Un Nietzsche (re)cargado de futuro

¡Oh, qué hermoso es su libro! ¡Qué

hermoso, qué profundo y qué audaz!

Cosima Wagner a Nietzsche en Basilea

(Tribschen, 18 de enero de 1872).

Nietzsche escribió muchas cosas antes de su Ópera prima (primera obra): desde cartas hasta pequeños textos autobiográficos; inclusive un Drama sobre Prometeo.

Hay un texto del Nietzsche juvenil que quisiera solamente destacar; no lo voy a analizar, ya que la verdad merece ser reflexionado con el mayor rigor posible.

Nietzsche lo escribió cuando tenía 17 años: Fatum e historia es su título (es de abril de 1862).

Aquí citaré algunas de las preguntas centrales que se hace este jovenzuelo que no es precisamente un improvisado -en lo tocante a la escritura- cuando redacta El nacimiento de la tragedia

Van las preguntas; cinco (la numeración por supuesto es mía; en el texto aparecen de corrido), pero de gran hondura, todavía hoy:

  1. “¿Qué es lo que determina la fortuna de nuestra vida?”.

2. “¿Se la debemos a los acontecimientos, por cuyo remolino somos arrastrados?”.

3. “O no es más bien nuestro temperamento el que matiza todos los acontecimientos?”.

4. “¿No tropezamos con todas las cosas en el espejo de nuestra propia personalidad?”.

5. “¿Y no dan los acontecimientos, por así decirlo, tan solo la tonalidad de nuestras vicisitudes, mientras que la intensidad o debilidad con la que éstas nos afectan dependen exclusivamente de nuestro temperamento?” (p. 203 del Volumen I de las Obras completas de Nietzsche, Tecnos, Madrid, 2018).

Responder, ahora, a estas cinco cuestiones, ello sin considerar propiamente la reflexión nietzscheana, nos llevaría a un gran debate sobre hasta dónde estamos implicados o no, en eso que el joven Nietzsche llama “acontecimientos” (tema, además, fundamental de la filosofía contemporánea).

En fin.

primer libro de Nietzsche
Portada de ‘Fatum e historia’ / Elejandria.

Pero quiero citar —para fundamentar esta pequeña entrada a El nacimiento de la tragedia, en lo tocante al cultivo de la escritura por parte de nuestro filósofo— lo que el adolescente Nietzsche le escribe a su amigo de infancia Wilhelm Pinder; a finales de marzo y principios de abril de 1859, cuando Nietzsche tenía apenas 14 años, entrados a 15:

“[…] Sobre la libertad divina y humana

“Quizás tú también encuentres de vez en cuando una horita para que puedas reflexionar y escribir sobre esto. La libertad es uno de los problemas más importantes. Es suficiente con que te plantees estas preguntas: ¿qué es la libertad?, ¿quién es libre?, ¿qué es el libre albedrío?, etc. Bueno, que sigas bien, querido Wilhelm, y piensa y escribe muy a menudo a tu Fr. W. Nietzsche

“Nostra semper manet amicitia!” (“¡Nuestra amistad será siempre!”; p. 91 del Volumen I de la Correspondencia, Trotta, Madrid, 2005).

Bien, la primera obra de Nietzsche conoció tres ediciones en vida de su autor; en la segunda edición introdujo algunas correcciones, ello debido al consejo de su amigo Erwin Rohde (1845-1898), filólogo y helenista. Quien se la jugó por Nietzsche, no sin consecuencias.

El Ensayo de autocrítica Nietzsche lo introdujo para la tercera edición, en 1886. Y en él Nietzsche hace un ajuste de cuentas con su texto juvenil, no sin dejar de ver los alcances de este; es decir, lo que Nietzsche pudo expresar de mejor manera, sin embargo, no dejó de ser de algún modo formulado en ese libro primerizo.

A pesar de todos los límites de su primera obra, Nietzsche trazará desde ella una ruta a seguir y un personaje que permanecerá durante toda su producción intelectual, hasta el último libro póstumo: El anticristo. Maldición sobre el cristianismo.

Dicho personaje es Dioniso; he aquí el cierre, bastante elocuente al respecto de su autobiografía Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se es:

“– ¿Se me ha comprendido? – Dioniso contra el crucificado…” (Las cursivas son del original; p. 859 del volumen 4 de las Obras completas, Tecnos, 2016).

