Nietzsche, “el imprescindible”, en los Cuadernos negros de Martin Heidegger
“Pensar el ser, la voluntad de poder,
como eterno retorno, pensar el pensamiento
más grave de la filosofía, quiere decir
pensar el ser como tiempo. Nietzsche
pensó este pensamiento, pero no lo
pensó aún como la pregunta por ser y tiempo”.
Heidegger, Nietzsche.
Hasta el momento, van cuatro volúmenes de los famosos Cuadernos negros de Heidegger que se han publicado en español; el último editado desde el año 2022, pero que apenas me llegó, como regalo, pues la producción y distribución de libros fue seriamente afectada por la pandemia provocada por el SARS-COV2, el virus que vino a poner el mundo “patas arriba”.
Todavía más de lo que ya estaba.
Y Nietzsche ocupa un lugar muy especial en esos Cuadernos negros, de tal manera que es imposible dar cuenta, en este texto y en cualquier otro, de la enorme relevancia que ocupó el filósofo de los grandes bigotes en el pensar meditativo heideggeriano.
De modo que, sabedor de esa imposibilidad, lo que haré, en el presente escrito, es presentarles mi lectura de una de las meditaciones, ya casi al final del volumen, que demuestran y nos muestran, cómo el caminar pensante de Heidegger, no puede entenderse sin la incorporación y asimilación de la filosofía creada por el autor de Así habló Zaratustra. Un libro para todos y para nadie.
Bien, en las páginas 446 y 447 de la edición aquí comentada, que corresponden a las páginas 123-125 de los manuscritos, nos topamos con un texto de casi página y media; muy complejo y problemático, en más de un sentido de la expresión, que contiene muchas cuestiones (diferentes y relacionadas al mismo tiempo) que iré desglosando, paso a paso, en sus diferentes matices. Para después citar el texto completo (como anexo) y que la lectora o lector, puedan hacer su propia interpretación de lo que un servidor les presenta aquí, en Cuerdas Ígneas, como mi forma personal de invitarlos a leer los Cuadernos negros, pues son un pozo de sabiduría profunda que mucho nos atañe como habitantes de los tiempos modernos.
Cuestión esta última que nos exige, como en su momento le obligó a Heidegger, a confrontarnos con las cavilaciones nietzscheanas, en la medida en que éstas, apuntan a lo esencial de la modernidad y van más allá.

Por ello, no es casual la frecuente mención del autor de La ciencia jovial y lo implicado que se ve y se siente Heidegger con la filosofía nietzscheana en el caminar del sendero iniciado desde Ser y tiempo (1927): la diferencia entre ser y ente, que según el decir heideggeriano consistió, precisamente, en el olvido fundamental de la metafísica, desde su fundación misma hasta sus expresiones más acabadas, la nietzscheana es una de ellas, considerando incluso a Hegel y demás expresiones más modernas y actuales del filosofar contemporáneo.
Así lo hace en los cuatro volúmenes editados hasta ahora en español y particularmente en el reciente volumen que aquí comento, con mucho gusto, para Cuerdas Ígneas, pues, no se nos olvide, que queremos ser un lazo, candente si es posible —es nuestra aspiración—, entre su vida y el palpitar del mundo; de nuestro mundo. Esa fue nuestra pretensión hace 8 años y lo sigue siendo.
Pero iré al meollo de la cuestión.
El fragmento sobre el que aquí discurro comienza con el nombre propio de Nietzsche (destacado en cursivas) a manera de subtítulo; e inmediatamente después, el Maestro de Alemania (tomo el término de la excelente biografía de Rüdiger Safranski dedicada a Heidegger), de manera clara y contundente escribe, en esa especie de “diario filosófico” que llevó durante más de cuarenta años.
Heidegger comienza su meditación sobre Nietzsche de este modo:
“Todavía estamos muy lejos de experimentar lo pensado por él pensándolo desde el destino de la diferencia de ser”.
He aquí el primer punto, con el que arranca el autor de Ser y tiempo, no solamente para situarse él, sino para situarnos a todas y todos los pensadores modernos, colocando en un lugar muy destacado a Nietzsche, pues, repito e insisto en la afirmación de la cabaña de la Selva negra: “Todavía estamos muy lejos de experimentar lo pensado por él”; es decir por Nietzsche.
Heidegger da un paso más, llevando a una formulación más extrema, lo dicho en su entrada:
“Para eso hace falta que seamos capaces de pensar en lo que, en esto pensado, quedó olvidado por un designio de la historia de la diferencia de ser”.
Punto dos de nuestro asunto. Y ya no es solamente Nietzsche el implicado, sino el propio Heidegger, en tanto desde 1927, con la publicación de su obra señera de Ser y tiempo, se trazó y nos marcó el camino: al insistir en el olvido de la pregunta por el ser y, como consecuencia de ello, el abandono de la diferencia entre ser y ente.
