¿Felices para siempre?

The Crown*

Eunice Michel

Me parece que a todas las mujeres, sobre todo a las de mi generación -aunque pienso que es algo más profundo, en lo que está involucrado la sexualidad femenina-, se nos ha formado con el imaginario de los cuentos de hadas. De ahí el éxito de estas narraciones aún entre las féminas más modernas.

En estas historias, popularizadas por Walt Disney a partir de los años 40 del siglo XX, cuando sus estudios filmaron la primera película sobre estos temas: Blancanieves y los siete enanitos (Disney, 1937), a la que siguieron después Cenicienta, La bella durmiente del bosque, La bella y la bestia y todas las demás del género, se ponen en juego guiones que terminan igual. La princesa halla a su príncipe, se enamoran y se dice: “se casaron y fueron muy felices para siempre”. E incluso el ingenio popular ha agregado: “con un gato en las narices”, dicho que repetíamos de niñas.

Blancanieves mostró el primer beso animado de la historia del cine (1937 / Disney).

Ése es el mito. Pero la vida real, la de las princesas y príncipes reales (también en el sentido de la realeza) es muy diferente. Entre otras cosas, porque estas personas de la aristocracia y a pesar de que en revistas como Quién y otras similares se nos presenten como una especie de seres divinos, que viven cotidianamente rodeados del glamour: grandes mansiones, viajes y  suntuosos vestuarios específicamente diseñados para ellas y ellos;  son, más allá de lo imaginario de su existencia, seres, como se dice, de carne y hueso. Y aún más: quizá justamente por la idealización que se hace de ellos, pueda decepcionarnos, como público ordinario, enterarnos, por medio de la serie de Netflix, The Crown  (La corona), basada en hechos históricos, de su ambición por el poder,  amores, desamores, cinismos, rivalidades enconadas y vilezas. Humanos, demasiado humanos.

Y no es porque no hayamos tenido conocimiento de cuestiones como las que señalo. A lo largo de la historia hay muchos ejemplos de esto, y de los claroscuros del poder, como una especie de dios Moloch, al que debe sacrificarse todo, hasta los valores más íntimos, cercanos y familiares. Para muestra, recordemos, en la literatura clásica, Macbeth, de Shakespeare.

Desde esta perspectiva, en The Crown, creo que la pregunta fundamental sería: ¿dónde está la felicidad que los cuentos de hadas tradicionales prometían a todos los matrimonios?

Matrimonio de Isabel II, The Crown’, segunda temporada (Netflix).

Prácticamente, nadie se salva con respecto a ello. Y no porque sean más infelices que los ciudadanos y ciudadanas comunes. Después de todo, la felicidad no parece ser una condición humana y al contrario; aunque sí haya momentos y hasta quizá muchos a lo largo de la vida, que remitan a ésta.

La diferencia estaría probablemente en que, para los integrantes de la realeza, ni la felicidad ni el amor son las prioridades de sus vidas y están determinadas por motivos muy distintos a cuestiones como éstas.

Desde el rey Eduardo VIII, que abdica al trono por amor, para casarse con una mujer estadunidense divorciada, Wallis Simpson, a la que no acepta la familia real por considerarla no admisible para la iglesia anglicana, que no aprueba el divorcio en esa época. Y desde luego que también está implicado un asunto político, cuando la serie nos muestra los vínculos del rey con Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, a través de unos documentos que habían permanecido secretos.

Tenemos luego un personaje como el rey Jorge VI, hermano de Eduardo y segundo en la línea de sucesión, quien asciende al trono sin estar preparado para ello y fallece prematuramente, por motivos de salud pero también por  las dificultades que para un carácter como el suyo implica una responsabilidad como ésa, dejando en la infelicidad y el dolor a la Reina Madre, Elizabeth (progenitora de la reina actual, Isabel II de Inglaterra).

Felipe e Isabel. (Foto: Gtresonline).

Y por supuesto, la pareja real, Isabel, hija mayor del rey Jorge VI, quien será nombrada reina a la muerte de éste y Felipe de Edimburgo (príncipe de Grecia y Dinamarca, exiliado). Un enlace en el que la reina tiene que “mirar para otro lado”, como lo dice textualmente en la serie cuando su cónyuge se relaciona con otras mujeres, en especial una bailarina rusa, Galina Ulanova. Un matrimonio al que le es imposible divorciarse por las mismas razones que se le había impedido casarse a Eduardo VIII con la mujer que amó.

Finalmente, la historia más trágica. La princesa Margarita, hermana menor de la reina, quien, con una personalidad más  fuerte y rebelde que ésta, desde niña, no acepta su papel subalterno. Por otra parte, vive atormentada y consumiendo su existencia en alcohol y excesos; a partir de que se le impide el matrimonio con el coronel Peter Towsend, su amor de juventud; asimismo, un hombre divorciado y además plebeyo. Al volverse a casar éste con otra mujer, decide su enlace con el fotógrafo Anthony Armstrong–Jones, para terminar separándose de él años después.

Sobre la hermana menor de Isabel II y su relación amorosa con Anthony Armstrong-Jones, hay una romántica película estadounidense de la década de los 50, La princesa que quería vivir (William Wyler, 1953). El filme, que idealiza la unión entre los dos personajes, una princesa de origen desconocido que evoca a Margarita (Audrey Hepburn, quien ganó tres de los premios más prestigiados, Bafta, Oscar y Globo de Oro por su estupenda interpretación) y el periodista (Gregory Peck, quien obtuvo una nominación al Bafta).

Fotograma de ‘La princesa que quería vivir’ (Paramount Pictiures).

Lo interesante es que en la película, la pareja no se casa. Y es quizá eso lo más interesante y hasta bello. Al final, ellos se “libran” del matrimonio: ella regresa a su papel de integrante de la familia real y él a su profesión de fotógrafo. Y, sí, ya lo adivinaron: el final sugiere que seguirán amándose aunque su amor sólo sea platónico y se hayan separado para siempre.

 ¿Será por eso que esa historia sí termina felizmente?

Como se sabe, en la actualidad, y desde hace mucho tiempo, la casa real de Inglaterra ha admitido el divorcio entre sus integrantes. Señal de que, por lo menos con respecto a la concesión que al amor romántico toca y al derecho de cada quien a decidir la separación cuando una relación ha dejado de ser grata,  ya estamos en otra época, también para la realeza.

Enhorabuena.

Eunice Michel.


(*) The Crown. Serie de Netflix. 4 temporadas. 40 Capítulos. Asimismo, hay que mencionar que Claire Foy y Olivia Colman, las actrices que interpretan a la reina Isabel II, en las diferentes etapas de la vida de ésta, ganaron el Globo de Oro por sus respectivas actuaciones. También Helena Bonham-Carter, quien interpreta a Margarita, obtuvo ese premio.

Recomendable en este periodo de quedarse en casa, cuando el cine, por el momento, no es una opción de entretenimiento.

Imagen de portada: Where every Cinderella story comes true, 2007 (Disney Dream Portrait Series, Annie Leibovitz, modelo: Scarlett Johansson).

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