Érase una vez en América (Once Upon a Time in America) en tres tiempos: infancia, juventud y vejez
(Primera aproximación)
J. Ignacio Mancilla
.
A la memoria de Simón Mancilla Torres (1942-2013),
mi querido hermano, quien fue médico internista.
.
El cine de Sergio Leone y su juego temporal
Érase una vez en América (Once Upon a Time in America, Sergio Leone, 1984) es, quizás, la mejor película de Sergio Leone (1929-1989). Es todo un prodigio de narración en el que se condensa, en la pantalla grande, para bien y para mal, la historia moderna de los Estados Unidos; ello a través de las peripecias vitales y mortales de sus personajes (“Noodles”, “Max”, “Patsy”, “Cockeye”, “Fat Moe” y “Dominic”): una banda de pequeños delincuentes que crecen y mueren transgrediendo la Ley (cualquier semejanza con la realidad es mera coincidencia).
Su estructura narrativa es sumamente compleja, de ahí que nos hayamos decidido, para reflexionarla y analizarla, hacerlo en tres tiempos (con sus respectivos entrecruzamientos), que son, finalmente, los de toda vida humana.
Antes de entrar de lleno en el filme, quiero hacer algunas consideraciones generales, a la par que pondero cosas técnicas que es indispensable que se conozcan, dado que estamos ante una obra de hace 36 años.

El guion se basó en una novela de Harry Grey, The Hoods, que se tradujo al español con el título “¡Gangsters!” en 1953; hoy prácticamente inencontrable. ¡Lamentablemente!
El reparto es de primera línea; empezando por la excelente actuación de Robert De Niro (“Noodles”) y seguida por James Wood como “Max”. Mucho habrá que analizar sobre la relación entre ellos, tensa y dramática y que atraviesa todo el tiempo de la narración cinematográfica y que alcanza su cúspide en el más que formidable final climático de la película.
Y, ¿qué decir de Elizabeth MacGovern?, “Deborah”, de la que está enamorada “Noodles”, pero que, como todo amor imposible, termina “desechando” a “Noodles” y opta por “Max”, esculpiendo de ese modo, momentáneamente, en “mal personaje” la buena artista que ella fue y que la encumbró a costa de su gran amor en tanto no realizable: el de “Noodles”.
¿Se trata, forzosamente, del destino de todo gran amor?
Todos los demás actores también son excelsos en sus respectivos papeles: James Hayden (“Patsy”), William Fosrsithe (“”Cockeye”), Larry Rapp (“Fat Moe”) y Noah Moazezi (“Dominic”); y no menos formidables: Tuesday Weld (“Carol”), Joe Pesci (“Frankie”), James Russo (“Bugsy”), Danny Aiello (“Vincent Aiello”), Treat Williams (“James”) y Burt Young (“Joe”). La película resiste un análisis desde cada uno de los personajes; unos más protagónicos que otros, por supuesto.
Algunos incluso ya murieron. Vaya pues esta reflexión también como un homenaje a ellos que ya no están entre nosotros.
Por muchas razones que por ahora no detallaré, la película no fue exitosa y apenas sí recuperó poco más de 5 millones de dólares, cuando su costo de producción fue de 30 millones de dólares. Cosas de la historia del cine.
Sin embargo, hoy es considerada como una de las más grandes películas de la historia del cine. Paradojas de la historia. Mejor dicho, parajodas de la historia. Suele ocurrir.
Bien, vayamos a su:
Primer tiempo, la infancia
Su inicio ya es problemático desde la perspectiva de la narración, pues comienza, la película (para nosotros como espectadores), más o menos a la mitad de la historia; cuando “Noodles”, drogado por su dolor ante la muerte de sus amigos, grita el nombre de “Deborah”; a partir de ahí, la historia se nos cuenta en un trepidante ir y venir de retrocesos permanentes (Flashback, es el término técnico del cine) con los que se nos cuenta, en primer lugar, la historia de esta singular banda criminal. Y, en segundo, con ella, el acontecer moderno de los Estados Unidos; entreveradas todo el tiempo, hasta el final, de forma por demás genial. Llevadas todo el tiempo por el genio cinematográfico de Leone.
Ya lo veremos. La película todo el tiempo nos es narrada entre lo personal y subjetivo y también, por supuesto, entre lo social y objetivo.
Pero contemos, de entrada, la “infancia” de esta banda.