Apenas estamos en el inicio del fragmento que me interesa dilucidar, para mí y para ustedes, amables lectoras y lectores.

Son varias cuestiones con los que Heidegger nos ofrece, de manera clara, el lugar que —piensa— ocupa Nietzsche en la historia del pensar; al tiempo que él mismo se ubica en dicha constelación, todo el tiempo desmarcándose de Nietzsche y otros pensadores, pero nunca sin dejar de darles su lugar (problemático, no pocas veces, ya lo veremos) en la propia historia de la filosofía.
Así lo hace, todo el tiempo, con Nietzsche.
Avanzo el tercer punto y otros dos más.
Escribe Heidegger:
“Nietzsche ya no pregunta en qué consiste la conexión esencial entre eterno retorno de lo igual y el hombre superior”.
¿Realmente Nietzsche no se pregunta eso?
¿No hay cierto sesgo en la forma en como Heidegger pondera el pensamiento nietzscheano?
A partir de aquí, el texto sobre el que medito se hace más denso y complejo, pues Heidegger lleva a Nietzsche a su arena y en todo momento lo analiza desde las coordenadas de su andar, para decirnos, de manera tajante, que Nietzsche es el último de los grandes metafísicos.
Es desde ahí, desde esa perspectiva heideggeriana, que el filosofar de Nietzsche es pensado y meditado.
Pero, para mostrarlo, vuelvo al parágrafo para avanzar otro punto.
Después de lo hasta aquí desarrollado, Heidegger escribe:
“Que ambos alberguen en sí el ser del ente en el sentido de la voluntad de poder todavía oscurece más esta conexión. Que Nietzsche se dejara preparada esta conexión como dos enseñanzas que se sustentan mutuamente solo muestra cómo se mueve en ellas y cómo trata de arreglárselas con lo que él tiene que pensar.”
¿Cómo se las “arregló” Nietzsche con eso que tenía que pensar?
¿Se las “arregló” bien?
¿Se las “arregló” mal?

He aquí, ya, el profundo sentido de la valoración que Heidegger hace de Nietzsche y que implica, nos implica, en la medida en que es un barómetro de hasta dónde vamos a seguir la lectura que Heidegger hizo de Nietzsche, en este párrafo y en general.
He avanzado otras dos cuestiones del fragmento que nos hemos planteado leer e interpretar, siempre, por supuesto, desde nuestra mirada; desde la forma en como un servidor entiende a Nietzsche y también a Heidegger.
Sigamos adelante. Avanzo otro punto:
“Pero esto no dice nada acerca de hasta qué punto la consistencia de la persistencia de la voluntad de la voluntad, en cuanto que esencia de la diferencia de ser, exige por sí misma la referencia al campar humano y al hombre, ni hasta qué punto esta exigencia forma parte del campar de la diferencia de ser.” [aquí aparece tachado, por dos líneas perpendiculares cruzadas el sintagma diferencia de ser]
Para que Heidegger se posicione con su propio filosofar ante el pensamiento de Nietzsche, postura que le hace afirmar lo que sigue:
“Nietzsche no puede preguntar por nada de esto, porque sigue pensando metafísicamente, y esto incluso en la forma más tosca siguiendo el modelo de Schopenhauer”.
Sí, Heidegger niega en Nietzsche la capacidad de pensar la diferencia de ser, por lo que, según el Maestro de Alemania, el filósofo nacido en Röcken (Alemania) sigue anclado en la metafísica.
De ahí, pues, el sentido del siguiente punto en el texto aquí interpretado:
“La consumación de la metafísica, justamente ella, se dirige a una escarpadura y por eso es, de manera muy radical, metafísica, y no, como se podría pensar a partir de las nociones de desarrollo causales de la historiografía, ya en parte no metafísica y por tanto ya una transición. La escarpadura del viraje del olvido de la diferencia de ser [aquí de nuevo aparece la tachadura en el concepto diferencia de ser] nos seguirá siendo inasequible mientras, concibiendo historiográfica o dialécticamente, antepongamos una especie de transición de la metafísica hacia algo más original”.
Hay, por supuesto, una ambigüedad en la ponderación que hace Heidegger de Nietzsche; lo encumbra y lo derrumba en un pensar que ve al filósofo del martillo siempre desde la mirada heideggeriana con la que valora toda la historia de la filosofía.

Pero sigamos adelante y añadamos una cuestión más.
Heidegger prosigue en su perspectiva ambivalente:
“Así es como uno enseguida se persuade de haber sobrepasado ya la filosofía de Nietzsche, mientras que, sin embargo, ni siquiera hemos llegado a ella ni a la antesala de su campar. No nos podemos saltar esta metafísica en la historia de la diferencia de ser”.
