Somos voces diversas tendiendo puentes y cuerdas, para conectarnos con el mundo que habitamos. Abrazamos las diferencias, rescatando lo que nos une, incluso en las opiniones encontradas; y buscamos, en cada uno de nuestros escritos, dibujar caminos para transitar en colectividad.
Se dice popularmente que no hay que quejarse de envejecer. Es un privilegio negado a muchos. También se dice que no hay otra manera de vivir mucho. Las dos aserciones son ciertas; pero implican dos preguntas que muchas veces ni se mencionan. Una, envejecer, ¿en qué condiciones? ¿Con cuál calidad de vida? Y la otra: ¿ocupando cuál lugar para la familia de uno o una?
Desde la bellísima escena inicial donde Adrienne Willis (Diane Lane), en medio de una crisis matrimonial y con el encono de su hija adolescente en contra de ella por esto, sueña con su padre, recientemente fallecido, y quien en la realidad onírica, siendo ella una niña, le da vueltas en el aire alrededor suyo, tomada de las manos de él.
Ambientada en la década de los 80 del pasado siglo XX en Medellín, El olvido que seremos narra la vida de Héctor Abad Gómez, médico de profesión, quien fue el pionero de la salud pública en su país*, catedrático en la Universidad en la capital de Colombia, activista de derechos humanos y articulista, en una época caracterizada por la violencia contra los luchadores sociales.
La historia está muy bien desarrollada y nos da la impresión de girar hacia una especie de final feliz cuando la narración cambia abruptamente, para mostrarnos la crudeza y el desgarramiento de estas vidas en situación de calle que viven, precisamente, de los desechos de las grandes ciudades...
Cuerdas Ígneas 