En este periodo el corte –para mí– es el asesinato de “Dominic” por parte de “Bugsy”; hasta ahí, todo sucede dentro de la lógica infantil (no por ello menos dramática), todavía: tan es así que nos llama la atención lo que “Dominic” le dice a “Noodles” en el momento de su asesinato: “me resbalé”, cuando en realidad, por lo menos es lo que vemos los espectadores, cayó por el balazo que le dio “Bugsy”, con toda la intención de no perder su poder hegemónico como líder y controlador de los crímenes de la plaza.
Y “Noodles”, fuera de sí –ante tal acontecimiento– mata a Bugsy, ante el claro miedo de sus compañeros que se delatan, todavía, como niños todos; además, asesina incluso a un policía. Lo que lo llevará al encierro y a un desencuentro más, entre tantos otros que vendrán, con Deborah. No obstante que los dos se quieren profundamente, pero…
Ahí se acaba la infancia de todos y comienzan las “turbelencias” de la banda, ya como adultos, en el mundo del crimen y también de la política; defendiendo, para ello, a un líder sindical y la huelga que sostienen contra los obreros rompehuelgas amparados por la policía y su comandante (en una formidable actuación de Danny Aiello).
¿Cosas que solamente ocurren en la ficción y no en la realidad?
¡Ay!, en medio de la crisis actual por el Covid-19, la gandallez de la patronal ha salido a relucir; además de otras cuestiones que ya analizaremos en este espacio tan querido para mí.
Pero avancemos, un poco más, en la película y en la reflexión que venimos haciendo.
Segundo tiempo, la juventud
Conforme se deja la infancia, la vida (también en el cine) se va haciendo cada vez más compleja; lo mismo pasa con la banda que lidera “Noodles”, cuyo “rito” de paso es su encarcelamiento por matar a “Bugsy”, el asesino de “Dominic”; como ya se dijo.
Y a su regreso al grupo, ahora liderado por “Max”, ha sido muy exitoso y va, como el crecimiento de Estados Unidos, viento en popa. Tal y como nos lo dice su himno:
“Amanece:/ ¿no veis, a la luz de la aurora,/
lo que tanto aclamamos la noche al caer?” (“Oh, say can you see by the dawn’s early light/ What so proudly we hailed at the twilight’s last gleaming?”).

Es a esa nueva lógica, donde lo criminal se colude con la política y lo social todo (¿al igual que ahora o, acaso no ha sido así todos los tiempos?), es a la que “Noodles” tiene que adaptarse y compartir, de manera sumamente contradictoria, el liderazgo de la banda; estando de por medio, todo el tiempo, un extraño amor/odio hacia Max, que cerrará de forma magistral la película.
Pero los tiempos y las nuevas circunstancias así se lo exigen.
Esta es la consolidación de su historia como banda delictiva, que se inserta del todo bien en la funcionalidad social de los Estados Unidos de este entonces.
En fin, hagamos, pues, una especie de cierre, meditando la última temporalidad del filme en este primer acercamiento; pues haré uno más detallado, siguiendo con más detalle cada uno de los tres tiempos aquí expuestos de manera muy general.
Tercer tiempo, la vejez
La perspectiva de la vejez nos es magistralmente mostrada (narrada) a partir del regreso de “Noodles”, cosa que vemos, estamos en el cine –y disculpen la redundancia visualmente–; miramos, pues, el lugar desde el que partió, pero modificado radicalmente; lo abarcamos todo con el apoyo sonoro mediante el fondo de una canción de The Beatles: “Yesterday”, con lo que se nos dice todo.
A partir de aquí vamos a entender muchas cosas; al igual que “Noodles”.
Esta parte, por tanto, será (en su momento) la más prolija de nuestro análisis, pues a partir de ella pretendo dar cuenta, siempre desde mi lectura, de la excelente narrativa cinematográfica que plasma Sergio Leone en esta más que formidable película, que junto con El Bueno, El Malo y El Feo (1966) y Érase una vez en el Oeste (1968) son sus más grandes películas.

