2021, el tiempo que ya fue y 2022, el tiempo que llegará a ser
J. Ignacio Mancilla
“The time is out of joint” (El tiempo está desquiciado).
Hamlet, de William Shakespeare.
Qué se va del 2021 y qué se queda.
Qué viene del 2022 para quedarse y qué para irse.
Todavía no lo sabemos, pero lo… ¿sabremos?
El arte del tiempo como fuga consiste, precisamente, en su poder pasar sin quedarse, pero dejar, todo el tiempo, vestigios de… tiempo.
Y es a partir de esos restos que distinguimos, no sin dificultades, entre el pasado, el presente y el futuro.
En fin, diferenciamos el tiempo.
Y… ¿qué tanto nos diferenciamos, nosotros los humanos, del tiempo?

Voy a elucubrar, con mucha pena y poca gloria (estoy seguro), sobre dos pequeños pasajes que me he encontrado en un diálogo que nombrarlo filosófico es más que una redundancia; me refiero a la Conversación a propósito de las artes (subtítulo) publicada por Ediciones Akal (Madrid, 2020) bajo el título Señales sensibles.
El diálogo lo sostuvieron Jean-Luc Nancy y Jérôme Lèbre: la publicación original en francés es de 2017, bajo el sello de Bayard Editions.
Los dialogantes hacen un repaso por demás lúcido de “la situación del arte en la actualidad”, como bien se dice en la cuarta de forros; abarcando muchos aspectos que sería imposible tratar de recoger en esta pequeña elucubración sobre el tiempo con la que las y los invito, amables lectores, a sumergirse en la sensibilidad de señales que nos prodigan los dialogantes sobre las artes y el tiempo actual; el tiempo nuestro.
Antes de presentarles mis cavilaciones, indicaré la estructura del libro; para señalar, así, los pasajes en los que mis meditaciones se basan.

El texto está compuesto de cinco conversaciones:
La primera lleva el título de Los retratos de Jean-Luc Nancy; la segunda Exposición – el arte, el cuerpo, la comunidad, el mundo; la tercera El arte dentro y fuera de la historia; la cuarta Las artes en pedazos y la quinta, la Conclusión, Arte y finitud.
Es en la tercera parte donde vienen dos pasajes que, de manera explícita, abordan el problema del tiempo, relacionados por supuesto con las artes y con… la vida.
Llegándose a afirmar, no sin razón, que el arte es vida; más estrictamente que “el arte quizá sea el nombre de la vida” (p. 85).
En tanto ésta, la vida, “hace algo más que referirse a sí misma, que autoafectarse, porque la autoafección se revela en ella como la alteración en que debe consistir (sin la que ni siquiera habría afección)” (Ídem).
El diálogo es sumamente reflexivo, filosófico pues.

Los dos son filósofos, franceses para más señas; uno, Jean-Luc Nancy, recientemente fallecido; el otro, es director de programa del Collège international de philosophie (Colegio Internacional de Filosofía) y autor de varias obras.
Pero retomo la cuestión del tiempo en los dos pasajes mencionados.
Lo hago en el contexto del ya año viejo (2021), segundo año pandémico y el próximo año nuevo (2022) en el que, al parecer, todavía seguiremos lidiando con el SarsCov2; es decir, con la Covid-19, como resultado de la variante del virus llamada ómicron. Para mal y para bien.
Por lo que, este escrito también es un texto de balance y ajuste conceptual respecto al año que ya se fue y nos deja algo del orden de lo siniestro; pero de igual manera, es un anuncio de lo que, posiblemente, nos depare el año nuevo, que no parece nada esperanzador si, para jugar con el título del libro, somos sensibles a las señales del mundo.
Ya no solamente en términos víricos, sino sociales, sobre todo.
Y es que el modelo civilizatorio ya dio de sí, desde la perspectiva que se le vea: económica, social (como ya se dijo), económica, ecológica, de sustentabilidad de la vida toda; no solamente humana, más un acumulado no pequeño de etcéteras.
Así las cosas, con el año que termina y también con el que inicia.

Pero, para no quedarme en la mera negatividad, es que intento cavilar sobre cómo conceptúan el tiempo desde el lado de las artes y de la vida Nancy y Lèbre.
Sí, para así rencontrarme, con lo que Nancy y Lèbre descubren en su diálogo, con una noción del tiempo que nos obliga a pensar de otra manera las artes y la vida; más allá del nihilismo hegemónico de nuestros días.
Y saber que lo que se alienta, en dicho descubrimiento, no solamente es el agotamiento sino también la posibilidad de renacimiento. Siempre, de la vida misma, en tanto la vida y el tiempo son eso: un permanente recrearse, a sí mismos, más allá de sí mismos.
Bien, habiendo puesto todo de mi parte, ahora voy a los dos textos, para cerrar con una especie de comentario final, con el que no quiero cerrar el texto, mi escrito, sino más bien abrirlo a las condiciones cambiantes de las artes, la vida y el tiempo.
Cuestión que da pie, siempre, a la presencia e idea de la muerte.
¿Podía ser de otra manera?

