LÁMPARA DE ACEITE | El anticristo liberado antes de Navidad

Columna invitada

«Malmkrog» logra una plática incesante que maravilla por su elegancia, por instantes abruma por su inestabilidad y que, en todo momento, «peca» con sus finas bondades.

Desde hace tiempo, me han interesado los temas morales, pero no por el morbo que intenta escaparse rebeldemente para montarse en el estribo del observador impaciente, sino porque, dentro de su enigma claramente codificado, se esconde un ignoto oscurantismo. Ignoro si las representaciones fílmicas ocurren como presagio o como simple metáfora, pero más interesante es reconstruir los engranes simbólicos que de ellas pueden surgir, partiendo de que “la moral siempre es asunto de travellings” y viceversa, o así fue sostenido por Godard después del estreno de Noche y niebla (1956), de Resnais.

La adaptación cinematográfica del texto filosófico de Vladímir Soloviov, Los tres diálogos y el relato del Anticristo, publicado a principios del novecento, ha sido elogiada por la crítica y no es para menos, puesto que, el filme dirigido por el rumano Cristi Puiu, disemina los laberínticos pasillos de la razón y los entramados confusos del lenguaje. Lleva por título el nombre de uno de los principales poblados de Transilvania: Malmkrog. El relato cinematográfico establece una relación alegórica con las ideas morales y figurativas del mal, utilizando el debate como sustento discursivo del que no podemos desprendernos, ni siquiera por las luces ténèbres de las velas que ambientan la casona aristocrática en donde el influyente terrateniente Nikolai y su esposa hospedan a quienes acompañarán la cena de Nochebuena como parte de las festividades decembrinas.

«Como diría Andrei Nikolaevich: Cuando la cola del diablo aparece niebla por el mundo, también es una señal del anticristo.»

Portada de ‘Malmkrog‘ / MUBI.

El filme estrenado en 2020, y que puede verse en MUBI, por momentos, recuerda la fábula rusa de Gógol donde el diablo decide robarse la luna en la noche antes de Navidad. Malmkrog logra una plática incesante que maravilla por su elegancia, por instantes abruma por su inestabilidad y que, en todo momento, «peca» con sus finas bondades. El ejemplo perfecto de la mala bondad y acaso de la buena maldad. Con tintes elementales de la compresión moral y religiosa del mal, se hace una tesis arquetípica de un emblema cultural que ha preocupado a la humanidad y que se popularizó en los siglos XVIII y XIX.

No menos importante de resaltar es que el aspecto mágico (y desde mi punto de vista más interesante) del mal, también figura y con mejores resultados. Un anticristo silente se inyecta y se va inmiscuyendo para participar dentro del espacio fílmico, por muchos instantes como oyente y observador hasta que decide mostrarse, pero sin dejarse mirar. Las diversas lecturas de su arranque simbólico pueden resultar en una suerte de singularidad onírica que, indudablemente, remitiría al surrealismo, inclusive al mejor cine de Buñuel, sin embargo, aquí no estamos siendo orillados a mirarnos en el espejo del inconsciente, por el contrario, somos prisioneros del juego de lo real-desconocido y por lo tanto es complicado asimilar lo que en circunstancias “normales” entenderíamos como un hecho factible.

La ruptura narrativa que aparece como evidencia de la discontinua línea del caos que permea a los aristócratas y servidumbre de la casa va manchando la superficie de los diálogos, demostrando que el mal está en el lenguaje como lo avanzó Ricoeur en su simbólica. La disparidad entre lenguaje e imagen, pero también entre las figuras serviles y servidas va agregando una visión maniquea de los artilugios correspondientes a cada personaje. El juego malévolo del lenguaje aparece en todos los niveles sociales y, por lo mismo, siempre resulta complementario al juego del poder.

Fotograma de ‘Malmkrog‘ / MUBI.

Una libertad atrapada

Pareciera que la palabra siempre es prisionera de la mente. Esta consecuencia no es casual sino proyectada, ya que, el discurso del mal constantemente es atravesado por una esfera cultural y otra estética, lo que condiciona al acto discursivo en una posición de privilegio ante el silencio. Esta tensión desplaza al descanso del sonido por una voz impulsiva que, mientras más expone, más se deja en evidencia su incapacidad por sostenerse. No obstante, es en esa facultad de exposición donde se aparece como fantasma la figura del anticristo y lo dejamos libre. Pero, al dejarlo libre, nos regala nuestra propia libertad y la capacidad de progresar en nuestras palabras. Para sorpresa del enunciante, el deterioro del progreso de esas palabras se encuentra en su propio recorrido, provocando un inestable terreno de arenas movedizas por el que, inevitablemente debemos caer, siendo víctimas de nuestro propio discurso. 

El aspecto libertador, pero profanador y decadente de la naturaleza humana, sigue resultando de particular interés dentro de nuestras narraciones simbólicas y funcionando como ingrediente mitológico de nuestros relatos. El filme de Puiu se apropia de una de las tradiciones más antiguas de los estudios culturales, la filosófica, y se aproxima sin miedo ni extrañeza, pero sí con cautela y lupa, para amoldar con su libre albedrío las alas diabólicas de la figura ancestral del mal y las acompaña con vino.

Christian Romero.

película rumana
Fotograma de ‘Malmkrog‘ / MUBI.

Imagen de portada: Fotograma de ‘Malmkrog’ / MUBI.

Las opiniones vertidas en las columnas invitadas y en las publicaciones especiales reflejan el punto de vista de su autor o autora y no necesariamente el de Cuerdas Ígneas como proyecto de escritura. Para comentarios, observaciones y sugerencias escríbenos a: cuerdasigneas@gmail.com

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