ESPECIAL | Como una hipnotista

Darío Carrillo

¿A dónde van los desaparecidos? ¿Es ético evitar un dolor ocasionando otra pena? ¿Qué tan distintos somos de nuestros hermanos? Estas son sólo algunas de las preguntas que provoca la lectura del primer libro de Inés M. Michel: Secuencias oníricas.

            En la contraportada del libro publicado por La Zonámbula —editorial tapatía dirigida por Jorge Orendáin— Fernando de León apunta que cada uno de los doce cuentos que integran el volumen: “es una expedición introspectiva por una ruta de ensueño y pesadilla; de invención y destrucción” en la que “la autora nos conduce ante un espejo bruñido por las palabras para mostrarnos lo mucho que nos implica cada historia”. Y es verdad, al transitar sus páginas nos encontramos con atmósferas siniestras, inquietantes, angustiosas —no en balde la autora hace referencias explícitas a los cuentos de Edgar Allan Poe— que si bien nos muestran mundos en el linde del sueño y la realidad, son ilusiones ficticias, pero nunca falsas.

Imagen: @tafsirelahlam

            Aunque nos encontramos seres aparentemente distintos a nosotros: fantasmas, una masa amorfa y gigante que respira, extraños tripulantes espaciales, hombres y mujeres asesinos o suicidas… nos enfrentan a un espejo que, pese a su distorsión, son un reflejo de la vida cotidiana; pesadillas que, vistas desde adentro, son cárceles para sus personajes, pero que para los que asistimos a ellas desde la lectura, nos permiten distintos puntos de fuga.

            Al igual que como sucede en las minificciones de Cecilia Eudave, una de nuestras más destacadas escritoras tapatías, de la llamada literatura de lo extraño (pienso específicamente en su libro Microcolapsos) los cuentos breves de Inés M. Michel se tornan en alegorías. La maldad, la culpa, el maltrato a los animales, la búsqueda de la sororidad ante la violencia patriarcal, los remordimientos… aparecen revestidos de ensoñación, no para taparnos los ojos, sino para iluminar sin moralejas las turbaciones del alma que nos provocan inquietos sueños.

            De las siete entradas que tiene el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española para la voz “sueño”, la definición que más se acerca al hilo que entrelaza estas doce cuentas —o cuentos— es la del sueño como ilusión o fantasía.

            Como estrategia para estructurar los cuentos y presentar una particular visión del mundo, Inés M. Michel nos lleva, como una hipnotista, a un estado de ensoñación en el que dudamos entre lo que es real y no, pese a que sepamos desde el inicio, porque nos lo dice Christoffer Boe desde el epígrafe que abre el libro, que: “Todo es falso, todo es una reconstrucción, pero aún así duele”.

            La pesadilla, la ensoñación que nos deja la epifanía de haber tenido acceso a partes escondidas en nuestra psique, nos permite cerrar estas Secuencias oníricas más diestros. Uno a uno, estos sueños compartidos, nos permiten descubrir algo de nuestro ser que hasta antes de la lectura, era no ser.

Darío Carillo.


Imagen de portada: Los dos árboles (David A. Becerra, óleo sobre tela) / Portada de Secuencias oníricas.

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