¿Acaso el Súper hombre y el propio Anticristo no son más que enmascaramientos de Dioniso, es decir, transfiguraciones de este?

Aquí hay todo un tema por desarrollar, pero que quede constancia de la congruencia entre la obra juvenil y la obra de madurez de Nietzsche.

Un “error genial”

Así calificó a El nacimiento de la tragedia Vogel, idea que retoma José Rafael Hernández Arias en su edición crítica para la editorial Valdemar (2012), que aquí tendré en cuenta, aunque consideraré, sobre todo, la traducción de Joan B. Llinares para la edición de el Volumen I de las Obras completas.

¿Por qué El nacimiento de la tragedia nos sigue fascinando?

¿Qué nos sigue seduciendo de ese libro juvenil a 150 años de haber sido publicado?

¿Qué seguimos encontrando de pertinente y actual en su escritura, a pesar de tantos mal entendidos en su tiempo y también en el nuestro?

La respuesta no puede ser otra que El nacimiento de la tragedia fue y sigue siendo un libro (re)cargado de futuro…

Esto es, precisamente, lo que intentaré demostrar en este texto que no pretende otra cosa que mutar la necesidad en deseo; es decir, quiero que nazca el deseo de leerlo a partir de la exigencia de hacerlo, si partimos de lo dicho por Nietzsche en su Ensayo de autocrítica, redactado 14 años después de la aparición del libro.

Nietzsche empieza definiendo a su texto como un “libro problemático”; y creo que lo sigue siendo, en muchos sentidos. Todavía.

Pero ¿cuál es la tesis central que el filósofo de los grandes bigotes sostiene en tan singular escrito?

Hay tres preguntas, dos hechas en el parágrafo 4 del Ensayo de autocrítica y una formulada prácticamente al final (en el parágrafo 24) del libro, que vertebran la escritura nietzscheana; lo que no necesariamente significa el logro de su cometido. Pero lo que no cabe regatearle, es que dichas preguntas apuntan —¡y de qué manera!— al centro —¡todavía hoy!—: el de ofrecernos una explicación congruente de la estética y creatividad griega. Y, por extensión, de la creación humana en general.

Esto nos explica el por qué la permanente fascinación que sigue ejerciendo el libro y cómo sigue estando (re)cargado de futuro, algo que captó burlescamente Ulrich Willamowitz-Möllendorf, el más irónico crítico de Nietzsche.

Esta lectura, he aquí mi posicionamiento, más que metafísica es metapsicológica —en el sentido fuerte del término, en su significación más estrictamente freudiana—.[1] Y esta lectura nos permitirá apostar por el futuro inseminado en la textualidad de El nacimiento de la tragedia; cosa que el propio Nietzsche jugará hasta el libro inmediatamente posterior a Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, me refiero a Más allá del bien y del mal, que tiene como subtítulo Prolegómenos para una filosofía del futuro.

No se nos olvide que el título irónico de Willamowitz fue, precisamente, ¡Filología del futuro! Una refutación.

¿Qué refutó Willamowitz?

Cosas académicas, pruritos filológicos. No sin importancia, por supuesto.

Pero ¡ay, la filología! ¡Ay, la academia!

Para nada afectó, así lo pienso,  el principal aporte de Nietzsche, su intento —¡y qué intento!— de ofrecer una explicación satisfactoria del fenómeno de la creación estética griega (en particular de la tragedia).   

Van las preguntas.

Al comienzo del parágrafo 4 del Ensayo de autocrítica, como ya dije, Nietzsche se pregunta:

“Sí, ¿qué es lo dionisiaco?”.

Para inmediatamente después escribir:

“En este libro hay una respuesta a esta pregunta” (p. 331 de la edición aquí referida).

Y al final del mismo parágrafo, lo cierra con una pregunta que podrá contestar 1 año después, en el segundo libro posterior a Así habló Zaratustra…. La genealogía de la moral. Un ensayo polémico (sí, un año después de su Ensayo de autocrítica, que, recordémoslo, es de 1886):

“¿Qué significa, vista con la óptica de la vida, — la moral?…”

Y Nietzsche cierra con puntos suspensivos, lo que no es un signo sin importancia en cualquier escritura; en particular en la escritura nietzscheana.

