo opuesto – hasta el dionisiaco decir sí al mundo tal y como es, sin excepción, descuento ni selección – quiere el ciclo eterno, – las mismas cosas, la misma lógica e ilógica de los nudos. El estado más alto que un filósofo puede alcanzar: tener una actitud dionisiaca con la existencia – : mi formula para ello es amor fati…
“Para tal fin se requiere comprender las caras hasta ahora negadas de la existencia no sólo como necesarias, sino como deseables: y no sólo como deseables en relación con las caras hasta ahora afirmadas (por ejemplo, como sus complementos o condiciones previas), sino por ellas mismas, como las caras más poderosas, más fecundas, más verdaderas de la existencia, en las que su voluntad se expresa con mayor claridad. Asimismo para eso se requiere evaluar la única cara hasta ahora afirmada de la existencia; entender de dónde procede esta valoración y cuan poco vinculante es para una evaluación dionisiaca de la existencia: yo he puesto de manifiesto y he entendido qué es lo que aquí propiamente dice sí (el instinto de quienes sufren, por un parte, el instinto de rebaño, por la otra, y ese tercero, el instinto de la mayoría en contradicción con las excepciones -). De este modo adiviné yo hasta qué punto una especie diferente y más fuerte de ser humano tendría que imaginarse necesariamente la elevación y el acrecentamiento de ser humano en una dirección diferente: seres superiores en tanto más allá del bien y del mal, en tanto más allá de aquellos valores que no puedan negar el origen <del> sufrimiento, del rebaño y de la mayoría – yo he buscado en la historia los vestigios de esta formación ideal opuesta (los conceptos de <<pagano>>, <<clásico>>, <<aristocrático>>, descubiertos y presentados de nuevo – )” (Fragmentos póstumos, Volumen IV, pp. 677-678).
Con este fragmento quizás estamos ante la mayor aclaración, de mano del propio Nietzsche, de lo que es el Amor fati, en su sentido más radical.
Lo que nos permite entender mejor su filosofía.
La séptima presentación del Amor fati corresponde al Fragmento 25 [7] correspondiente a diciembre de 1888-comienzo de enero de 1889; también lo voy a citar completo, y se va a comprender por qué lo hago (los editores, por medio de una nota, nos advierten que este fragmento debería haber pertenecido al apartado quinto y último de Ecce homo, pero que fue retirado por el propio Nietzsche, por Peter Gast o por Elisabeth, la hermana de Nietzsche); no se sabe, pero el texto completo dice así:
“- Un último punto de vista, acaso el más elevado yo justifico a los alemanes, yo solo. Somos opuestos, no podemos ni siquiera tocarnos entre nosotros, – no hay puentes, no hay cuestiones, no hay una mirada entre nosotros. Pero ésta es la condición necesaria de ese grado extremo de autonomía personal [Selbstigkeit], de autorredención, que en mí se hizo un ser humano: yo soy la soledad en persona… El que no me haya alcanzado nunca una palabra me fuerza a alcanzarme a mí mismo… Yo no sería posible sin una especie de raza antitética, sin alemanes, sin esos alemanes, sin Bismarck, sin el año 1848, sin las <<guerras de liberación>>, sin Kant, sin Lutero mismo… Los grandes crímenes culturales de los alemanes se justifican en una economía superior de la cultura… No quiero que nada sea diferente, ni tampoco que el pasado lo sea, – no me ha sido lícito querer que nada sea diferente… Amor fati… Incluso el cristianismo se vuelve necesario: la forma suprema, la más peligrosa, la más seductora en el no a la vida, exige ante todo su afirmación suprema – a mí… ¿Qué son en última instancia esos dos milenios? Nuestro experimento más instructivo, una vivisección en la vida misma… ¡Sólo dos milen<ios>!…” (Ídem, p. 776).
¡Vaya! ¡Qué anudamientos hace Nietzsche! ¡Qué manera de enlazar el Amor fati con el deseo y su lectura del mundo de entonces!

¿Acaso es diferente de nuestro mundo?