Si seguimos la lectura heideggeriana, todo va a depender de “interpretar” a Nietzsche desde la única perspectiva posible, la de la comprensión que Heidegger ha establecido como la fundamental: la de la diferencia del ser.
Es desde ahí que Heidegger nos dice:
“El peligro es que ahora nosotros, incapaces de la conmemoración, no seamos capaces de experimentar el eterno retorno de lo igual y el hombre superior en el campar de la verdad de tal diferencia de ser, ni de soportar esta experiencia pasando por ella para, de este modo, preparar conforme al destino la llegada de la escarpada del viraje”.
Si uno no se coloca en la tonalidad heideggeriana, añado un punto más, Heidegger sostiene que:
“En lugar de eso, uno se precipita a refutar y superar, recae mucho más atrás de lo pensado por Nietzsche y se apresura a pasar de largo ante él. En esto se aprecia el cegamiento que amenaza la época. Todo, el cristianismo y las asociaciones internacionales, ayudan a aumentar este cegamiento y a consolidarlo definitivamente”.
Es por lo que Heidegger, desde este su propio andar, establecido por su propia manera de pensar el problema del ser y su diferencia, establece que:
“Por eso, para ofuscar la propia insensatez, a aquello que se encuadra en la réplica reactiva a la época de los fundadores a fines del siglo XIX, a aquello que Nietzsche gritaba y vituperaba deliberadamente. Uno no barrunta nada del peso del sufrimiento cuando se padece una pena, y menos aún barrunta la nobleza de la mentalidad de aquel pensar, que incluso por momentos tuvo que prescindir del oficio de la gran tradición y conformarse a menudo con cosas de rango inferior”.
Heidegger, plenamente consecuente con el modo de su pensar, en el que encuadra todo el tiempo la filosofía nietzscheana, cierra este magnífico párrafo dedicado a Nietzsche, “el imprescindible”, de la siguiente manera:
“En último término, tampoco es necesario experimentar nada de eso. Se habría logrado ya bastante si se desistiera de las arrogantes refutaciones y… admiraciones, encomendando así simplemente a otros que se avengan al asunto de lo pensado. Pero toda opinión es confusa. Demasiado tiempo arrastraron ahí a Nietzsche de un lado a otro. Quizá tengan que escenificarse para sí mismos su superación. Es más bien entonces cuando la opinión pública desiste de él, aunque de muchas formas irreconocible se nutre con bastante energía de él”.
Bien, una última cuestión, que quiere englobar la valoración heideggeriana del filosofar como síntoma del propio pensar del Maestro de Alemania.

¿Es adecuado valorar a Nietzsche desde su supuesto no pensar la diferencia de ser?
En la medida en que Heidegger pondera desde esa temática fundamental a Nietzsche a y todo pensador esencial, y como consecuencia de ello, Nietzsche es calificado como el último de los grandes metafísicos, la especificidad del filosofar nietzscheano queda eclipsada y es desde esa sombra que no podremos ver cómo Nietzsche, más bien, según mi opinión, es el primer gran deconstructor de la metafísica. Cosa que denota y connota en el subtítulo de El crepúsculo de los ídolos que es nada más y nada menos que: Cómo se filosofa con el martillo.
Senda que Heidegger va a ampliar, no se nos olvide que en Ser y tiempo Heidegger nos habla de “destrucción” de la metafísica.
Cabe, todavía, ahondar más en lo que el Maestro de Alemania nos dice sobre Nietzsche, aquí, en los Cuadernos negros y en su libro sobre Nietzsche, que es el compendio de los cursos dedicados al filósofo más inquietante e intempestivo de la historia del pensamiento filosófico.
Pero esto, que merece un análisis más detallado, lo retomaremos en un siguiente texto.
Por ahora no me queda más que reiterarles mi invitación a que lean la cuarta entrega de los Cuadernos negros, pues se encontrarán con lo mejor de Heidegger; no sin contradicciones por supuesto.
Nota de agradecimiento y bibliográfica:
Gracias, muchas gracias a mi hija mayor (Inés), por haberme hecho llegar este fantástico libro como regalo de mi cumpleaños 67. Le dio en la pata de palo. Lo escrito va como una prolongación y profundización del diálogo que tenemos por medio de Cuerdas Ígneas y como respuesta, agradecida, a su regalo. Y como afirmación y confirmación del viaje que emprendimos hace 8 años.
Por otro lado, va la ficha bibliográfica: Heidegger,Martin, Cuadernos negros. Anotaciones I-V, 1942-1948, Editorial Trota, Madrid, 2022; edición de Peter Trawny, traducción de Alberto Ciria.