La tercera cuestión, se plantea hasta el parágrafo 24 del texto de El nacimiento de la tragedia, el penúltimo y dice así:

“[…] pero, ¿qué es lo que el mito trágico transfigura cuando representa el mundo fenoménico bajo la imagen del héroe que sufre?” .

E inmediatamente escribe Nietzsche:

“Lo que menos, la <<realidad>> de ese mundo fenoménico, pues nos dice precisamente: <<¡Mirad! ¡Mirad bien! ¡He aquí vuestra vida! ¡He aquí la aguja que muestra las horas en el reloj de vuestra existencia!>>”.

Cabe citar, por lo hasta aquí argumentado, el texto completo del cierre de este párrafo, que no del parágrafo (recuérdese que es el penúltimo, ya que la obra toda se cierra con el parágrafo 25):

“¿Y el mito mostraba esta vida para transfigurarla de este modo ante nosotros? Pero, si no es así, ¿en qué está entonces el placer estético con el que hacemos que pasen ante nosotros incluso aquellas imágenes? Yo pregunto por el placer estético, y sé muy bien que muchas de esas imágenes pueden producir además, en ocasiones, un deleite moral, por ejemplo, en forma de compasión o de triunfo moral. Pero quien quiera derivar el efecto de lo trágico exclusivamente de esas fuentes morales, como era habitual en la estética no hace mucho tiempo, no crea que con eso ha hecho algo por el arte: el cual tiene que exigir en su ámbito ante todo pureza. Para el esclarecimiento del mito trágico la primera exigencia es justamente la de buscar el placer que le es peculiar en la esfera puramente estética, sin invadir el campo de la compasión, del miedo, de lo moral-sublime. ¿Cómo lo feo y disarmónico, esto es, el contenido del mito trágico, pueden provocar placer estético?

“Aquí resulta necesario elevar ahora, con un arranque intrépido, hacia una metafísica del arte, mientras repito mi anterior tesis de que sólo como fenómeno estético aparecen justificados la existencia y el mundo […]” (p. 435 de la edición referida).

Insisto, aquí se impone otra lectura muy otra, metapsicológica, y de ninguna manera la pretensión es corregirle la plana a Nietzsche, antes bien es radicalizar lo que su tesis misma implica: el dar cuenta del fenómeno estético del placer y la conversión de displacer en placer; cuestión freudiana por excelencia, pero a la que Nietzsche de alguna manera se anticipa.

así habló zaratustra
Portada de ‘Así habló Zaratustra’ / Valdemar.

De este modo, llamo a darle su justo lugar a un texto que en su tiempo fue sumamente incomprendido y que ahora, a 150 años de haber sido publicado, tenemos todos los elementos para hacer una lectura más adecuada del futuro contenido en su textualidad, en tanto pone el énfasis en la lógica dúctil de placer y displacer.

Por ello, y con el ánimo de convencerlos de que hagan suyo el texto, a partir de su propia lectura, más allá de la lectura de los especialistas, los invito a leer, completo, El nacimiento de la tragedia; mucho nos dirá, todavía, en estos tiempos convulsos donde hemos invertido la lógica trágica: para hacer del placer puro displacer: puro horror de vivir. ¿Por el predominio del nihilismo o la pulsión de muerte?

Buena cuestión que tensa, problemáticamente, tanto el discurso de Nietzsche como el del psicoanálisis; como lo hacen formidablemente Jacques Derrida y Byung-Chul Han en textos sobre los que he escrito en este espacio. Independientemente de que me quede tarea por hacer.

Y ya para terminar, Nietzsche cierra su reflexión juvenil con el parágrafo 25; haciéndolo de una forma genial:

“Música y mito trágico son de igual manera expresión de la aptitud dionisiaca de un pueblo y mutuamente inseparables. Ambos proceden de un ámbito artístico que está situado más allá de lo apolíneo; ambos transfiguran una región en cuyos gratos acordes van extinguiéndose deliciosamente tanto la disonancia como la imagen terrible del mundo; ambos juegan con la espina del displacer, confiando en sus artes mágicas sobremanera poderosas; ambos justifican con este juego la existencia incluso del <<peor de los mundos>> […] (p. 437 de la edición referida)”.

