Inés M. Michel
En mi mundo ideal viviría en un espacio donde haya una habitación independiente para cada una de las actividades que realizo: descanso, trabajo, entretenimiento, ejercicio, relajación. Necesitaría una casa con por lo menos 5 habitaciones, para poder mantener separados cada uno de los aspectos de mi vida, y así contar con un sitio para poder ver cine en casa, con su propia pantalla y proyector; un estudio para leer y escribir; la recámara sin ningún tipo de aparato electrónico cerca; un pequeño gimnasio donde poder tomar clases en línea de pilates; y un jardín o espacio verde para simplemente sentarme a tomar el sol, pensar y relajarme.
Durante la pandemia se ha acentuado esta reflexión, al pasar tanto tiempo en casa y tener que adaptar nuestros espacios a múltiples funciones. Hay momentos que la mesa del comedor es sala de juntas, la cama se convierte en sofá de lectura, el estudio por el día es oficina y por la noche una pequeña salita de entretenimiento. Y cuánta falta hace un espacio abierto, un balcón, un jardín amplio, o una vista a la ciudad que dejamos atrás.

Con las ciudades superpobladas hemos visto cada vez más reducidos nuestros espacios de vivienda. Habitar una casa amplia es para la mayoría de las personas inalcanzable. Nos hemos acostumbrado a apretujarnos en minúsculos departamentos de interés social y en otros casos en espacios que rara vez superan los 60 metros cuadrados, con una o dos habitaciones y techos bajos. En particular, vivir en Ciudad de México, una de las ciudades más caras del mundo (ocupa el puesto 23), es todo un reto si de encontrar una vivienda acorde a tus necesidades y expectativas se trata. La experiencia suele ser difícil, sobre todo si no cuentas con un amplio margen presupuestal para rentar o comprar. Aparte de los engorrosos trámites que te exigen las inmobiliarias, los costos de obtener un espacio propio son muy elevados.
En este contexto, surge nuevamente la pregunta por la habitación propia, de la que hablaba Virginia Woolf desde 1929. ¿Cómo encontrar y mantener mi propio espacio para escribir, para pensar y para trabajar en un momento de precariedad laboral y encierro obligatorio? Durante el año que ha durado la pandemia me la he pasado intercalando mi estadía entre mi departamento en CdMx, un espacio de 60 metros cuadrados, una habitación y un estudio, y la casa de mi mamá en Guadalajara, mucho más amplia y también mucho mejor iluminada, con 4 habitaciones, un estudio y un jardincito, donde usualmente convivimos 5 personas. Cada espacio es muy distinto y tiene sus pros y sus contras, si de encontrar y mantener esa habitación propia que les describo arriba se trata.

Y es que no es solo poder tener ese espacio personal tan anhelado, sino también se trata de construirlo junto a una realidad donde una misma se afinca en un sitio independiente, propio y tranquilo. Todas estas características, creo, no solo pueden buscarse en el exterior, hay que crearlas en el interior. Leía, a propósito de un texto que estamos trabajando en un círculo de estudio feminista, que la habitación propia no solo describe la materialidad de un espacio físico, ya que el cuarto propio más importante es de orden psicológico.[1]
Estoy de acuerdo plenamente con ese planteamiento. La autonomía y la capacidad de decisión acerca de nuestro trabajo, así como la disciplina y la constancia en torno a la escritura constituyen una labor permanente donde nos tenemos que poner a prueba a nosotras mismas. Sea cual sea la dinámica que estamos atravesando, escribir es un acto de resistencia y de perseverancia. Ya sea dentro de un departamento con escasa luz natural, o en la casa materna con poco silencio durante el día y mucho desorden perruno, decidir escribir es enfrentarse a la hoja en blanco, a las distracciones cotidianas, a la falta de motivaciones, al hastío.

¿Veremos de manera diferente nuestros espacios personales una vez pasada la pandemia? ¿Tendremos la posibilidad de aspirar a vivir en sitios más amplios, más verdes y distintos a lo que tenemos hoy?
Quizá el futuro anhelado no esté en las megalópolis, sino en el campo abierto, en escribir sobre la hierba, con el transcurrir tranquilo que brinda otra óptica del tiempo mismo. Mientras definimos eso, les deseo que la habitación propia se construya conforme a lo que deseamos y sea parte de nuestra realidad, mente y sueños, sin importar que no esté dentro del mundo utópico.
Inés M. Michel.
T: @inesmmichel / I: @inmichel
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[1] <<Basta ser mujer para cáerseme las alas>>: Teresa de Jesús y el feminismo, ensayo de Asunción Bernárdez-Rodal, compilado en el libro Santa Teresa o la llama permanente (CEEH, 2017).
Imagen de portada: Fragmento de la portada de Una habitación propia, Virginia Woolf.