Inés M. Michel*
Me gusta la ciudad que sigue creciendo hacia todos los puntos cardinales. Una ciudad que siempre tiene calles en reparación y en la que los desarrollos verticales se multiplican. Recorres sus avenidas y su periférico, el final no llega, más edificios, casas, lotes, carros y construcciones que se interponen en el horizonte.
Crecí en ese monstruo que lo concentra todo, lo mejor y lo peor de las personas, competitividad, desarrollo, sueños enormes, problemas de megalópolis, actividad permanente, tráfico por doquier, espacios culturales abarrotados.
De donde soy originaria la calma es el modus vivendi, ir a casa para comer, negocios cerrados de 2 a 4 pm, vueltas a la izquierda con diez carros formados, semáforos que duran seis segundos…
La calma es también parte del actuar político, de la conciencia social, de la tolerancia a la frustración. Hay quienes salen de la norma, por convicción viven oponiéndose a su medio o deciden salir y dejarse engullir por la monstruosa Ciudad de México, o por otra del extranjero.
México es la ciudad donde la intolerancia se manifiesta a la primera milésima que no has pisado el acelerador una vez que el semáforo ha cambiado a verde, y de ahí hasta la movilización ciudadana que no tolera las injusticias y que no calla nunca ni deja de presionar, ya sea por los 43, ya sea por el amparo a Diego Cruz.
Muchas cosas no se toleran aquí y otras tantas se entienden mejor que en muchos lugares, me refiero a todo lo referente a la diversidad sexual.
El ritmo frenético enloquece a cualquiera, pero mueve y anima, te obliga a no ser conformista, a empujarte y pensar distinto, te obliga a pensar en grande. Así lo veo a unas semanas de estar aquí, después de años, muchos años de ausencia.
Me gusta ser parte del monstruo al que no paran de salirle nuevas cabezas.
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Óleo aéreo para la Ciudad de México. Tomado de: alef.mx |
*La Otra I
Ciudad de México, abril de 2017.
[atea, vegana, feminista,
lectora irredenta,
a la espera del apocalipsis zombi
que dará sentido a mi existencia]
2 comentarios sobre “Siendo parte del monstruo”