Esta es mi lectura, muy sintética, por cierto, de El nacimiento de la tragedia.

Con ella quiero hacer un homenaje muy sentido y sincero al formidable filósofo que nos legó, ya hace 150 años, tan excelso libro: (re)cargado de futuro.

¡Enhorabuena!  

¿Cuándo advendrá el tiempo nietzscheano?

¿Cuándo nos llegará el pasado mañana?

Nietzsche sigue siendo clave en la comprensión de la sociedad moderna; incluso en su actual momento tardío.

Nietzsche escritor nihilismo
Ilustración: Filo7Palmas.

P. D.

No cabe duda de que hay un estilo nietzscheano, desde El nacimiento de la tragedia hasta El anticristoJacques Derrida se detuvo en él.

Nietzsche cuidaba hasta el último detalle su escritura; de ahí que comúnmente hiciera modificaciones de última hora, en la corrección de las galeras.

El nacimiento de la tragedia tuvo muy buenos lectores y lectoras; una de ellas Cosima Wagner, el epígrafe inicial es claro al respecto. Y no solamente malos lectores.

Voy a citar, de la edición de José Rafael Hernández Arias para Valdemar (Madrid, 2005) de Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie, dos textos que se conservaron en sus Fragmentos póstumos y el texto final publicado; para que se vea el profundo trabajo estilístico (la forma es fondo) con el que expresó su filosofía quien se denominó a sí mismo como el discípulo de Dioniso:

“El tiempo ha corrido donde aún podías ser deseo: lo que aún sigues siendo, debe ser mano y voluntad y asidero del querer”.

“¡Lo que aún te sale al encuentro, viene a ti como destino: el tiempo ha corrido hacia donde aún podría salirte al encuentro un azar!” (p. 575).

“Ya ha transcurrido el tiempo en que aún me podían salir al encuentro acontecimientos azarosos; ¡y qué podría ocurrirme todavía que no fuera ya mío!” (p. 233; las dos primeras versiones vienen en el Anexo I —la edición ya referida consta de III Anexos, de ahí que sea una de las más completas y mejores en español—).   

N. B.                                                                                

El próximo sábado 15 de octubre Friedrich Nietzsche cumpliría 178 años, pero el sujeto ya no se encuentra entre nosotras y nosotros; aunque sí su nombre propio que nos legó, firmando una obra inmensa —cuantitativa y cualitativamente— de casi once mil páginas impresas (considerando su Obra completa, su Correspondencia y sus Fragmentos póstumos). El presente texto —una lectura muy personal, encuadrada dentro del curso que actualmente imparto en el Departamento de Filosofía del Centro Universitario de Ciencias Sociales y de Humanidades (Normal) de la Universidad de Guadalajara— es también un homenaje a un libro “problemático” (el término es del propio Nietzsche), a 150 años de haber sido publicado. Necesitamos leer bien y todavía releer mejor dicho libro “problemático” en más de un sentido: todavía hoy. Porque aún es un libro (re)cargado de futuro.  

De ahí mi insistencia en que se lea y relea El nacimiento de la tragedia. Esto es lo pretende el presente texto: no ser otra cosa más que una atenta invitación a leer y releer (mejor) a Nietzsche.

J. Ignacio Mancilla

Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 13/15 de octubre de 2022.


[1] La cuestión de la metapsicología en Freud es todo un tema, pero en la medida en que la pulsión de muerte y la pulsión misma es metapsicológica, no puedo dejar de decir lo mínimo: Freud inventa el término metapsicología como homólogo al concepto metafísica, que literalmente quiere decir más allá del ser, y que fue acuñado por Andrónico de Rodas (el compilador de la obra de Aristóteles). Metapsicología, por tanto, podríamos definirla como más allá del alma y no es otra cosa más que la fundamentación teórica del propio discurso del psicoanálisis. El asunto se complejiza todavía más en la medida en que Nietzsche fue, en no pocos sentidos, un precursor del psicoanálisis. Esto me obliga a abordar, en algún momento, este espinoso asunto, más allá de esta nota aclaratoria.

Imagen de portada: Bloghemia.

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