Las tres últimas referencias al Amor fati están situadas del modo siguiente: la octava la encontramos en el Epílogo de Nietzsche contra Wagner; la novena en el parágrafo 10 del capítulo ¿Por qué soy tan inteligente? de Ecce homo, la autobiografía de Nietzsche y la décima, también aparece en la autobiografía, pero en el parágrafo 4 de la síntesis que Nietzsche hace de El caso Wagner. Un problema para musicantes, incluido en el capítulo Por qué escribo libros tan buenos de su famosa autobiografía.
Es porque nos hemos planteado comprender el origen del concepto de Amor fati, así como lo que pone en juego en la concepción más íntima de la filosofía nietzscheana, de la que sostengo —personalmente— que prefigura una ética del deseo, que citamos los textos completos y no solamente la parte en que aparece explícitamente el concepto de Amor fati como tal.
Bien, la octava aparición del Amor fati es en el parágrafo 1 del Epílogo del libro Nietzsche contra Wagner. En ese texto un tanto largo, podemos leer:
“A menudo me he preguntado si no estoy más profundamente en deuda con los años más difíciles de mi vida que con cualesquiera otros. Tal y como mi más íntima naturaleza me lo enseña, todo lo necesario, visto desde la altura y en e sentido de una gran economía, es también lo provechoso en sí, – no solo hay que soportarlo, que hay que amarlo… Amor fati [amor al destino]: ésta es mi más íntima naturaleza. – Y en lo tocante a mi larga enfermedad, ¿no le debo indeciblemente mucho más que a mi salud? Le debo una salud superior, ¡una salud tal, que, ante todo lo que no la mata, se hace más fuerte! – Le debo también mi filosofía… Tan solo el dolor grande es el liberador supremo del espíritu, en tanto maestro de la gran sospecha, que de toda U hace una X, una genuina y verdadera X, es decir, la penúltima letra antes de la última… Tan solo el dolor grande, ese dolor lento y prolongado en el que, por así decirlo, nos consumimos como leña verde al fuego, que se toma su tiempo, – nos obliga a nosotros, los filósofos, a ascender a nuestra última profundidad y desprendernos de toda confianza, de todo lo benevolente, lo amañado, lo suave y lo mediocre, en donde quizá habíamos cifrado anteriormente nuestro humanitarismo. Dudo de si semejante dolor <<mejora>>: pero sé que nos hace más profundos. Ya sea entonces que aprendamos a contraponerle nuestro orgullo, nuestra burla, nuestra fuerza de voluntad, e imitemos al indio que, por atroz que fuese la tortura, se mantenía impasible ante su torturador por la malignidad de su lengua; o ya sea que ante el dolor nos retiremos hacia esa nada, hacia esa muda, rígida y sorda resignación, olvido y extinción de nosotros mismos: de tan prolongados y peligrosos ejercicios de autodominio se sale como si fuera uno otra persona, con algunos interrogantes más – sobre todo con la voluntad de preguntar en lo sucesivo más y de un modo más profundo, más estricto, más duro, más malvado, más silencioso de lo que jamás se ha preguntado hasta ahora sobre la tierra… La confianza en la vida ha desaparecido; la vida misma se ha convertido en un problema. – ¡Que no se crea que con esto uno se ha vuelto necesariamente oscurantista o pájaro de mal agüero! Incluso el amor a la vida es posible todavía, – solo que se la ama de otro modo… Es el amor a una mujer que nos inspira dudas… (Nietzsche contra Wagner en Obras completas, Volumen IV, pp. 920-921).
Obviamente la ética del deseo formulada por Nietzsche de ninguna manera es simple; antes bien, su estructura es compleja, como el deseo mismo.
Así queda demostrado con estas dos últimas expresiones ya citadas.
La novena aparición del Amor fati es en Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se es, la autobiografía de Nietzsche, texto limítrofe entre la razón y la locura.
La décima formulación aparece en este mismo texto, pero en un lugar distinto.

