(Mi) Antidecálogo para estos tiempos de contagio y crisis
J. Ignacio Mancilla
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“El mundo es una mancha en el espejo.
Todo cabe en la bolsa del día, incluso cuando gotas de azogue
se vuelcan en la boca, hacen enmudecer, aplastan
con finas patas de insecto las palabras del alma humana”.
David Huerta, Simulacro.
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1.– El mundo de hoy es de una enorme complejidad, se le mire desde donde se le vea: económica, política, social, biológica, viral, ambiental y tecnológicamente hablando.
2.- Llama la atención que en la era más interconectada de la historia, hoy, los poderes del mundo (llámense Estados -pero también capital financiero que no tiene patria-), nos estén convocando a mantenernos aislados y a no tener contacto con los otros, porque éstos, según ellos, son una amenaza real y no solamente potencial.
3.- En medio de todo esto, la brecha económica entre ricos y pobres no se ha acortado; antes bien se ha acentuado, pues la riqueza se ha intensificado y concentrado en muy pocas manos, al igual que la pobreza, pero ésta se ha extendido a casi toda la población del planeta.
4.- Esto quiere decir que el capital ha fracasado (Alejandro Nadal, descanse en paz), sobre todo en su versión neoliberal, y la economía que nos rige más que productiva es altamente especulativa; sin importar que se derroche tanto “capital humano”; es decir, que se lancen al desecho millones de vidas de mujeres, hombres (niños y adultos) que no merecen ser lloradas, ni siquiera compadecidas (Judith Butler).

5.- Desde esta perspectiva global, estamos inmersos en una combinatoria de biopolítica, zoopolitica, psicopolítica, necropolítica, esquizopolítica, geopolítica y demás términos (todos tienen autoría, Foucault, Derrida y otros, sería demasiado nombrarlos a todos), que están haciendo estragos en aras de enmascarar una crisis del capital que va más allá del capital mismo, pues estamos ante una crisis civilizatoria mundial.
6.- En este sentido, conviene ir más allá de la filosofía y acudir a la ficción, que retomo de una serie, no para decir que… “solamente un Dios podrá salvarnos” (Martin Heidegger) sino, más bien que: “No tenían Dios./ Pero trataron de construir uno./ Pero esa cosa que construyeron no es Dios./ Vienen los dioses verdaderos./ Y están furiosos”, como sostiene Dolores, una mujer tecnohumana (antihéroe para más señas) de la serie WestWorld y que atraviesa, protagónicamente, las tres temporadas.
7.- O, como sostiene Caleb (otro personaje, reciente, de WestWorld) en su diálogo: “-Olvida al psicólogo, soy yo./ Habla conmigo./ ¿Cómo tienes la mente?/ -No sé. A veces, parece que el mundo se ve bien./ Le aplican una capa de pintura./ Pero, por dentro, se cae a pedazos./ -Tienes que mantenerte positivo, Caleb./ Las cosas se arreglarán./ -¿Sí?”, duda, y con razón, Caleb.
8.- ¿Qué hacer? Pregunta leninista de principios del siglo XX, que deberíamos replantearnos seriamente, así lo pienso, para adecuarla (radicalmente) a los tiempos que vivimos y… obrar en consecuencia.

9.- De modo que esta es la disyuntiva que se nos presenta: aislarnos y que cada quien se rasque con sus propias uñas, o actuar comunalmente y curarnos (tenemos que descubrir nuevas formas) entre todas y todos, las heridas y lastimaduras de nuestro tejido social, tan violentado por la avaricia y estupidez de los que quieren más poder y más dinero (¡Ay, Nietzsche!); a costa incluso de la vida de todas y todos. ¡Incluso a costa del planeta todo!
10.- Hago, por tanto, a partir de la mayor modestia de parte mía, un atento y amoroso llamado: no nos desesperemos y, sobre todo, no dejemos que nos derroten a través de la idea, siniestra, de que ya nada se puede hacer. De que el único camino es en el que nos encontramos, el del sistema actual; lo estamos viendo, este sendero es el que nos está llevando al peor de los desastres: el del predominio del egoísmo, del odio y la pulsión de destrucción. Esto es lo que está EROS-ionando al mundo, nuestro mundo. ¡Cuánta razón tiene Byung-Chul Han!
¿Por qué, entonces, no hacer un alto (Walter Benjamin) y buscar otros senderos posibles?
Y sí, hay que cuidarse, aunque el llamado a que nos cuidemos venga, ahora, paradójicamente, de aquellos que todo el tiempo atentan contra nuestra vida, al querer mantener la cotidianidad de un sistema que nos mata, ya por el contagio (¿inducido?, ¿lo sabremos algún día?) o… lentamente, haciendo de nuestra vida diaria una no vida.
Este es, pues, mi antidecálogo, que decidí abrir con un fragmento de la poesía Simulacro, de David Huerta, publicada en Incurable (Alacena Bolsillo/Editorial Era, México, 2019).
Imagen de portada: Taller en China (Noel Celis/AFP).
J. Ignacio Mancilla.
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