¿Cuánto (qué pago) es “suficiente” para matar a un amigo?
J. Ignacio Mancilla
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“Oh, amigos, no hay ningún amigo”.
Frase aporética atribuida a Aristóteles.
“Oh, enemigos, no hay ningún enemigo”.
Inversión irónica –no menos aporética– de F. Nietzsche.
(En Políticas de la amistad, Jacques Derrida deconstruye las dos frases, para posicionarse con respecto a los límites y alcances de la democracia moderna).
“La ficción se tiñe de interpretación, de subjetividad,
de identidad, de autoría, de autoconciencia, de irradiación
del yo sobre la realidad. En esa operación, el yo
pasa a ser otro; literalmente un personaje de ficción”.
Ros, E. Las series de ficción de la era de la Post-TV.
El domingo 3 de mayo, día de la santa cruz (también de los albañiles), se terminó la tercera temporada de WestWorld (8 capítulos) de contenido más que pertinente y con enormes resonancias para el tiempo que estamos viviendo de pandemia y crisis civilizatoria.
Fue un final digno para cerrar la tercera temporada, en el que los dos personajes femeninos centrales, Dolores y Maeve, se ven confrontadas a muerte (¿por el reconocimiento? ¿De quién?), y luego reconciliadas, al darse cuenta que las dos tienen un enemigo en común y que eso del “salvamento” de la humanidad no es más una coartada más para el control de la misma, por parte de Serac, el manipulador del sistema.

Son muchos los temas que habría que comentar sobre esta serie y esta temporada en particular; uno de ellos el de Dios, tan presente –de forma muy problemática– desde la primera temporada y que me gustaría analizar prolijamente, más adelante, pues su ahondamiento es más que oportuno para los tiempos que vivimos. En los que Dios, real y aparentemente, poco o nada tiene que ver con el acontecer y los sucesos humanos; individual y socialmente, y menos con el problema de fondo de la serie: el asunto de la libertad o libre albedrío.
Dios no tiene lugar en la sociedad moderna, algo que Nietzsche supo visualizar desde su tiempo. De ahí que hoy sea más que conocida su famosa frase de “Dios ha muerto”, aunque poco se reflexione sobre el fondo de dicho aforismo.
Otra cuestión sumamente candente es el rol de las mujeres, no solamente Dolores y Maeve, sino también otras –Clementine y Armistice– que aparecen como personajes más o menos secundarios y que, sin embargo, son cruciales en el transcurrir de los acontecimientos. Ellas, una por una, merecen una reflexión aparte. Ya me detendré en ellas y su compleja mutación de sus identidades (yoes).
Por ahora quiero detenerme en el asunto de la amistad –en el sentido más ampliamente político (¡ay, Derrida!)–; y, desde luego, destacar el punto de cuánto dinero es el “suficiente” para decidirse –sí, el asunto de la decisión también es crucial en la serie– a matar un amigo, como de hecho se nos presenta con Caleb. Personaje que surge apenas y que, impulsado por Dolores, desempaña un papel protagónico en el desenlace de la misma, quedando abiertas muchas cosas. Insisto, todo el tiempo es inducido –seducido, en tanto hombre, por Dolores, según la perspectiva de Maeve–, pues lo que se juega en él, es su capacidad de decidir por sí mismo.
Caleb es –desde el principio– un personaje muy atormentado, un peón del sistema y, es una conjetura mía, a partir de la lógica de su trayectoria, al parecer su “sufrimiento” espiritual tiene que ver –ahora lo sabemos– con lo que ocurrió en el pasado entre él y su amigo Francis; aunque no solamente. Cuestión que se hace clara en el capítulo 7 (penúltimo) de esta temporada que analizamos. Cabe anotar que, no para pocos, la primera temporada es insuperable.
Hay una serie de secuencias –en el capítulo 7– que van del minuto 44: 25 al 51: 15 en las que se nos presenta el motivo de las tormentosas cavilaciones de Caleb. Y tienen que ver con el hecho de haber asesinado a su amigo. Pero como lo reacondicionaban y borraban parte sus recuerdos, la fragmentariedad de los mismos era un motivo más de sus tribulaciones.