Por su profundo contenido, vale la pena citar estas dos últimas referencias al Amor fati de manera cabal; de modo que veamos la expresión novena, escrita en el parágrafo 10 del capítulo ¿Por qué soy tan inteligente?, que a la letra dice así:
“En este punto se hace precisa una amplia meditación. – Se me preguntará por qué es por lo que propiamente he contado todas esas cosas pequeñas, y según el juicio tradicional, insignificantes: con ello me perjudico a mí mismo, tanto más por cuanto estoy destinado a representar grandes tareas. Respuesta: estas nimiedades- alimentación, lugar, clima, recreación, toda la casuística del egoísmo- son inconcebiblemente más importantes que todo que todo lo que hasta la fecha se ha considerado importante. Aquí justamente es donde hay que comenzar a cambiar lo aprendido. Lo que la humanidad ha tomado en serio hasta ahora no son ni siquiera realidades, son meras imaginaciones, o, hablando de modo más riguroso, mentiras surgidas de los malos instintos de naturalezas enfermas, nocivas en el más profundo sentido – todos los conceptos, <<Dios>>, <<alma>>, <<virtud>>, <<pecado>>, <<más allá>>, <<vida eterna>>… Sin embargo, se ha buscado en ellos la grandeza de la naturaleza humana, su <<divinidad>>… Todas las cuestiones de la política, del orden social, de la educación han sido falseadas por completo hasta ahora al haber catalogado como grandes hombres a los hombres más nocivos, – al haber aprendido a despreciar las cosas <<pequeñas>>, quiero decir, las cuestiones fundamentales de la vida misma… Nuestra cultura actual es ambigua en sumo grado… ¡El emperador alemán pactando con el Papa, como si el Papa no fuera el representante de la enemistad mortal contra la vida! Lo que se construye hoy día ya no se tiene al pie al cabo de tres años. – Si me mido a mí mismo por aquello de lo que soy capaz, por no hablar de lo que viene después de mí, una subversión y una reconstrucción sin precedentes, tengo derecho a la palabra grandeza más que ningún otro mortal. Si me comparo con los hombres que hasta ahora han sido honrados como los primeros, la diferencia es palpable. A esos pretendidos <<primeros>> ni siquiera los cuento en absoluto como hombres, – para mí son el desecho de la humanidad, engendros de enfermedad e instintos vengativos: son pura y simplemente monstruos siniestros y, en el fondo, incurables, que toman venganza contra la vida… Por ello quiero ser su antítesis: mi prerrogativa es la de poseer la suprema sutileza para captar todos los indicios de instintos sanos. Carezco de todo rasgo enfermizo. No he estado enfermo ni siquiera en épocas de grave enfermedad; en vano se buscará en mi ser un rasgo de fanatismo. De ningún instante de mi vida se me podrá demostrar ninguna actitud arrogante o patética. El pathos de la afectación no forma parte de la grandeza; quien tiene necesidad de actitudes afectadas, es falso… ¡Cuidado con todos los hombres pintorescos! – La vida se me ha hecho ligera, más ligera que nunca cuando requirió de mí lo más pesado. Quien me ha visto en los setenta días de este otoño, en que he llevado a cabo, sin descanso, puramente cosas de primer orden que ningún hombre volverá a llevar a cabo después de mí – ni lo ha hecho antes, con una responsabilidad para con todos los milenios que me han de seguir, no habrá percibido rasgo alguno de tensión en mí, sino más bien una frescura y una jovialidad desbordante. Nunca he comido con sentimientos más gratos, nunca he dormido mejor. – No conozco ningún otro modo de tratar con grandes tareas que el juego: constituye, como indicio de la grandeza, un presupuesto esencial. La más mínima coacción, el gesto adusto, cualquier tono duro en la garganta son todos ellos objeciones contra la persona, ¡tanto más contra su obra! No hay que tener nervios… También es una objeción el sufrir por la soledad, – yo nunca he sufrido más que por la <<multitud>>… En una edad abundantemente precoz, con siete años, ya sabía yo que ninguna palabra humana llegaría jamás hasta mí: ¿se me ha visto apenado por ello alguna vez? – Sigo mostrando hoy día la misma afabilidad hacia cualquiera, incluso estoy lleno de atenciones hacia los más humildes; y en todo esto no hay ni un gramo de orgullo, de secreto desprecio. A quien desprecio, ése adivina que es despreciado por mí: con mi mera existencia solivianto a cuanto tiene mala sangre en el cuerpo… Mi fórmula para la grandeza en el hombre es amor fati [amor al destino]: no querer que nada sea distinto, ni en adelante, ni en el pasado, ni por toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, menos aún disimularlo – todo idealismo es mendacidad ante lo necesario-, sino amarlo…” (Ídem, pp. 807-808).
