Columna invitada
«El beso de la mujer araña» es la muestra de que la literatura es amante del cine y se escapan por las noches para encerrarse a dialogar…
La semana pasada se anunció el fallecimiento del actor norteamericano William Hurt, responsable de dar vida al general Thunderbolt Ross en la que fue su última película: Black Widow (2021), y no me parece casualidad que haya sido así, puesto que una de sus mejores interpretaciones, incluso, la mejor para muchos críticos, está ligada a otra araña. La repentina desaparición del ganador al Oscar por interpretar a Molina en El beso de la mujer araña (1986) ha reavivado mi cariño por aquel filme emblemático e inspirador que visibilizó uno de los temas pendientes dentro del espacio social enmarcado con una mirada ennegrecida por la violencia.
En 1976, el mundo daría cuenta de la obra literaria más notable del escritor argentino Manuel Puig, titulada El beso de la mujer araña. Aquel mundo había sido atravesado por los efectos sociales y los movimientos revolucionarios del 68 de forma simultánea. La novela significaría un grito esperanzador de una generación atemorizada por la aspereza dictatorial y la falta de escrúpulos al gobernar de ciertos representantes y dirigentes de naciones. Puig que, anteriormente, sorprendió con su excelente novela capitular Boquitas pintadas (1969), ahora, inmortalizaba la figura de dos personajes entrañables, producto de la desestabilización política, provocando que la novela fuera juzgada, reprimida, vetada y censurada del país sureño.
En la novela se relata la historia de Molina y Valentín; dos presos que, además de compartir celda, comparten la ilusión de ser libres, pero no sólo de los barrotes y paredes que los separan de la vida, sino de las ideologías golpistas que los han condicionado a ser víctimas de abusos culturales y políticos, demostrando que los estigmas siguen siendo peligrosos en la cornisa de la identidad. Ambos luchadores; uno contra el ímpetu discriminatorio hacia la homosexualidad y el otro contra el régimen dictatorial de la época.
El beso de la mujer araña es la muestra de que la literatura es amante del cine y se escapan por las noches para encerrarse a dialogar. El primer intento de escape es el diálogo, pues, es a partir de los diálogos que conocemos la relevancia del cine para Molina, hecho que no resulta de una obsesión, sino del enamoramiento por el séptimo arte. Es por eso que el segundo intento de escape es el propio cine. Molina relata secuencias cinematográficas a su acompañante para reclamar su derecho a la imagen. Desplegados orales que hacen desfilar piezas fílmicas como Cat People (1942), Paris Underground (1945) o Caminé con un zombi, estrenada en México como Yo dormí con un fantasma (1943).
«Si me dieran a elegir una película que pudiera ver de nuevo, elegiría ésta.» – Molina.

En El beso de la mujer araña se tejen imágenes envolventes, se dibujan los síntomas de la reclusión intelectual y cultural; se defiende la feroz, apabullante y necesaria libertad de la identidad y el derecho a la fantasía.
La adaptación cinematográfica fue estrenada en 1976 y dirigida por Héctor Babenco, actualmente se puede revisar en la plataforma digital de FILMIN. Entintada de grises coloridos y ambientada en un territorio sometido al encierro de los cuerpos, pero a la emancipación de las mentes, la cinta esboza los contrastes de los protagonistas y un tipo de libre albedrío que otorga la imaginación, porque cuando la imaginación es libre el hombre también lo es.
Existe una relevancia del aparato cinematográfico como artificio y como generador de realidades, una demanda por la imagen fílmica que determina el acomodo de los acontecimientos en recortes dispuestos de tal forma que surja una vida paralela. Esta demanda es, en todo momento, fragmentada por los protagonistas que se dejan observar, pero que nos cuentan y adornan sus propias vidas, sus fantasías, experiencias y sus recuerdos. En otras palabras, cada uno de los diálogos ejecutado por estos personajes se puede transformar en un episodio fílmico, montado y editado al interés de su interlocutor. La cinta de Babenco ofrece un deleite visual con poderosa voz que enfatiza a revisar y volver a revisar ciertos temas que hemos obviado, pero que, sin duda, siguen vigentes y son más necesarios que nunca. Teje con hilos de telaraña una fantasía envuelta de realidad y, por tanto, una realidad envuelta de fantasía.

El deseo de artificio
Es cierto que la película abre la discusión de diversos temas de carácter social, incluso penitenciario, necesarios para seguir recordando. No obstante, este texto no es una apología del delito ni mucho menos un espasmo reaccionario, en esta ocasión me gustaría hacer hincapié en el deseo que se tiene por el artificio. Aspecto que ha moldeado nuestra forma de ver, entender y replicar el mundo, ya que, el discurso que hemos dado a luz, en buena medida ha sido impulsado por un cariño a la simulación. No estoy tratando de decir que nos gusta ser engañados ni que los personajes participan en una, de hecho, la inventan.
Defendemos la verdad a costa de lo que sea, pero añoramos el truco, el encubrimiento, el artificio. Deseamos el cine, la literatura o las series de televisión. En El beso de la mujer araña se tejen imágenes envolventes, se dibujan los síntomas de la reclusión intelectual y cultural; se defiende la feroz, apabullante y necesaria libertad de la identidad y el derecho a la fantasía. De alguna manera aquel añorado beso entre Molina y Valentín es un símbolo de ruptura con la realidad vacía, insulsa, gris, para dar paso a una realidad de ensoñación, maravillosa y libre. El beso no solo emancipa los labios, también emancipa las cabezas, los sueños, las ilusiones y las almas.
En varias ocasiones hemos escuchado que el cine es el formato más cercano a la operatividad de los sueños y no es para menos, porque, además del acomodo temporal por el que ambas experiencias se configuran (recortes de vida ordenados y desordenados), otro de los aspectos principales de dicha comparación es que en los sueños y en el cine existe la remota posibilidad de vivir con más valor nuestra felicidad.
“Este sueño es corto, pero este sueño es feliz”. – Valentín.

Christian Romero.
Imagen de portada: Fotograma de El beso de la mujer araña / FILMIN.
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Felicidades a Christian Romero por su excelente reseña de una película que ya, a estas alturas, es del cine que podríamos llamar de culto y además, desde mi perspectiva, la mejor actuación del recientemente fallecido actor William Hurt. Y sí, la literatura y el cine a veces dialogan y entonces producen belleza. Eunice Michel
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No he visto la película, pero le echaré un ojo. Sí leí el libro el año pasado y me pareció haber estado leyendo algo realmente algo importante, temas que aún resuenan como la diversidad sexual y la rebeldía.
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