El azulejo del baño

En uno de mis cuentos inéditos hago una referencia que no pasará desapercibida para mis familiares. Hablo de La casa de las fresas y describo un loop idílico de infancia. Mi infancia transcurrió en un departamento de la colonia Villa del Puente, en la calle Fresales (Cdmx). Hasta la fecha, años ya de que ese departamento se vendió, sueño con ese lugar en el que fui creciendo, en donde viví hasta los 14, regresando en múltiples ocasiones a lo largo de mi adolescencia y juventud, hasta que no fue más propiedad de mi familia.

En cada uno de mis sueños, el departamento se mantiene intacto, recorro sus espacios y veo la alfombra café, las paredes blancas, la cocina con su piso amarillo y su barra desayunadora, el patiecito, sus ventanales que iluminaban toda la estancia y las habitaciones, los clósets que me parecían enormes, mi baño con su azulejo rosa… Pero, no solo es la evocación de lo físico, también de lo emocional. Me siento contenta, Cherry está viva y un día soleado transcurre con normalidad.

La casa de las fresas es ese espacio perdido que forma parte de mí, el hogar que se añora y que los sueños no dejan ir. ¡Benditos sean los sueños!

Mucho tiempo después, tras mi llegada a Ciudad de México, después de años de no vivir aquí, estuve buscando un departamento para vivir con Víctor y con frustración me enfrenté al terror de las rentas impagables, los requisitos kafkianos para acceder a un inmueble a través de las inmobiliarias y un sinfín de reveses más que nos hicieron ver nuestra suerte. Pero tal búsqueda nos llevó a donde actualmente vivimos, un lindo departamento en la colonia Roma, que además pudimos rentar a un precio accesible y con un muy buen trato por parte del dueño.

Casi 4 años después de vivir aquí, recibí la noticia de que el propietario tenía interés de venderlo a un precio que también nos resultó muy conveniente y fue así que nos dimos a la tarea de reunir el dinero para poder empezar a pagarlo, tarea en la cual me ayudaron mi familia y un gran amigo. Fueron meses de encontrar la manera de hacer posible el sueño para por fin adquirir nuestra casa; vendimos nuestra camioneta, echamos mano de ahorros y solicitamos dos créditos.

Después de un esfuerzo considerable, se logró reunir la mayor parte del dinero y acordar con el dueño un esquema de pago para el faltante. Muchos años después de la pérdida de La casa de las fresas, ya contamos con un espacio propio.

Algunas personas dicen que en la vida no hay coincidencias. Quizá tengan razón. El azulejo de mi baño en La casa de las fresas y en el nuevo departamento son iguales, mismo diseño y color. Un pedacito de ese corazón perdido encontró su camino de vuelta hacia mí.

Inés M. Michel

Ciudad de México, marzo, 2023.

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