¡Qué texto! ¡Cuánta pertinencia y actualidad!
Para corroborar estas dos últimas cosas, basta leerlo, por ejemplo, en clave Donald Trump y…
¡Ay, Nietzsche!
¡Cuánta razón sigues teniendo contra todos aquellos y todo aquello que es enemigo de la vida!
Si puede haber alguien que dude, todavía, ¡a estas alturas!, de esta nuestra caracterización de la filosofía nietzscheana, le invito a leer la última aparición del concepto de Amor fati; que se nos presenta en la misma autobiografía, pero ahora en el parágrafo 4 de la reseña que escribe Nietzsche sobre su libro El caso Wagner. Un problema para musicantes, del capítulo Por qué escribo libros tan buenos.
Dice así, y qué formulación toda, no solamente en el punto en el que aparece expresamente el concepto de Amor fati; la cito:
“¿Y por qué no habría yo de llegar hasta el final? Me gusta hacer tabla rasa. Incluso forma parte de mi ambición el pasar por ser el despreciador par excellence de los alemanes. Mi recelo hacia el carácter alemán lo expresé ya a los veintiséis años (tercer Consideración intempestiva, p. 71) – los alemanes son, para mí, imposibles. Si me imagino a un tipo de hombre que contradiga todos mis instintos, siempre me represento a un alemán. Lo primero que me pregunto cuando <<escudriño a fondo>> a un hombre es si incorpora un sentimiento de la distancia, si por doquier ve rango, grado, orden entre un hombre y otro, si hace distinciones: con esto se es gentilhomme; en cualquier caso, se pertenece de modo irremisible a la categoría tan amplia, ay, tan mansa, de la canaille [chusma]. Pero los alemanes son canaille – ¡ay, son tan mansos!… Se rebaja uno en el trato con los alemanes: el alemán lo pone todo a su mismo nivel… Si exceptúo mi relación con algunos artistas, sobre todo con Richard Wagner, no he vivido ni una sola hora buena con alemanes… Suponiendo que el espíritu más profundo de todos los milenios apareciese entre los alemanes, un salvador del Capitolio cualquiera se figuraría que su nada bella alma debería ser tenida en cuenta al menos en la misma medida que dicho espíritu… No soporto a esa raza con la que siempre se está en mala compañía, que no tiene dedos para las nuances [matices] – ¡Ay de mí! Yo soy una nuance – que no tiene esprit [chispa] en los es y que ni siquiera saber andar… Al fin y al cabo, los alemanes carecen por completo de pies, solo tienen piernas… Los alemanes no tienen ni idea de lo vulgares que son, pero esto es justamente el colmo de la vulgaridad, – ni siquiera se avergüenzan de no ser más que alemanes… hablan de todo, se tienen a sí mismos por los que deciden, hasta me temo que se han decido respecto a mí… – Mi vida entera es la demostración de rigueur de estas afirmaciones. Resulta en vano que yo busque entre los alemanes una sola señal de tacto, de délicatesse [delicadeza] hacia mí. De judíos, sí, pero nunca hasta ahora de alemanes. Mi modo de ser quiere que sea dulce y benévolo con todo el mundo – tengo derecho a no hacer diferencias -; esto no me impide tener los ojos abiertos. No hago excepciones con nadie, mucho menos que con nadie, con mis amigos – ¡espero, en fin, que esto no haya supuesto un quebranto de mi humanidad hacia ellos! Hay cinco o seis cosas de las que siempre he hecho una cuestión de honor. Pese a ello, es cierto que casi cada carta que recibo desde hace años la siento como un acto de cinismo: hay más cinismo en la benevolencia que se me dispensa que en cualquier clase de odio… A cualquiera de mis amigos le digo a la cara que nunca ha considerado lo suficientemente digno de esfuerzo el estudiar alguno de mis escritos; y adivino por lo signos más nimios que ni siquiera saben que hay contenido en ellos. Por lo que respecta a mi Zaratustra, ¿cuál de mis amigos habrá visto en él algo más que una arrogancia ilícita, por suerte absolutamente inane?