Comencemos, pues, en esta muy apretada síntesis, con esta la última parte de nuestro análisis.
“Noodles” regresa para contestarse un enigma: ¿qué pasó con el dinero que la banda había acumulado a lo largo de años y fechorías?
Y… la respuesta va a ser muy sencilla y compleja; y nos va a resignificar toda la narrativa cinematográfica que se despliega ante nuestros ojos.
Max, su amigo/rival, se quedó con todo el dinero y más todavía; también se “quedó” con la novia de “Noodles”; cosa que al final descubrirá “Noodles”.
No obstante ello no querrá “vengarse” de Max, a pesar de que éste le ofrece esa posibilidad, pues para eso lo había contratado, sin que “Noodles» supiera –al principio– de qué se trataba su contrato y quién lo había “enganchado”.
Pero regreso a todo el asunto de la vejez; de “Noodles”, de la banda toda y de los Estados Unidos, para lo que daré un seguimiento más puntual, en este momento, de una escena del filme.
Hay un punto de quiebre de toda la historia y que nos es contada magistralmente por Sergio Leone; ya he insistido bastante en esto de la genialidad narrativa de Leone.
Cuando “Noodles” decide denunciar al atraco que la banda va a hacer, para que así los atrapen y los metan a la cárcel; única manera de salvarlos, a Max particularmente; pero Max ya se le ha adelantado –esto lo sabemos hasta el final– y, siniestro que es, ha negociado otra cosa, malvada, sí, pero más provechosa para él y sus ambiciones: hacerse pasar por muerto, para quedarse con todo, el dinero de la banda y la novia de “Noodles”. Y poder subir en el escalafón criminal y político.
De ahí la extrañeza del Gordo Moe, pues él todo el tiempo pensó que “Noodles” había tomado el dinero y “Noodles” llegó a pensar que fue el Gordo Moe el que se había quedado con todo, en tanto custodio de la llave; hasta que en su regreso se percata de la precariedad de Moe. Cuestión que agudiza el misterio y el drama del filme, del que quiere saber su respuesta.
Y el enigma sigue.
Pero es necesario regresar a la película, para así poder entender mejor no solamente esta parte del filme, sino toda su trama.
Como el enigma no se ha despejado, “Noodles” decide ir al fiesta que ha sido invitado; ello a pesar de las advertencias de Deborah.

Esta escena es genial, de modo que la cuento de manera muy rápida.
Noodles visita a Deborah en su camerino, después de una formidable representación de Cleopatra, para preguntarle si ella sabe por qué ha sido invitado a la fiesta del Ministro de Comercio, altamente cuestionado, y ella le dice que no sabe.
Y cuando Noodles pretende salir por una puerta, ella le dice que no, que salga por otra y que se quede con los recuerdos, pero Noodeles insiste, él quiere saber, y es cuando ella empieza a “actuar” muy mal y le insiste a Noodles que no salga por ahí, a lo que éste le responde: ¿temes que me convierta en una estatua de sal?
Y al salir “Noodles” por el lugar no indicado, ve a Max redivivo, es decir, al hijo de Max con Deborah.
En este momento todo empieza a aclararse y a cobrar sentido.
“Noodles” no desiste de ir a la fiesta; ahí se encuentra con Max –en privado, pues Max todo lo tenía calculado– y éste le ofrece que lo mate, le dice que solamente de él aceptaría su muerte, y se la ofrece –su muerte– como una forma de venganza porque él, Max, así le dice, le quitó todo. El dinero, su novia y su vida.
A lo que, de manera ética, “Noodles” le cuenta la forma en cómo él vivió todo. De cómo su amigo (Max) murió al haber sido denunciado por él (Noodles) y de que ellos, su banda, había cosas que no aceptaban; como el contrato que ahora Max le ofrece. Esta confrontación eleva el clímax del final, pues es una confrontación no solamente de imágenes sino de discursos radicalmente distintos y de posturas ante la amistad.
“Noodles” se sale sin aceptar el trato que le ofreció Max; y, después, vemos cómo, tras momentos de anonadamiento, por la respuesta de “Noodles”, Max sale de su mansión y termina arrojándose al camión de la basura, en tanto desecho humano, metafóricamente hablando (¿y realmente también?).
La película cierra con el acercamiento de un coche en el que vienen unos jóvenes tomados, cantando el himno de los Estados Unidos. ¡Vaya final!
Con esto se concluye una película magistral, con una escena que resignifica la historia toda que Sergio Leone nos ha contado acerca de una singular banda y que tiene que ver, también, con toda la historia moderna de los Estados Unidos.
(Esta reflexión continuará)
Nota: La última relación que tuve con mi hermano Simón fue haberle regalado esta magistral película de Sergio Leone; de modo que la presente reflexión es, en cierta medida, la prolongación de un diálogo trunco, que no se dio por la irrupción de la muerte, con la que quedaron muchas cosas pendientes entre él y yo; de modo que, ahora me doy cuenta al terminar mi reflexión y esta nota, el porqué de la dificultad y las razones de haber durado tanto en escribir –poco más de tres años– este texto que anhelé por tanto tiempo (y que todavía no concluyo).
J. Ignacio Mancilla.
FB: Juan Ignacio Mancilla Torres
T: @CuerdasIgneas / FB: Cuerdas Ígneas
cuerdasigneas@gmail.com
Gracias por compartir tantas emociones… Es una invitación muy atractiva a ver la película: » Erase una vez en América», de Sergio Leone. Me llamó la atención de entrada, cómo las pasiones humanas, en historias individuales, también son parte de historias objetivas y de políticas públicas… Espero encontrar la película.
Me gustaMe gusta
Muchas gracias Isabel, seguro que la película te gustará mucho. Pienso que no te va a ser difícil conseguirla. Saludos cariñosos.
Me gustaMe gusta