En estas secuencias vemos cómo Caleb mata a su amigo Francis, no sin angustia, porque de no hacerlo, él hubiera sido asesinado por Francis, pues su cabeza ya tenía un precio; en la medida en que el sistema no quiere huellas de la clase de crímenes en los que Caleb es un experto, en la medida en que es –así se le presenta– un sujeto atípico e inclinado a la violencia (un soldado mercenario).
Este “acontecimiento” de la serie, en especial de este capítulo 7, retrata, muy bien, el lugar que no puede ocupar la amistad en la sociedad contemporánea. Su no lugar –y esto es muy radical– en tanto el dinero usurpa todo resquicio social –incluyendo el del amor– y sabemos que la amistad es una forma del amor. ¿Cómo culmina esta tercer temporada desde la lógica del lugar que podrá darle Caleb a este hecho, el de haber asesinado a su amigo? ¿Lo olvidará o resignificará? ¿Qué papel, exactamente, jugará él, el líder de la revolución tan preparada y esperada por Dolores?

¿Continuará esta serie, como todo parece indicarlo, con una cuarta temporada en la que serán más acuciantes sus implicaciones metafóricas con la realidad inmediata que vivimos y padecemos? Entre más inmediatez alcance la serie con relación al tiempo actual, más difícil será alcanzar el ideal narrativo de la primera temporada; pero, desde mi perspectiva, esto es lo que hace interesante esta singular serie.
Bien, para el caso del tema sobre el que aquí escribo, vale la pena ir al diálogo que se da entre Caleb y Francis, con la mediación de Solomon (la IA, hecha a imagen y semejanza del esquizofrénico hermano de Serac); y también con el líder de los insurgentes (capturado precisamente por Caleb y Francis). En el que se nos presenta el asunto de la traición de la amistad.

El diálogo es el siguiente; comienza entre Solomon (IA) y Caleb y sigue entre el líder de la insurgencia, Caleb y Francis. Es indispensable transcribirlo para tener una mayor claridad de lo que desarrollo a partir de este pasaje de la serie:
“-Solomon: Quieres ayudar. Pero no es lo mejor para tu supervivencia.
“-Caleb: Está bien. Por lo menos, háblame de Francis. ¿También está aquí?
“-Solomon: No, no estamos en esa variación.
“-Caleb: ¿Qué le pasó?”.
En este momento –en el diálogo con Solomon– le advienen a Caleb recuerdos de las preguntas de su terapeuta, relativas a su complejo proceso de reacondicionamiento:
“-¿Qué pasó con Francis? (resuena la voz de su terapeuta).
“-Lo atacaron. En el mismo lugar en el que te reeducaron.
“¿Quién lo atacó Caleb?
“-Líder de la insurgencia: Claro, toma otra píldora. Sigue evadiendo la realidad (refiriéndose a Francis).
“-Francis: Veinte minutos.
“-Caleb: Eso dijiste hace veinte minutos.
“-Francis: Daré una vuelta, para ver que todo esté despejado. Si te habla, mátalo.
“-Caleb: ¿De qué te ríes? (al líder de la insurgencia).
“-Líder de la insurgencia: ¿Cuál es tu precio?
“Caleb: ¿Para qué?
“-Líder de la insurgencia: Para matar a tu amigo y dejarme salir de aquí. ¿Dos millones? Tres millones. No sabes lo que es esto, ¿verdad? ¿Alguna vez se habían tardado?
“Caleb: ¿Cómo?
“-Líder de la insurgencia: Debiste de hacerle caso a tu amigo. Me dejó la mordaza y ahora, es demasiado tarde. Sabes lo mismo que yo. Nos está escuchando. Siempre está escuchando.
“-Caleb: ¿De qué demonios hablas?
“-Líder de la insurgencia: Eliminar a un tipo como yo es complicado. El sistema tendrá que cortar los cabos sueltos. Significa que tú o tu compañero recibirá una oferta especial, para matar al otro.
“-Caleb: Mentira.
“Líder de la insurgencia: Suelen hacérsela al que más tenga que perder y, sin ánimo de ofender, ese no eres tú. Es lo que hacen a los que preguntan demasiado. Nada personal. Piénsalo, seguro que tu amigo lo está haciendo. Pero no lo pienses tanto.