… Diez años: y nadie en Alemania ha hecho una cuestión de conciencia el defender mi nombre frente al silencio absurdo bajo el que yacía sepultado: un extranjero, un danés, ha sido el primero en tener suficiente finura de instinto y coraje como para rebelarse ante mis presuntos amigos… ¿En qué Universidad alemana sería posible hoy día impartir clases sobre mi filosofía, como las que ha impartido durante la última primavera el Dr. Georg Brandes en Copenhague, con lo que una vez más ha demostrado ser todo un psicólogo? – Yo mismo jamás he sufrido por nada de esto; lo que es necesario no me hiere; amor fati es mi íntima naturaleza. Lo cual no excluye, empero, que me guste la ironía, incluso la ironía de la historia universal. Y de este modo es como, aproximadamente unos dos años antes del rayo destructor de la Transvaloración, que convulsionará la tierra, he entregado al mundo El caso Wagner: los alemanes deberían volver a atentar inmortalmente contra mí ¡y eternizarse!, ¡aún tienen tiempo para ello! – ¿Lo han logrado? – ¡Delicioso, señores míos alemanes! Les doy mi enhorabuena… Para que no falten tampoco los amigos, acaba de escribirme una vieja amiga, que ahora se ríe de mí… Y esto en un momento en que sobre mí pesa una indecible responsabilidad, – en que ninguna palabra puede ser lo bastante delicada, ninguna mirada lo bastante considerada conmigo. Pues cargo sobre mis hombros con el destino de la humanidad. –“ (Ídem pp. 851-852).
¡Qué texto y qué cierre!
¡Toda una declaración de principios!
¡Con los que Nietzsche, por demás, nos define sus más íntimos pensamientos filosóficos! ¡Con los que nos perfila, también, su concepción de la ética, como una ética del deseo!

¿Acaso es necesaria, todavía, una justificación de lo que juega Nietzsche con el Amor fati como la formulación, clara, de una ética del deseo?
De ser así, pienso que es indispensable detenerse a leer y releer mejor estas diez acepciones de Nietzsche sobre el Amor fati.
O…, mejor dicho:
Da capo…
Nota bibliográfica:
Nietzsche, Friedrich, Fragmentos póstumos (1875-1882), Volumen II, Editorial Tecnos, Madrid, 2015; traducción de Manuel Barrios y Jaime Aspiunza.
————————-, Correspondencia, Volumen IV (enero 1880-diciembre 1884), Editorial Trotta, 2010; traducción de Marco Parmeggiani.
————————-, La gaya ciencia. La gaya scienza en Obras completas, Volumen III, Editorial Tecnos, Madrid, 2014; traducción de Juan Luis Vermal.
————————-, Fragmentos póstumos (1882-1885), Volumen III, Editorial Tecnos, 2015; traducción de Diego Sánchez Meca y Jesús Conill.
————————-, Fragmentos póstumos (1885-1889), Volumen IV, Editorial Tecnos, 2006; traducción de Juan Luis Vermal y Juan B. Llinares.
————————–, Nietzsche contra Wagner, en Obras completas, Volumen IV, Editorial Tecnos, Madrid, 2016; traducción de Manuel Barrios Casares.
————————–, Ecce homo. Cómo llega uno a ser lo que es, en Obras completas, Volumen IV, Editorial Tecnos, Madrid, 2016; traducción de Manuel Barrios Casares.
Finalmente, la Tesis de Maestría de Óscar Alejandro Jiménez Porras, presentada en la Universidad de San Buenaventura, Bogotá, Colombia, 2022; Amor fati y tragedia griega en la filosofía de Friedrich Nietzsche: una aproximación genealógica.
Esta Tesis me posibilitó ubicar los diez textos en los que Nietzsche despliega, según mi lectura, su ética del deseo. En una próxima reflexión sobre el tema, me pronunciaré sobre la lectura que hace Jiménez Porras. Aquí solamente presento lo que yo llamo, a diferencia de Jiménez Porras, más bien una arqueología (en el sentido foucaultiano) que una genealogía.
P. D.
No he considerado, en este texto, al escrito juvenil de Nietzsche intitulado Fatum e historia; un antecedente, bastante remoto, del concepto de Amor fati. En Cuerdas Ígneas he publicado algo al respecto.
J. Ignacio Mancilla
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 23 de octubre de 2025.





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