Anexo:
“Nietzsche. Todavía estamos muy lejos de experimentar lo pensado por él pensándolo desde el destino de la diferencia de ser. Para eso hace falta que seamos capaces de pensar en lo que, en esto pensado, quedó olvidado por un designio de la historia de la diferencia de ser. Nietzsche ya no pregunta en qué consiste la conexión esencial entre eterno retorno de lo igual y el hombre superior. Que ambos alberguen en sí el ser del ente en el sentido de la voluntad de poder todavía oscurece más esta conexión. Que Nietzsche se dejara preparada esta conexión como dos enseñanzas que se sustentan mutuamente solo muestra cómo se mueve en ellas y cómo trata de arreglárselas con lo que él tiene que pensar. Pero esto no dice nada acerca de hasta qué punto la consistencia de la persistencia de la voluntad de la voluntad, en cuanto que esencia de la diferencia de ser, exige por sí misma la referencia al campar humano y al hombre, ni hasta qué punto esta exigencia forma parte del campar de la diferencia de ser. [aquí aparece tachado, por dos líneas perpendiculares cruzadas el sintagma diferencia de ser] Nietzsche no puede preguntar por nada de esto, porque sigue pensando metafísicamente, y esto incluso en la forma más tosca (siguiendo el modelo de Schopenhauer). La consumación de la metafísica, justamente ella, se dirige a una escarpadura y por eso es, de manera muy radical, metafísica, y no, como se podría pensar a partir de las nociones de desarrollo causales de la historiografía, ya en parte no metafísica y por tanto ya una transición. La escarpadura del viraje del olvido de la diferencia de ser [aquí de nuevo aparece la tachadura en el concepto diferencia de ser] nos seguirá siendo inasequible mientras, concibiendo historiográfica o dialécticamente, antepongamos una especie de transición de la metafísica hacia algo más original.
“Así es como uno enseguida se persuade de haber sobrepasado ya la filosofía de Nietzsche, mientras que, sin embargo, ni siquiera hemos llegado a ella ni a la antesala de su campar. No nos podemos saltar esta metafísica en la historia de la diferencia de ser. El peligro es que ahora nosotros, incapaces de la conmemoración, no seamos capaces de experimentar el eterno retorno de lo igual y el hombre superior en el campar de la verdad de tal diferencia de ser, ni de soportar esta experiencia pasando por ella para, de este modo, preparar conforme al destino la llegada de la escarpada del viraje. En lugar de eso, uno se precipita a refutar y superar, recae mucho más atrás de lo pensado por Nietzsche y se apresura a pasar de largo ante él. En esto se aprecia el cegamiento que amenaza la época. Todo, el cristianismo y las asociaciones internacionales, ayudan a aumentar este cegamiento y a consolidarlo definitivamente. Por eso, para ofuscar la propia insensatez, a aquello que se encuadra en la réplica reactiva a la época de los fundadores a fines del siglo XIX, a aquello que Nietzsche gritaba y vituperaba deliberadamente. Uno no barrunta nada del peso del sufrimiento cuando se padece una pena, y menos aún barrunta la nobleza de la mentalidad de aquel pensar, que incluso por momentos tuvo que prescindir del oficio de la gran tradición y conformarse a menudo con cosas de rango inferior.
“En último término, tampoco es necesario experimentar nada de eso. Se habría logrado ya bastante si se desistiera de las arrogantes refutaciones y… admiraciones, encomendando así simplemente a otros que se avengan al asunto de lo pensado. Pero toda opinión es confusa. Demasiado tiempo arrastraron ahí a Nietzsche de un lado a otro. Quizá tengan que escenificarse para sí mismos su superación. Es más bien entonces cuando la opinión pública desiste de él, aunque de muchas formas irreconocible se nutre con bastante energía de él” (pp. 446-447).
He aquí el fragmento completo, para que la lectora o lector que quiera intente hacer su lectura e interpretación.
Es un imperativo, lean o no los Cuadernos negros.
¡Claro!, es mejor que los lean.
J. Ignacio Mancilla
Guadalajara, Jalisco, colonia Morelos a 27 de abril de 2023.
Imagen de portada: ilustración de Martí Tognola / La Vanguardia.
Los hijos de Nietzsche abundan: https://filonario.wordpress.com/2023/05/28/humano-demasiado-humano/
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Tenemos lecturas diferentes, que las y los lectores vean los textos y hagan su propio juicio.
Por otro lado, me asumo como discípulo, no como hijo; lo que no me impide leerlo críticamente, pero los límites de su filosofía están en otra parte y no en lo en lo que el enlace aquí intercalado, a manera de comentario, aduce.
En fin, ahí están los textos y mis textos sobre Nietzsche; el presente no es el único, por cierto.
De todas maneras gracias por el enlace.
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