Columna invitada
Eduardo Reyes González
Cuenta una historia que hace muchos siglos, en un reino muy lejano, existió un rey que, motivado por la duda, quería ver que era peor, si la envidia o la tacañería, males que eran comunes y los más lastimosos dentro de su población, por lo que mandó a llamar al hombre más envidioso y al más tacaño del reino, cuando los tuvo enfrente les dijo: “cada uno de ustedes, pídame lo que quiera, pero le daré el doble al otro”.
El tacaño se sintió muy incómodo ya que al pedir algo, también estaría dando algo. Al envidioso le pasó algo similar. El tacaño dijo entonces que no deseaba nada, concluyendo que, si no le daban a él, tampoco le darían al otro. Llegó el turno del envidioso y dijo: “deseo que me saquen un ojo”.
Una persona envidiosa está dispuesta a sufrir, si con ello logra que otra sufra más.
Si me chingo yo, nos chingamos todos, dijo un mexicano alguna vez.
¿Qué envidiamos?
Todo, la alegría, el placer, la felicidad, el éxito, los bienes materiales, la salud, el amor, el dinero, las personas, el trabajo, la vida, la muerte, todo.
Una de las grandes enfermedades del ser humano es el deseo de éxito, vivimos obsesionados por encontrar el éxito; mientras en los animales existe un instinto de supervivencia en igualdad de circunstancias, el ser humano en su impulso de ir un paso más allá de su vecino, explota su fracaso ante el sentimiento de envidia hacia otra persona, dejando ver la naturaleza propia del humano, aunque ya se ha comprobado que algunos animales sí sienten envidia, pero solo por cariño y atención.
Todos los humanos nacemos en supuesta similitud, todos tenemos las mismas herramientas para sobrevivir a las condiciones de la vida, un cerebro, sentidos, dos brazos, dos piernas, etc., nadie tiene superpoderes que permitan tener una ventaja, pero aun así las condiciones ajenas a nuestra persona hacen que las competencias de cada ser humano sean diferentes para lograr el éxito, muchas de estas evidencian desventajas, ya sea el género de la persona, su “inteligencia”, lazos de herencia, compadrazgos, mayor capacidad cognitiva, mayores oportunidades de estudio, etc. Suposiciones que consisten en que con estas ventajas se alcanza mayor éxito, aunque no siempre es así, una persona que posiblemente haya aprendido algún oficio relevante puede ganar más que un profesionista, existen un sinfín de variables.
La envidia formula que el éxito personal, es decir tener mucho dinero, muchos carros y una gran casa, es porque seguramente esa persona exitosa se esta chingando a alguien más, el que no chinga no avanza, suelen decir, o también puede ser porque tiene palancas, un compadre pudiente o en el gobierno, porque eres narco, estás haciendo tranzas, porque eres un político corrupto (este último no lo puedo defender del todo), pero nunca por esfuerzo o trabajo propio, aunque haya sido así. Y qué felicidad nos da cuando esta persona a la que envidiamos por alguna razón pierde todo, o le va mal, nos da más alegría que nuestro propio éxito.
En la naturaleza es común ver un grupo de hormigas trabajando para lograr un fin común, por ejemplo, cuando se requiere llegar a un punto muy alto, las hormigas van apilándose para construir una escalera, la primera que se apile es la ultima que subirá, porque todas se juntan para ayudarla, el ser humano se comporta de manera contradictoria, el ser humano en ocasiones hace que la gente construya una escalera para subir al podio y cuando se trata de que los demás suban, este nunca volteará la mirada hacia atrás, es el caso de algunos políticos, socialistas, dictadores, etc.
No somos benevolentes, cuando vemos a las personas obtener el éxito y por extraña razón vemos que estas tropiezan o pierden lo obtenido con base en base su esfuerzo, nosotros nos alegramos por esto, ya que la única persona que se merece más soy yo. Se alegra uno ante el fracaso de nuestro equipo de futbol rival, la caída de empresas de gran poder adquisitivo, la derrota del partido político contrario, nos alegra el que a la vecina le hayan puesto el cuerno porque no se merecía ser amada, era obvio que hayan secuestrado al hijo del vecino rico porque siempre andaba presumiendo lo que tenía. Nos hace falta empatía en nuestra sociedad, no somos como las hormigas en constante apoyo.
Se lee en ciertos artículos alemanes acerca de la palabra Schadenfreude que significa que una persona disfruta con las desgracias de los demás, “Esa extraña sensación de felicidad cuando alguien sufre una catástrofe” según Dostoyevski.
Encontramos un rival potencial en ese sujeto que ha logrado más, un rival simbólico de nuestra vida, es nuestra medida de éxito, el que se cree mucho, el que le echa mucha crema a sus tacos, el que se siente muy acá, el todas mías, el fifí, el del varo, justificamos cada uno de nuestros actos y nuestros logros para además mirar al del a lado para ver si va en el mismo peldaño.
Suponemos que la otra persona posee lo que nosotros deseamos, si no tenemos ese objeto, ese puesto, nos sentimos frustrados, enojados, estresados, desesperados porque yo que trabajo más o igual que él, debería tener lo mismo o más, siempre más.
Se hizo un estudio conductual entre perros, los cuales fueron divididos en dos equipos, a los dos se les puso a realizar algún truco, pero solo a un grupo se les daba un reconocimiento, y a los otros no, estos últimos al ver que a los otros sí les daban premios por la misma acción, decidieron no hacer caso a las instrucciones, se daban la vuelta, miraban hacia otro lado o buscaban en qué entretenerse, siendo este un síntoma de envidia. También se desarrolló un estudio entre una variante de monos de una manada establecida, a un grupo se les dividió por género, machos y hembras en diferentes sitios, siempre observándose, los científicos dejaron que cada grupo conviviera con algunos animales del género opuesto ajenos a su manada, provocando en los animales del otro grupo, la emisión de impulsos definidos en cierta parte del cerebro que controla la rabia, miedo y enojo.
Siempre se está queriendo tener lo que otro tiene, sin medir que con lo que tú tienes está bien, el camino es largo pero cada quien debe medir su éxito en sus propios pasos y no por lo que se le indique la sociedad a lo que esta defina como éxito, ya sea un carro, una casa, mucho dinero, plenitud familiar; el camino puede estar decorado de rosas pero las rosas siempre tendrán espinas, pero no podemos tomar las espinas de otro y pincharnos a nosotros mismos.
Eduardo Reyes González.
Fuentes:
https://elpais.com/elpais/2018/04/13/ciencia/1523613742_991399.html
www.psyciencia.com/cerebro-la-envidia/
https://www.psicoactiva.com/blog/la-envidia/
https://lamenteesmaravillosa.com/3-cuentos-sobre-la-envidia/
Imagen de portada: Daniel Colombo.
Las opiniones vertidas en las columnas invitadas y en las publicaciones especiales reflejan el punto de vista de su autor o autora y no necesariamente el de Cuerdas Ígneas como proyecto de escritura. Para comentarios, observaciones y sugerencias escríbenos a: cuerdasigneas@gmail.com
Vaiven, podria decir el vaiven de la vida, a veces subes, a veces caes, a veces a la derecha, a veces a la izquierda, a veces feliz a veces enojado, la vida en algunos casos puede ser un vaiven, los puntos de vista del Lic. Eduardo Reyes Gonzalez, nos llevan a reflexionar sobre nuestro existir, excelente columna.
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Gracias por tu comentario, Sandra. Saludos de parte del equipo de Cuerdas Ígneas.
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