Finalmente se va acabando 2022, un año que en lo particular transcurrió de manera desigual para mí, entre diferentes planes cortados y algunas cuestiones resueltas a medias que se detuvieron durante la pandemia. El planeta parece haber retomado su ritmo usual, dejando atrás millones de cubrebocas en el los vertederos y, desde mi punto de vista, habiendo aprendido muy poco del confinamiento.
La Covid-19 continúa, con diversas variantes y síntomas, pero el mundo ha pisado nuevamente el acelerador, intentando minimizar las pérdidas económicas y recuperar un ritmo de producción que forma parte indispensable del ciclo de consumismo en el que nos encontramos metidas.
¿Qué sigue el próximo año?
En lo personal tengo pendientes literarios merodeando, y me gustaría que se completaran. Estoy también a la espera de la definición de un plan familiar en cuanto a nuestro próximo hogar. Un viaje largamente esperado sigue pendiente y la definición sobre algunas cuestiones relacionadas con planes de publicación.

¿A dónde me llevarán mis letras el próximo año?
Me siento ante un futuro incierto y ansiosa por escribir más y publicar más. Veo con temor que la especie humana aprende poco y destruye mucho, que hacer comunidad es todo un reto de cara a lo que viene para el mundo y que no es nada fácil mantener vínculos sanos con las personas que nos rodean.
En un futuro ideal, viviría en un sitio donde pudiera cultivar mis propios alimentos, haciendo comunidad con personas afines que compartan el sueño de una realidad posible donde recuperemos una forma de vida sustentable, apoyándonos para hacerlo viable en algún terreno compartido.
¿Habrá suficiente tiempo para llegar tan lejos?
Por ahora quedan diversas preguntas flotando y, sobre todo, mucho trabajo personal por hacer. Este cierre personal escritural es un poco para hacer cuentas de lo pendiente y para darnos ánimos entre lectoras y escritoras.
Deseo que su cierre de año pinte bien.
Inés M. Michel