Tenía tiempo queriendo escribir esta entrada con un tema que me asaltó cuando terminé de ver dos series que me gustan mucho: Desperate Housewives y Sex and the City. En estas ficciones hay dos escritoras que forman parte del grupo protagonista de amigas, Susan Mayer, ilustradora, escritora de cuentos infantiles y una de las cuatro amas de casa desesperadas que viven en Wisteria Lane, y Carrie Bradshaw, escritora de la columna semanal Sex in New York en el periódico The New York Star.
Ambos personajes viven una serie de peripecias tanto en lo personal como en lo profesional, pero hay algo que llama mi atención sobre las casas de Carrie y Susan. A ninguna de ellas la vemos leyendo. Hay uno o dos libros ocasionales que en algún momento se referencian a lo largo de la serie, pero la casa de Susan carece de algo que me parece fundamental cuando alguien se dedica a escribir, libreros que atesoren ejemplares de temas diversos. En cuanto al departamento de Carrie, tuve que revisitar Sex and the City para percatarme de que sí cuenta con un librero a la entrada, pero este no resulta un elemento importante a lo largo de la trama.

Este pequeño detalle me molestó bastante cuando caí en cuenta de él, probablemente porque me sentí agraviada, ya que justamente lo que me llevó a dedicarme a la escritura fue haber crecido en una casa llena de libros y hasta la fecha mis libros viajan conmigo en las mudanzas, ocupando un espacio importante en cada uno de los lugares que he habitado. Siempre hacen falta libreros para terminar de acomodar todos los ejemplares que se han ido acumulando a lo largo de los años.
Por esto, me resulta impensable que una escritora no cuente con libros en su casa, pues lectura y escritura son ámbitos que están íntimamente ligados. El ejercicio que es escribir se alimenta de leer continuamente y me parece difícil, por no decir imposible, que una persona dedicada al mundo de las letras, no tenga a la mano sus libros.
Esto me lleva a pensar que la labor de la escritura en algunas ficciones se utiliza más bien como un adorno, sin profundizar en lo que implica realmente el oficio de alguien que escribe. Y paralelo a este tema hay otro en el que no ahondaré, pues ya se ha abordado por múltiples artículos que han señalado lo improbable de que con el sueldo de una columna semanal sea suficiente para mantener el estilo de vida que muestra Carrie a lo largo de la serie.
En el caso de Susan, nunca la vemos trabajando en sus libros e ilustraciones. Nunca aparecen los materiales que utilizaría una ilustradora infantil, como pinceles, acuarelas… En fin, solo se nos dice que eso es a lo que se dedica, mas no se nos muestra el proceso que envuelve al dibujo y a la ilustración. Nuevamente, como en lo que concierne a la escritura, no conozco ningún dibujante que no tenga en su casa sus materiales de trabajo, que no se ensucie las manos y que no tenga por aquí y por allá sus bocetos.

Presentar la escritura o la ilustración como trabajos glamourosos, sin mayor esfuerzo ni contexto sobre lo que implican me parece un gran error. ¿Dónde están los dibujos de Susan? ¿Quiénes son las autoras en las que Carrie se inspira? ¿Por qué los libreros no son parte fundamental de las casas de estas escritoras?
Me niego a aceptar esa versión edulcorada de la vida de escritora y quisiera ver en las ficciones sobre mujeres mucho más sobre sus trabajos, su vida profesional y sus logros, no como un adorno o acompañamiento de la trama, sino como algo central de los personajes. Me pareció importante señalar esto, compartirlo. Y quisiera saber si ustedes ya habían notado esta falla en estas u otras series.