J. Ignacio Mancilla
Para Martha Inés, por su cumpleaños.
“Existir es ser percibido. Así, conocerse
a uno mismo, sólo es posible a
través de los ojos del otro”.
Cloud atlas: Tom Tykwer, Lilly y Lana Wachowski, 2012.
Las sagradas escrituras son un manantial muy profundo de sabiduría, no solamente intelectual sino, sobre todo, emocional; espiritual, pues, en el sentido más amplio de la palabra.
Mucho nos enseñan sobre la vida en su dimensión más existencial, cotidiana y concreta.
Versículo por versículo y párrafo por párrafo nos aportan, siempre, algo del orden de la ética como el corazón de la vida humana toda.
No hay, en ese sentido, en los textos sagrados, en particular en los del viejo testamento, pero también en los del nuevo, nada que no sea una lección que, para aplicarla y aprenderla, antes hay que meditarla muy bien. Lo más exhaustivamente que podamos.
Este es el sentido de la textualidad sagrada.
Hoy quiero tomar un versículo del Deuteronomio; 10: 16, que conviene contextuar, diciendo que se trata de Las tablas de la Ley.
Dicho versículo dice, textualmente, así:
“Circuncidad, pues, vuestros corazones y no endurezcáis más vuestra cerviz” (Sagrada biblia, BAC, Madrid, 1981; traducción directa de las lenguas originales, Eloíno Nacar Fuster y Alberto Colunga Cueto).

¿Qué es lo que pone en juego este breve, pero elocuente texto?
Mucho, por supuesto.
¿Qué tipo de humanos seríamos si no estuviéramos dispuestos a no perder, cortándolo, un pedazo de nuestro corazón?
¿Cómo dejaríamos de ser mujeres u hombres necios, si no fuéramos capaces de abandonar el endurecimiento de nuestra razón o entendimiento?
¿Seríamos capaces de darle lugar a la ternura y al amor hacia las y los otros, si no estuviéramos dispuestos a perder algo de nuestro sí y de nuestro ser y corazón? ¿y también algo de nuestra incomprensión?
Pero regresemos a nuestro texto sagrado.
La primera parte es bastante clara; es un imperativo que dice:
¡Cortad vuestros corazones!

La segunda parte también es un mandato, que nos advierte sobre no ser duros de la cabeza. (¡Ay!, algo tan común en nuestros días).
Las dos condiciones son necesarias para poder advenir humanos, nunca sin los otros; este es el sentido.
Y para poder acceder a la otra o al otro, primero tenemos que arrancarnos un pedazo de nuestro corazón y abandonar también nuestra necedad, tan cotidiana, por lo demás.
Solamente a partir de ahí, el lazo con las y los otros será del orden del amor humano, pero tocando lo divino. Yendo así más allá del mero ser mortales.
Es decir, solamente bajo estas dos condiciones podemos mutar nuestra vulnerabilidad y finitud por algo del orden de lo inmortal o infinito (lo divino y lo sagrado, pues).
Leído de esta forma, el versículo aquí comentado adquiere toda su fuerza, valor y sabiduría.
Entonces nos hará pleno sentido:
“Circuncidad, pues, vuestros corazones y no endurezcáis más vuestra cerviz”.

Hoy, 21 de enero de 2022, en uno más de tus cumpleaños, he querido regalarte esta, mi cavilación sobre el versículo 10: 16 del Deuteronomio que, dicen los que saben, es el último libro del Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) que conforman la Torá, como el libro donde se aglutina la enseñanza y la doctrina judía sobre la ley y la identidad de tan singular pueblo.
Y que, como tal, nos ha sido legado a toda la humanidad.
¡Sí, a todas y todos!
Es poco lo que he podido aportar, cierto, pero no cabe duda de que lo he hecho a corazón abierto, como un regalo especial para uno más -y espero que sean muchos todavía- de tus cumpleaños.
Con la esperanza de que, si leemos bien este versículo -y en un momento todas las sagradas escrituras-, juntos, podamos ser mejores en el sentido ético y humanos de la palabra.
Mejores para con los otros y superiores para nosotros mismos, sobre todo en la medida en que somos preferibles para los otros.
Lograr esto puede parecer mínimo, pero realmente es mucho si nos percatamos de que nosotros mismos necesitamos a los otros, para así vencer nuestra propia fragilidad y vulnerabilidad y mezquindad.
Será de este modo como mejor superemos nuestra humanidad.
Y, así, haremos nuestras vidas más soportables y llevaderas.
Bien, pues ¡feliz cumpleaños!
Que lo que te resta de vida -y espero que todavía mucha- seas, no pocas veces, feliz y dichosa.
Sí que (te) lo mereces.
J. Ignacio Mancilla.
Guadalajara Jalisco, colonia Morelos, a 21 de enero de 2022.
Imagen de portada: ‘Mi corazón’, EmmanuelTB | c.mi.com
Qué hermoso y amoroso texto…
Gracias por compartir…
Espero que estés muy bien.
Isabel
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Muchas gracias Isabel, saludos cariñosos.
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