Van pues.
Como ya dije, los dos textos aparecen en la tercera conversación (El arte dentro y fuera de la historia).
El primero es parte de la respuesta que Nancy elabora a una pregunta de la primera intervención (de tres) de Lèbre en este apartado; dice así:
“[…] ¿Podría decirnos cuáles son a su juicio las otras situaciones históricas que emiten un mayor número de señales sensibles, los encadenamientos o las discontinuidades que resultan más elocuentes o emotivos?” (p. 82).
Por supuesto que la respuesta de Nancy es muy elaborada y compleja (lo mismo vale para las intervenciones de Lèbre); no puedo reproducirla toda, me restrinjo a destacar lo que tiene que ver con la cuestión del tiempo.
Nancy responde:
“[…] estamos ante la distancia necesaria para constituir el ensamblaje. Esa distancia en el tiempo constituye el tiempo mismo, es decir, la hendidura del ser por la que sencillamente es; dicho de otra forma, acontece, sucede o sobreviene, según veamos que tal cosa discurre por debajo o por encima, nunca en una pura y simple presencia. El arte tal vez sea el nombre más remarcable de ese paso que sucede y sobreviene: lo marca e incluso lo realiza, lo impulsa, lo escande, lo acelera o lo ralentiza, lo despliega o lo precipita de la manera más apremiante, precisamente porque porta en su seno esas hendiduras, esas flexiones, esas oleadas de la llegada incesante de las formas y de sus fuerzas” (p. 85).

El segundo se enuncia como respuesta a dos preguntas con la que se cierra la tercera intervención (de tres) de Jérôme Lèbre, que dicen así:
“[…] ¿cómo equilibrar en el arte contemporáneo la resonancia del pasado y los efectos de ruptura? ¿Acaso el arte, con cada una de sus rupturas, alcanza a presentar el pasado de una manera realmente nueva?” (p. 94).
Nancy afirma, con Nietzsche, que:
“<<Los seres humanos tenemos el arte para que la verdad no nos haga caer>>: debemos entender bien esta conocida frase de Nietzsche. Lo que aquí importa es el sujeto, <<los seres humanos>>. <<Los seres humanos>> somos aquellos seres cuyo ser nos expone a la verdad. Al estar expuestos de esta forma, descubrimos el abismo. Descubrimos al mismo tiempo el abismo y el hecho de hallarnos en el borde. Un paso más y caemos; un paso menos y volvemos a convertirnos en animales estúpidos y obtusos (esta vez cito a Rousseau) […] Caer en el abismo equivale a caer en esa profusión como si cayéramos en el vacío. El arte nos sostiene, nos sirve de barandilla mínima, de cortafuegos o de antepecho que nos protege y nos permite mantenernos al borde de ese vacío desbordante.
“A eso se le da el nombre de <<pasado>> y de <<pasar>>. Pasado jamás acontecido, jamás perdido, siempre por venir, siempre hurtado. El arte no se ofrece como una ilusión que se haría pasar por la verdad: es dicha verdad, y en calidad de tal nos sostiene […] El arte es siempre el vestigio del arte, su propia ruina” (pp. 96-97).
He aquí pues, que el arte, como la vida, está hecho de tiempo, es tiempo… con todos los vaivenes que ello significa.
Es por ello por lo que, así transcurren las cosas, la vida, el arte y…
La muerte también, por contradictorio que nos parezca.
De modo que: ¡Ha muerto el año viejo! ¡Viva el año nuevo!
¡Salud!
Y que la vida siga, no sin la muerte; aunque no nos guste.
Pero… ¡qué le vamos a hacer!
J. Ignacio Mancilla.
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 31 de diciembre de 2021 y 1 de enero de 2022.
Imagen de portada: Aron Visuals / Unsplash.
Arte, vida y muerte.
¿El artista el único capaz de atravesar el umbral y dejar de ser, para ser medio de algo más grande que él?
¿O el arte cómo la unica y más digna manera de existir?
¿Simples características de un organismo con fecha de caducidad?
La elevación de las capacidades artísticas cubre la animalidad otorgando al usuario la capacidad de ser un Dios… Mientras está creando.
Cargo oneroso es la vida, lejitimar la existencia la misión unica.
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Gracias por el comentario, que habrá que mditar sobre lo que dices; mientras tanto feliz 2022 para ti y toda tu familia, Saludos.
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