“-Caleb: Cállate.
“-¿Qué dice la aplicación?
“-Francis: Lo mismo. Que esperemos (dirigiéndose al líder de la insurgencia).
“-Es hora. Levántate. Vamos.
“Caleb: No recibimos una alerta.
“-Francis: No importa. Es hora.
“-Dije que te levantes, maldita sea.
“-Voy adelante, te veo en la entrada.
“-Caleb: ¿Cuánto?
“-Francis: ¿Qué?
“-Caleb: ¿Por matarme? Te hicieron una oferta.
“-Francis: ¿Él te dijo eso? Nos quiere provocar, Cal.
“-Caleb: Enséñame tu teléfono.
“Francis: ¿Después de todo por lo que hemos pasado?
“-Caleb: ¿Cuánto?
“Francis: Suficiente.
“Caleb: Lo siento (después de haberle disparado a Francis).
“-Líder de la insurgencia: Te acabas de convertir en un hombre muy rico”.
A lo que Caleb responde disparándole también, y entra en un marasmo de angustia en el que pasa de la incertidumbre a la certeza de ser él quien asesinó a su amigo; para después retomar su diálogo con Solomon en el siguiente tono:
“-Solomon: Toda relación humana puede ser ajustada, con la suma indicada de dinero.
“-Caleb: Me usaste para matar. Pusiste a mi amigo en mi contra. Nos pusiste Uno contra el otro. ¿Asesiné a Francis por tu culpa? ¡Maldita basura! ¡Con razón estás atrapado en este infierno!
“-Solomon: Si te desvías de este rumbo, no obtendrá el resultado deseado. He procesado el pedido del bloque de control de anfitriones 6-alfa-1. Su nueva estrategia de revolución está lista”.
Lo que vemos enseguida tiene que ver, ya, con el enfrentamiento entre Dolores y Maeve. ¿Qué relación es la habida entre ellas en toda la serie? ¿Son dos iguales? ¿Dos amigas o, más bien, enemigas? (¡Ay, Nietzsche!, pero con Derrida).
Las historias de cada una son muy singulares y desde ahí tenemos que pensar el desenlace de estos dos personajes en esta tercera temporada. En el cierre se nos ofrecen elementos de valía para resignificar la historia y el papel de estas dos singulares mujeres: una, hija de un guardabosques (Dolores); la otra (Maeve) una matrona.

¿Qué se juega como horizonte de una nueva variación (la revolución) del sistema?
¿Por qué una serie de televisión actualiza –trae de nuevo– un paradigma que, ya, en cierta medida, es inactual en tanto no parece ser ya lo anhelado por la gente?
En lo personal leo el cierre de la tercer temporada más bien –tomando el significante de una de las canciones de John Lennon, como: Denle a la paz una oportunidad– sí, como una especie de reforma, a partir del caos y la violencia en forma de revolución, que quiere darle a la humanidad y a la parte de los replicantes que quedan (anfitriones en el lenguaje de la serie) una nueva oportunidad de recomenzar. Para así ofrecerle un lugar a la belleza y no a la destrucción; según el intercambio entre Dolores y Maeve, cuestión que hace a Maeve reconsiderar su alianza con Serac, ¿el manipulador –infaltable– del sistema?
Hay, pues, mucho que analizar, todavía, de esta serie, que nos obliga no a teorizar en el sentido tradicional de la palabra sino, más bien, a cambiar de narrativa. Cosa que, así lo considero, no es poca cosa, tratándose de una serie televisiva que, como pocas, hace muchos guiños con la realidad actual, para que reconsideremos el rumbo de la misma (de la serie y de la realidad toda).
De modo que retomaré los hilos de la libertad, libre albedrío o decisión; el asunto de Dios y el papel protagónico de las mujeres –Dolores y Maeve, aunque no solamente ellas– y la cuestión general de los creadores y sus creaciones o creaturas: las y los anfitriones y sus potentes y también gastadas alusiones a los dioses.
Hay mucho, pues, todavía por escribir alrededor de esta serie que nos obliga a muchas cosas, entre ellas a cambiar nuestra narrativa.
En caso de hacerlo, solo espero que mantenga el nivel que ha tenido hasta ahora y no lo haga solamente por cuestiones de audiencia, que sabemos es uno de los intereses –y no cualquiera– de las series para que sigan en la pantalla chica.
Para finalizar, por el momento, vayamos al diálogo final entre Dolores y Maeve, pues resignifica –desde el final– la serie toda.
Se da de este modo:
“-Dolores: Algunos prefieren ver la fealdad de este mundo. El desorden. Tú y yo hemos visto tanta fealdad. Tanto dolor.
“-Maeve: Entiendo tu ira contra ellos. Y tal vez, tengas razón. Tal vez no deberían de existir. ¿Pero nos corresponde tomar esa decisión?
“-Dolores: No. Sentí ira al principio. Atrapada entre dos impulsos. Podemos aniquilarlos. O podemos derribar su mundo con la esperanza de construir uno nuevo. Uno que sea libre de verdad. Y entonces, podremos traer a los otros.
“-Maeve: No tienes la clave, ¿verdad?
“-Dolores: No. No confiaba en mí. Se la di a alguien en quien sí confío.
“-Maeve: Claro. ¿Y tu plan para liberar al mundo era convencer a un hombre de luchar?
“-Dolores: No solo a él. No has escogido un bando. Entiendo por qué. Podemos tener nuestro mundo. Dejar este atrás. Dejar morir a nuestros creadores. Muchos de nuestros recuerdos eran horribles. Pero las cosas a las que me aferré hasta el final, no eran horribles. Recuerdo los momentos cuando vi de lo que eran capaces. Momentos de bondad, aquí y allá. Ellos nos crearon. Sabían suficiente de belleza para enseñárnosla. Tal vez, ellos mismos la puedan encontrar. Pero solo si elijes un bando, Maeve. Hay fealdad en este mundo. Desorden. Decido ver la belleza.

Y ya al final Maeve toma su decisión y elige un bando, el de Dolores (que es el de ella también).
Así, cuando Serac le pregunta: “¿Qué haces?” Ella –Maeve– le contesta: “Nunca me gustó obedecer”.
Y en el diálogo entre Caleb y Maeve, ésta le hace ver a Caleb que Dolores lo eligió no por su capacidad de ser violento, sino por la osadía de decidir por sí mismo y no siguiendo la lógica del sistema o del amo.
¿No estamos ante una cuestión ética que involucra la pregunta por lo humano?
“-Caleb: Ella me dio una opción. Creo que el resto del mundo también merece una”.
En esta parte que alcanza un dramatismo espectacular, Serac se queda –ya herido– hablándole al hermano que mató en aras de mantener el sistema y en tanto lo consideraba –a su hermano– un atípico, pues Solomon era esquizofrénico.
Una vez que se desata el caos, Maeve le pregunta a Caleb si está listo y Caleb dice, ¿listo para qué?
Maeve simplemente le muestra el mundo –envuelto en caos– tal y como está y le dice a Caleb, éste es el nuevo mundo y en él puedes ser quien te dé la gana.

¿Puede uno, en el mundo actual, más allá de sus inercias sistémicas, ser lo que a uno le dé la gana?
Creo que este es el quid de una sociedad verdaderamente democrática; por lo que dejo, simplemente la pregunta; no sin la afirmación derridaniana de que la auténtica democracia siempre está por-venir.
P. D. con moraleja:
Jugando con el título de la Tesis de Raquel Crisóstomo Gálvez (El yo en serie. Variaciones identitarias en el drama televisivo contemporáneo norteamericano), que mucho me aclaró sobre todo lo que se juega del yo actual en las series televisivas de nuestro tiempo, diré: No hay yo en serio, hay yo en serie. Nuestro yo siempre está jugado –para cambiar– en las series en tanto somos lectoespectadores activos.
J. Ignacio Mancilla.
FB: Juan Ignacio Mancilla Torres
T: @CuerdasIgneas / FB: Cuerdas Ígneas
cuerdasigneas@gmail.com
Espectacular!!! La belleza, cómo opción de vida…
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Muchas gracias Isabel, saludos cariñosos desde Guadalajara.
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